martes, 29 de enero de 2008

El Ocio

El ocio
Ramón Serrano G.

Si nos pusiésemos a hacer una relación de las personas, según ocupa cada una de ellas su tiempo libre, esta lista sería extensísima. Hay, o estamos, gentes para todos los gustos y predilecciones, y sin meterme a juzgar lo bueno o lo malo de algunas de ellas, sí diré que hay quien ocia leyendo los más extraños libros, quien toca el laúd, quien es filatélico, quien es partidario del dolce far niente o quien es senderista. Allá cada uno con sus aficiones y que Dios reparta suerte. Yo tengo las mías, a ellas me atengo y bien contento que me hallo.
Pero sí he de decir que hay una actividades del tiempo no laboral, y a veces incluso durante este, que es muy practicada por gentes de todos los puntos del globo, y además muy, pero que muy, demostrativas de la forma de ser de quienes las ejercen. Es esta la afición compulsiva que hoy se tiene a criticar a todo bicho viviente. Antes la ejercían marujonas y amas de casa desocupadas, y algún que otro chismoso, que sacaban la piel a tiras y ponían como no digan dueñas a todo el, o la, que les venía en gana, y de ellos rajaban a su antojo y su capricho, simplemente porque por algunas oyendas y muy pocas viendas, creían estar a sabiendas del obrar de ese alguien y se lanzaban a juzgarlo, normalmente en mentideros, mercados, callejas, plazuelas, mesas camillas, bares o casinos. Perdón, a juzgar no, a fiscalizar sin piedad, que es otra cosa. Es más. En el colmo de su descaro, solían decir: “y esto no dirán que es criticar, porque tenemos pruebas de que es verdad”. A lo que se les debería haber contestado, que si encima no fuese cierto, aquello no era criticar sino difamar y malsinar.
Estarán conmigo en que, para nuestra desgracia, hoy la televisión es el pozo a donde han ido a parar la mayoría de todos esos criticones, famosillos, pero con poco fuste, largos de lengua y cortos de mente, que han hecho de la “tele” una cloaca a donde confluye y desagua todo el desperdicio de la sociedad. ¡Qué pena, que un medio como el audio-visual, con tantas y tantas posibilidades para repartir cultura, se haya convertido en el refugio de muchos ociosos, que no saben aprovechar mejor su tiempo y se pasan horas oyendo y viendo memeces, atentos a tanta mentira y tanta farsa!
Porque además una gran parte de lo que ven es puro teatro. Un montaje hecho por unos mequetrefes, de uno y otro bando, para ganarse unos buenos euros, aunque con ello se haya de perder dignidad y vergüenza. Todo está montado, más o menos, así. Un personajito de medio pelo, abandona a su pareja, o a su familia, para liarse con alguna famosita. Avisa al periodista de turno y, previo cobro de lo estipulado, los nuevos tórtolos, aunque parecen que andan a escondidas, se dejan ver por lugares de moda. Fotos, reportajes y euros. Después, ya hacen entrevistas reconociendo haber descubierto ¡oh maravilla de las maravillas! lo que nadie tuvo antes que ellos: un amor maravilloso. Fotos, reportajes y euros. Así unos meses. Luego aparentar que están cansados, ahítos de ser perseguidos por la prensa, y hacer como que se riñe con el periodistilla de turno. Fotos, reportajes y euros. Por último, y por no seguir hasta el infinito, esbozos de ruptura (fotos, reportajes y euros) riña definitiva de la pareja (fotos, reportajes y euros) declaraciones de ambos (fotos, reportajes y euros) y comidillas y difamaciones de la madre de ella, del hermano de él, del modisto de ambos, de la amiga a la que no le han querido contar nada, pero que lo sabe todo, del portero de su club de mus, de la portera de su casa, etc., etc., etc. Y vengan fotos, reportajes y euros, más fotos, reportajes y euros, y gente que se lo traga todo tan contenta. ¿Les suena de lo que estoy hablando?
Pienso que debe el hombre ser muy cuidadoso con la elección de sus ocupaciones del tiempo libre, que suelen a veces ser tanto o más importantes que la actividad principal, para el buen desarrollo y acontecer de una vida consecuente y agradable. Algunos hay, que no piensan en otras cosas durante las veinticuatro horas del día, sino en lo que constituye su diversión y entretenimiento, y hasta sueñan con ello. Y no es eso. El ocio debe ser eso, ocio. Asueto, descanso o actividad si se quiere, pero con ocupaciones que beneficien nuestra alma y nuestro cuerpo. Más fiesta que siesta, y no desenfrailar, ni caer en la pereza, la holganza y mucho menos en la maledicencia.
Setiembre 2005

Publicado en “El Periódico” de Tomelloso el 23 de setiembre de 2005

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