sábado, 2 de febrero de 2008

Que tenemos que hablar

Que tenemos que hablar
Ramón Serrano G.

“Ve a menudo a casa de tu amigo, porque la maleza borra pronto la senda que no se usa”
Proverbio nórdico.-

- Espera hombre. Siéntate aquí junto a mí, y reposa un rato. No tengas ese desasosiego que te está ahogando, que te está haciendo perder tantas horas por empeñarte en ir a ningún sitio. Para y observa lo bello de cuanto nos rodea, que hoy aún se puede. Porque dime, amigo ¿adónde vas con esa prisa? ¿qué conseguirás con tu acelero? ¿qué crees que va a cambiar con esa tu presura?
Nada. Absolutamente nada. Ni el mundo, por supuesto, ni siquiera tu propia vida. Ven y observa, si no, como allí abajo, el río sigue discurriendo con sus aguas cada vez más escasas y sucias, sí, eso sí, pero regando, dando frescor y permitiendo la subsistencia de muchas plantaciones. Aún quedan en él algunos peces que sirven de solaz y desahogo a cualquier pescador desocupado. Allá arriba, cerca de su nacimiento, aún se acerca algún pastor para que sus cabras beban en los manantiales. Y por allí lejos, en el ensanche de su desembocadura, algún barquero se atreverá a allegarse plácidamente hasta el mar bogando en su chinchorro o su gabarra.
Acércate, si lo deseas, a la montaña y observa cómo está en muchos lugares abrasada por el desatino de algún enajenado propenso a fogarizar desastrosamente. “Estos, Fabio, ¡ay dolor! que ves ahora, campos de soledad, mustio collado…”. Pese a ello, el sol y las lluvias la seguirán repoblando de distintas y maravillosas especies de árboles. Descubrirás, entonces, robles, pinos, hayas, castaños, alerces o mostajos y un sinfín más de congéneres suyos, a los que pronto empezarás a conocer, querer y cuidar, que tú eres de buena ralea. Y entre esos árboles alcanzarás a ver, para tu dicha, a animales como el ciervo, el urogallo, el zorro, el lagarto o la culebra, y descubrirás, que aunque a veces enemigos, saben mantener un equilibrio zoológico admirable. Y si levantas la cabeza, te embelesarás con el volar de tórtolas, cernícalos, oropéndolas o milanos.
O si lo prefieres, llégate hasta el mar. Míralo, tan sólo míralo, respira profundamente y encontrarás la paz y la felicidad. Que el mar es, sin duda, una de las mayores bellezas de este mundo.
Pues todo esto se produce y desarrolla sin tu intervención, y lo que es más, pese a la de otros. Esos otros, a los que aludo, son los que se lanzan diariamente a una lucha desenfrenada por conseguir, por tener, por aparentar, y para ello empujan, destrozan, zancadillean, agarran, trepan, entorpecen, y luego simulan. Hacen lo que sea, arrollan lo que haga falta, desprecian opiniones, pero el caso es llegar, llegar cuanto antes, llegar a costa de lo que haga falta, sea legal o ilícito, pero quieren llegar. Obsesivamente. Y en caso de que, pese a todo no pudieran conseguirlo, aparentar que sí lo han hecho, que sí lo han logrado, aunque sólo sea por aquello del qué dirán.
No te metas tú en esa barahúnda de la que únicamente obtendrás una burda pátina de oropel, que habrás de pagar a precio de oro, y con la que apenas conseguirás ocultar tus vergüenzas y tus limitaciones. Déjalos que sean ellos los que cometan las equivocaciones de querer apoderarse de todo, de desear estar en todo, de intentar dominarlo todo. Tú serás testigo de que escuchan a diario los constantes avisos que les advierten de lo erróneo de su proceder. Pero no evitarás, aunque lo intentes, que estén constantemente en luchas y guerras que les tienen ya muertos, aunque sigan respirando. Nadie tiene poder ya, para maniatar a ese trasgo. Es un demonio que los tiene enloquecidos. Han hecho alianza con Cachano.
Mejor será, entonces, que, cumplidas tus obligaciones, busques el hermanamiento con los que te rodean, que entrañes con ellos, que vivas con ellos. Párate con el guardia municipal que hace su ronda caminando. Cuando acudas a comprar la prensa, comenta el devenir cotidiano con el quiosquero. Dialoga con el notario mientras tomas tu café de media mañana. Saluda al albañil que, en el andamio, hace malabares con los ladrillos. Sé sociable y afectivo con todos, con unos y con otros, y piensa que muchos de aquellos a los que ves que parecen vivir holgados, se hallan tan pobres, que no pueden gozar ni de un simple saludo, mientras haylos que aparentan penuria y son ricos en afectos.
Por eso, sobre todo y ante todo, cultiva la amistad. Mantén las que ya tienes y procura adquirir algunas nuevas, que de todas ellas, viejas y recientes, obtendrás el mejor de los provechos y al tiempo, les estarás regalando algo que a ellos les satisface en extremo: tu compaña. Y obrando en consecuencia, y porque sabes, que desde hace mucho, mucho tiempo, me considero amigo tuyo, es por lo que te digo: Ven, siéntate junto a mí, ..“que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma….”

Enero 2008
Publicado en “El Periódico” de Tomelloso el 11 de enero de 2008

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