sábado, 16 de diciembre de 2017

Antes o después

No he sabido nunca qué se debe hacer ante el disfrute, el consumo o el uso de algo, siempre, claro está, que esto no sea de una importancia trascendente, tanto para bien como para mal, o la acción o la pasividad puedan ser seguros acarreadores de problemas. Por lo que también afirmo ignorar si se debe elegir para la actuación primero lo que nos parece que es mejor, o más rico, o más bello, dejando para posterior ocasión lo que tiene menos cualidades o, por el contrario, es preferible reservar para el final aquello, dando fin de esto al comienzo. En un principio parece ser lo lógico que el hombre, sin caer en el hedonismo, trate de encontrar un cierto placer en cualquiera de sus actividades, sean estas del tipo que sean, pero también lo es que quiera hacer lo mejor para sus intereses, ya físicos o anímicos. Entonces, lo que se me plantea es la duda de cuál debe ser el comportamiento adecuado y, no sólo, que este sea correcto y aconsejable a más de deleitoso. Valgan como ejemplos algunos casos que pueden conllevar estas situaciones: si en la visita turística a un lugar es preferible contemplar a primera hora lo que creemos o. sabemos, que es de mayor atractivo, o posponer su disfrute para después; si en la lectura o audiencia de las noticas que recibimos hay que enterarse antes de las malas o de las buenas; la elección de qué parte del coto es por la que se debe comenzar a cazar, o si en el consumo de algún alimento debe tenerse como primordial lo de más “calidad” o apariencia, en vez de aquello que podría llamarse menos apetitoso o de inferior categoría. Un ejemplo más concreto que nos lleva a una situación cuando menos curiosa: un individuo se está dando “el gozo” de tomarse unas gambas y cuando ya sólo le quedan en el plato dos, una mediana y otra grande y hermosa, ¿cuál de ellas ha de comerse primero? ¿A quién no le ha ocurrido esto o algo parecido? Sé la anécdota de un buen señor, del que tengo muy agradable recuerdo y padre, además, de un gran amigo, quien en cierta ocasión, al ver en un bar a un conocido tomándose una cigala en la barra, y que este, habiendo ya chupado la cabeza, estaba dando cuenta de las patas, con lo cual había preferido dejar para el final la ingesta de la cola del crustáceo y la tenía reservada en un plato, por lo que le dijo:- Creo que haces mal, porque si ahora por cualquier motivo, como que te sientas indispuesto, que accidentalmente se caiga, o que llegue un “gracioso” la coja y se la coma, te habrás perdido lo mejor. Sin tratar de magnificar este dilema diré que parece ser más prosaico, aunque más práctico, aquello de elegir en primer lugar lo mejor y al hacer lo contrario se lo podría calificar como idealista; que lo uno es ir a lo seguro, mientras que esto otro es incierto pero más ilusionante, como algo embriagador de sueños y anhelos. Tratando de aclarar esta duda he buscado bastante por ver si encontraba opiniones o razonamientos que me sacaran de ella, pero sólo he dado con unos dichos populares sobre estas dos actitudes que nos ocupan. Uno de ellos hace referencia al problema al aconsejarnos que los malos tragos es mejor pasarlos cuanto antes, o pronto, lo que lleva implícito, no tanto que hay que tener decisión y firmeza ante las situaciones difíciles sino también el aviso, por la duda, de que no habremos luego la fuerza que ahora se tiene, aunque me da la impresión de que no es este el caso a lo que ello hace referencia. Pienso que, y aunque esto sea enfocarlo desde un prisma más trivial, al tomar esta postura se lleva a la práctica que lo comido es lo seguro, que lo ya conseguido no se puede perder, ya que después quién sabe lo que pueda ocurrir. Aquello de llevar a hacer realidad lo de que me quiten lo “bailao”, yo voy a pasarlo bien y a disfrutar de la vida, que luego ya veremos. Y cabe incluir aquí, aunque ello puede que sea lo menos habitual, al egoísta que ve que él tiene ahora ante sí lo más sustancioso mientras que al de enfrente sólo le queda lo de mayor dificultad o lo de menos valía. Por otro lado, con la otra postura se demuestra haber una gran esperanza de que se ha de llegar, así como el deseo de que quede en nosotros un buen recuerdo del trance, lo cual tampoco es del todo exacto, porque en muchas ocasiones se mantiene en la memoria tanto lo bueno como lo malo, aunque también, y al decir de muchos, lo último que se hace es lo primero que se olvida. Pero lo que sí parece enormemente cierto es que al final se hallará la dicha, y que tiene una gran similitud con la vida: hay que trabajar duramente, pasar los tragos peores en primer lugar, ya que después vendrá la recompensa y se disfrutará de las mieles. Y así en todas las facetas de la existencia: cultura, trabajo, amor, familia, etc. Ante las dos posturas, la del que prefiere la certeza del hoy a la inseguridad del luego, y la de quien opta por lo peor y mantiene la esperanza de un después enormemente agradable, no soy capaz de emitir un juicio valorativo -o prefiero no hacerlo-, y pienso que todo va en gustos. Y siendo así, ¿alguien podría decirme razonadamente qué es mejor hacer primero en ciertas ocasiones? Ramón Serrano G. Noviembre 2017

La capacidad

Sabiendo que muchas palabras tienen distintas acepciones, a veces, hay que tener mucho cuidado al utilizarlas, o mejor dicho, dejar muy claro a cuál de ellas nos queremos referir cuando las empleamos. Nuestro idioma acoge una gran cantidad de términos, cada uno de los cuales posee muchos o varios sinónimos, lo cual lo enriquece y mucho, pero ello conlleva la tremenda dificultad de saber elegir el más adecuado en el adecuado momento. Dicho esto, vayamos al vocablo sobre el que quiero escribir ahora y que no es otro que capacidad. Éste, según el D.R.A.E., significa en primer lugar cualidad de capaz, y éste, a su vez, posee varios significados entre los que se encuentran: que tiene ámbito o espacio suficiente para contener otra cosa; que es grande o espacioso; con talento o cualidades para algo; que puede realizar expresamente una determinada acción y otras varias que no voy a relacionar puesto que es a la última, a la que alguien puede llevar algo a cabo, a la que quiero referirme. A esta circunstancia quiero añadir otra que desde hace mucho tiempo se ha impuesto en el comportamiento, en la manera de proceder, de la sociedad actual. Hoy en día, al ser humano no le basta, no está conforme con realizar una determinada obra, sino que además, esta debe ser la de mayor tamaño, la que se ha ejecutado con la mayor rapidez, etc., etc. Hoy, que una producción consiga incluirse en el libro Guinness, suele ser lo que más importa tanto al autor como a la sociedad. Así pues, adelanto que vengo a proclamar las inmensas cualidades de una cosa en concreto y su aventajamiento con todas otras con las que podríamos compararla. Creo sinceramente que he cortado mucha besana en este trabajo, pero como igualmente pienso que contiene la mayor verdad que he dicho desde que llevo escribiendo estos mis pobres artículos, voy a atreverme con él, a sabiendas, repito, de ser conocedor de sus muchas y grandes dificultades, y haciendo constar que los logros y consecuciones a los que voy a referirme son siempre en el ámbito espiritual y nunca en el material. Para empezar diré, como ya lo he hecho en varias ocasiones, que el hombre es hedonista por naturaleza y esta actitud vital es plausible siempre y cuando tenga como fin que el conseguir sus deseos no conlleve perjuicio o deterioro para otras personas, sean estos del tipo que sean. Para mí el epicureísmo es bueno, muy bueno, en tanto en cuanto se aspire con él al bienestar de la mente que no tanto al del cuerpo. Voy así a dar una escogida relación de situaciones con las que, al ejercitarlas, se suele alcanzar la felicidad, eso sí, en un mayor o menor grado dependiendo de las características de cada persona, porque todas aquellas coyunturas cuentan entre sus propiedades la de proporcionar al ser humano una dicha inmensa y auténtica. Pienso que estaremos de acuerdo en que la lectura de un buen libro, la contemplación de un cuadro, la asistencia a un espectáculo teatral o musical, y podría enumerar otras varias, tienen la capacidad de hacernos dichosos en un gran modo. La consecución de una titulación o de un negocio con el que podamos ganarnos la vida honrada y noblemente conlleva la ventaja de concedernos una gran dicha tras la satisfacción de haber sabido cumplir con el deber propuesto, la comprobación de que se tiene validez para llegar a una meta que no todo el mundo consigue alcanzar. También tiene la eficacia necesaria para hacernos felices el llenarnos de las siguientes virtudes, y hacer constantemente profesión de fe de todas ellas: integridad, con lo que los demás confiarán en nosotros; honestidad, que se alcanza con el cumplimiento de las obligaciones, según dijera Cicerón; humildad, como la de Moisés, quien no dejó que el poder se le subiera a la cabeza; generosidad, ayudar a los demás, pues quien lo hace, según Tolstoi, se está ayudando a sí mismo; aprovechar el tiempo, llevar a cabo el carpe diem del que nos hablase Horacio. Y para finalizar, traeré a colación dos actitudes que son, a mi juicio, las más importantes y que nos otorgarán los mayores beneficios y satisfacciones. La primera es aprender, seguir aprendiendo sin dejarlo día tras día, pues, aunque mucho sepamos, es muchísimo más lo que desconocemos. Mahatma Gandhi afirmaba que hay que seguir aprendiendo como si fuéramos a vivir para siempre. La segunda es que debemos conseguir tener amigos, pero amigos de verdad no simples conocidos, y rodearnos de ellos y con ellos convivir a todas horas, y de ellos aprender y beneficiarnos de su generosa naturaleza. Aristóteles dijo de la amistad que es un alma que habita en dos cuerpos, un corazón que habita en dos almas. Y hasta aquí una relación de actitudes y comportamientos que son aptos para realizar la acción de otorgarnos la felicidad con total seguridad. Pero ninguno de ellos tiene ni el 50 % de la capacidad que sí posee lo que sigue para conceder, a quien es capaz de lograrlo, la mayor alacridad que imaginarse pueda. Porque sí que hay algo que le proporciona a un hombre la mayor ventura, una dicha indescriptible, una satisfacción totalmente insuperable que todo lo anterior, y ello es lograr que una determinada mujer lo mire de una determinada manera en un determinado momento. ¿Qué capacidad tendrán los ojos de algunas mujeres? Ramón Serrano G. Diciembre 2017