jueves, 15 de agosto de 2013

I cannot

Para María S.V., a la que quiero tanto. Nadie se explicaba lo que sucedía, ni daba crédito a lo que sus ojos estaban viendo. Ni los más ancianos recordaban algo parecido. Aunque pareciese imposible, faltaban unas pocas horas para que llegase abril, y la Primavera no había aparecido aún. Todos habían hecho ya sus pinitos esperándola: los tejados se veían limpios de témpanos y de escarchas; los arroyos querían cobrar pujanza; las siembras ya casi pugueaban con ese verde bebé tan bello, e incluso ya molestaba alguna mosca que otra. Todo el campo era un erial, un páramo infinito. Y a nadie se le había alterado la sangre. Las viñas eran las únicas que no lloraban, y por ello los ignaros las tildaban de tontas e ignorantes, pero es que los memos no saben que las viñas, al igual que las madres, sufren y por eso lloran de alegría, cuando están engendrando a sus hijos. Los hombres se asustaron, porque los hombres se asustan de inmediato cuando no les salen las cosas como las tienen programadas. Y se reunieron en la plaza del pueblo los prebostes, capitostes y gerifaltes, por ver qué ocurría y el modo de solucionarlo. La gente quiere saber siempre la causa y el porqué de los acontecimientos. Pero todos estaban in albis, cuando se presentó Don Felipe, el de la fábrica de alcoholes, y dijo: -Esta mañana, bien temprano, la cigüeña que se instala en la chimenea vieja, al verme, ha bajado y me ha contado lo que vio hace unos días. Este año, por no sé qué motivo, no ha podido llegar por San Blas, como tiene por costumbre, por lo que hizo el viaje acompañando a la Primavera y a Aries, quien, con su fuerza y su ímpetu, las traía a su destino, como siempre, el 21 de marzo. Pero cuando llegaron al coto de Doñana, sucedió algo increíble. La estación vio a un lince y se enamoró de él. A su vez, este quedó prendado de la hermosura de ella y ambos se fueron al paraíso ascendiendo por un rayo de sol. Enseguida supimos que aquel idilio era muy hermoso, pero podía acabar en una horrible tragedia, y hasta un flamenco que se percató de lo sucedido, se puso sobre una sola pata y metió la cabeza en el agua para no ser testigo del acontecimiento. Al oír esto, todos quedaron aterrados y, de inmediato, empezaron a dar opiniones y dictámenes sobre cuál sería el mejor camino a tomar. Los hombres suelen ser muy dados a emitir plácitos y pareceres, aunque no sean muy doctos en el tema. Pasado un buen rato, don Eliseo, el párroco, con su sensatez y buen juicio de siempre, tomó la palabra y les dijo: -Mirad, lo primero que hemos de hacer es mandar un emisario para que hable con ella y le transmita nuestra situación. Y pienso, que ningún mensajero sería mejor que una golondrina. Como sabéis, yo tengo muy buena relación con ellas porque todos los años anidan en los aleros de la iglesia, me conocen bien y puedo hablarles de este espinoso tema. - Sí, esa es una muy buena idea. Que una golondrina sea nuestro nuncio, contestaron los presentes. Luego, las voces se mezclaron haciendo peticiones y expresando temores: -Que si no viene, nuestros trigos no espigarán, dijo este. -Que nuestras cepas no darán uvas, gritó otro. -Que tendremos que mantener encendidas las calefacciones, vociferó el de más allá. -Y hasta hubo quien avisó de que los penitentes y las torrijas estaban angustiados ante el temor de no poder hacer su anual aparición. Fuese el cura y cumplió su encargo, y, al rato, se pudo ver cómo una golondrina salía volando rauda hacia el sur. De ese modo, la tarde y todo el siguiente día las gentes estuvieron presas de engurrio, temiendo unos y anhelando otros, el fin de la embajada. Pero durante muchas horas, nada se supo. Y fue al alborear del segundo día, cuando se pudo ver y oír por las calles del lugar a un muchacho corriendo y desgañitándose: -La primavera ha venido, la primavera ha venido, .. Nadie sabía cómo había sido, pero ni uno solo dejó de salir para comprobar la autenticidad del pregón. Y allí fue la alegría sin tasa y el general alborozo. La alacridad y el regolaje por doquier. Mas enseguida todos empezaron a preguntar. Los hombres siempre preguntan, y preguntan. Deseaban saber de qué manera y qué había hecho la buena golondrina para conseguir tal éxito. Sin embargo la golondrina no había regresado, por lo que parecía que tendrían que conformarse con esa ignorancia. Pero entonces apareció el viento, el cual, como en un soplo, pero armónicamente, les dijo: -Escuchad, escuchadme si queréis saber lo ocurrido. Callaron todos, y entonces el céfiro les contó: -Cuando llegó la golondrina hasta el coto me preguntó dónde podría encontrar a la pareja de enamorados, sabedora de que yo me muevo por todas partes y de que la ayudaría. Cuando dimos con ellos, la dejé acercarse sola a la pareja y yo me mantuve a una cierta distancia, desde la que podía ver perfectamente sus movimientos, aunque no oía sus palabras. No fueron muy bien las cosas durante un largo rato. Una suplicaba y la otra denegaba continuamente. Tentado por la curiosidad, me aproximé lo bastante como para escuchar las razones y argumentos de ambas. Y en ese instante, la golondrina, como cambiando de actitud le decía: -Mira que, si no vas, no florecerán las rosas, y los jóvenes no sabrán qué es el amor. Y describió este sentimiento con la palabras más bellas que yo haya escuchado jamás. -No, le respondió entonces la Primavera. Yo no puedo ser tan egoísta como para privar a nadie de estas cosas por obtener a cambio mi propia satisfacción. Ahora mismo prosigo mi camino, que quizás no debí nunca interrumpir. Pero tú también has de sacrificarte. Te quedarás aquí, junto al lince, mi enamorado, para tratar de consolarlo en sus ratos tristes. Las gentes entonces, habiendo escuchado esto, comprendieron el motivo de que la golondrina no regresara, pero quisieron saber más. Las gentes siempre quieren saber más. Y pidieron al viento: -¿Por favor, dinos cómo definió el avecica al amor? -De verdad que lamento no poderos complacer en esto. Perdonadme, pero es que me quedé extasiado oyendo su exposición. Luego quise grabar aquellas expresiones en mi mente, pero mi cabeza ya está a pájaros y no logro recordarlas por más que lo intento. I cannot find the word. No encuentro las palabras. Ramón Serrano G. Agosto de 2013