jueves, 23 de abril de 2009

Consejos II

Consejos (II)
Ramón Serrano G.

“Cuando las canas de un viejo/ dan a la gente un consejo/ la gente respetuosa/ lo atiende siempre, a no ser/ que aconsejen otra cosa/ los ojos de una mujer”.- J. Mª. Pemán


Hace poco tiempo, en mi escrito titulado “La homilía” hablaba entre otras cosas de los mensajes, podríamos llamarles consejos, que yo quería transmitir a través de mis artículos. Y desde entonces, varias personas han vuelto a tener la amabilidad de comunicarme algún comentario al respecto de esas recomendaciones, algunas, es verdad, en cierto desacuerdo con ellas. Independientemente de esto, y ya que los gentiles pareceres de mis lectores me llevan siempre a reflexionar sobre lo escrito, me he puesto a rebinar sobre el tema.
Lo que observo, en primer lugar, es cómo este hábito de dar consejos viene de muy antiguo y es común en todos los países y culturas. Su uso es debido, sin duda, a la benevolencia humana y puede ser también que dado que antaño los jóvenes, carentes de experiencia y sin otros medios para el aprendizaje, se tenían que apoyar en la sabiduría de los ancianos los cuales, normalmente, ya habían pasado por trances similares a los que a los otros les tocaba ahora enfrentarse.
Ahora la gente vive más y más deprisa que antes, y mucho más relacionada. Hoy están muy de moda los correos electrónicos, los e-mails, palabreja que ya está acogida en el diccionario, y aunque los hay de todos los fines, estilos y gustos, muchos de ellos suelen venir cargados de avisos y advertencias. Reflexiones, casi todas, magníficamente presentadas y acompañadas de citas y paisajes apropiados e incitadores a realizar lo sugerido. Pero sea cual sea su apariencia o forma de realizarse, no dejan de ser, simple y llanamente, consejos.
Pero si echamos la vista atrás, dando un ligero repaso a lo que sobre los consejos se ha escrito, podremos encontrar opiniones y sentencias para todos los gustos. Así, y con una visión negativa sobre ellos, existe el dicho de: No me des consejos que me sé equivocar solo. O cuando Terencio asegura: Cuando estamos sanos, todos tenemos buenos consejos para los enfermos. Los hay de índole positiva como estos otros, aunque tengan diferente matiz entre ellos: Mejor un consejo, que no una habladuría, o aquel que afirma: Más vale una cabra que dé leche, que una vaca estéril. Pero no existen, o al menos eso creo, los que no se decantan hacia ningún lado, lo bueno o lo malo, ya que ello va en contra de su propia naturaleza.
Hay por otra parte, personas muy dadas a aleccionar y a advertir, como las hay que no se fían demasiado de las advertencias. Como haylos extro e introvertidos, serios o risueños. Pero esto no es bueno ni malo per se, y más, cuando normalmente suele ocurrir con estos asesoramientos lo siguiente: pedimos consejos casi siempre queriendo escuchar, no ya aquello que nos conviene, sino lo que nos interesa. La mayoría de las veces lo hacemos tarde, a toro pasado, y es de nuevo Terencio quien nos recuerda: Si tienes que dar un consejo a tiempo, darás pocos. Tampoco lo hacemos con la intención fija de seguirlos (véase la cita del principio) sabiendo de antemano que no los hemos de seguir si no se acomodan a nuestras circunstancias. Y por último, y por no extenderme en demasía, o no los valoramos justamente debido a su gratuidad, o no sabemos llevarlos a la práctica. Lope de Vega nos dijo aquello de: No hay cosa más fácil que dar consejos, ni más difícil que saberlos tomar.
Todo esto en cuanto a la solicitud, pero en lo referente a la donación, diré tan sólo dos cosas: que estos adoctrinamientos, que normalmente se basan en la experiencia, la sabiduría y la buena voluntad del dispensador, no suelen encontrar muchas veces, demasiadas veces, epígonos que los sigan, y cada quien suele olvidar casi enseguida lo oído y actúa según su propio albedrío. Eso tan sabido de que nadie escarmienta en cabeza ajena. Y puede que también sea porque piensan que los viejos damos buenos consejos, tal vez porque no podemos dar malos ejemplos.
Pero para mí, y esto es lo mejor de cuanto vengo a escribir hoy, los mejores consejos que escuché en mi vida son los que oí decir a nuestro señor Don Quijote al buen Sancho. Empezando por aquel de: “Haz gala Sancho de la humildad de tu linaje y no te desprecies de decir que vienes de labradores”. Y continuando por aquellos de: “Sábete, Sancho, que….

Abril 2009
Publicado en “El Periódico” de Tomelloso el 24 de abril de 2009