jueves, 8 de septiembre de 2016

La plastilina

Para Maruja C. M., asidua lectora de mis artículos, con mi agradecimiento. Viendo el comportamiento que ha tenido el ser humano desde las fechas en las que Eva y Adán abandonaron el Paraíso y la serpiente para ir a darse una vueltecita por el ancho mundo hasta el día de hoy, a los humanos se nos puede llamar, o describir, de mil y una formas y modos, pero el calificativo que mejor nos detalla y define es el de dúctiles, maleables, dóciles, de fácil manejo, flexibles, sumisos, o cualquier otro sinónimo que se quiera elegir. Pues aunque desde el inicio citado el hombre ha luchado contra todo y contra todos, y con la fiereza y denuedo que hayan sido necesarios para verse libre o, al menos, no sufrir un excesivo y verecundo sometimiento, una vez finiquitadas las batallas y sus fragores, siempre se abandonó en manos de unos chiquilicuatres de tres al cuarto que han sido capaces de domeñar a todos, a unos y a otros, a vencedores y vencidos, hasta hacerles pasar, aborregadamente y agachada la cerviz, bajo las horcas caudinas. Llegó un tiempo en el que lo que no habíase conseguido nunca con las armas, se lograba, sin un excesivo rempujo, con teorías filosóficas, religiosas, políticas, laborales, relajantes, gimnásticas, o de cualquier clase o condición. El caso es que de forma perenne se ha hecho de nosotros, homínidos al fin y a la postre, lo que los gobernantes o prebostes de turno han decidido (decisión siempre tomada con el único fin de lucrarse ellos), y obteniendo así, o tratando de hacerlo, el mayor beneficio y gloria propias. Desde entonces, esto ha sido siempre de esa manera y modo, en toda tiempo y en todo lugar. Y quien, no creyéndome, quiera convencerse de ello, que eche mano de los libros de historia. Pero es más; por los visos que están tomando las cosas hoy en día, parece que todo ello no va a cambiar, sino que todo va a ser igual,… o peor. En la actual época, cuando los seres humanos, o la mayoría de ellos, se va liberando de sus más penosas y, demasiadas veces, lacerantes ocupaciones, deseosos y merecedores de un descanso, aparcan un tanto algunas decisiones y se dejan llevar y dominar de manera casi escandalosa. Y ante esa tranquila presa, son muchas las alimañas que acuden deseosas del espléndido botín, no siendo la más comedida de entre ellas la publicidad, o sea, la divulgación de ideas, información u opiniones, que pueden tener un carácter político, comercial, religioso, etc., con el deseo de que las gentes obren de una determinada manera, piense según unas ideas precisas o adquiera este o aquél producto. Hoy está trabajada increíblemente, y sus seguidores, dirigidos siempre por su number one, David Ogilvy, para poder medio domeñarla han de saber bien disciplinas como sociología, psicología, antropología, estadística o neuroeconomía, y saber muchísimo acerca de Above the line (medios convencionales) o Below the line (medios alternativos). Pese a todo, no deja de ser un ente que, a más de tener algunas virtudes y ventajas, es también insaciable, mendaz, petate y embudista en muchas ocasiones o, al menos, no decidor de toda la verdad. Meticón hasta extremos increíbles, acaba haciéndose con la voluntad de aquellos a los que alcanza. Porque antiguamente, muy antiguamente, el buen paño se vendía en el arca, pero luego las cosas fueron cambiando y, también desde hace mucho, lo que no se ve, ya no se compra. La oferta se fue ampliando (traigamos a colación a los gremios del medievo o a las medinas marroquíes y orientales) y comenzó a desarrollarse la publicidad, fuerza, hoy en día, omnipotente que arrasa por donde pisa, estando (como deidad que es) en todas partes y moviendo ingentes cantidades de dinero. Un anuncio de 30 segundos en la TV norteamericana, en la final de la Super Bowl 50 de este año 2016, ha costado: CINCO MILLONES DE EUROS. Total para transmitirnos noticias, datos e “indudables beneficios” de toda clase, darnos a conocer una cosa o sus muchísimas cualidades (no van a decir que es mala),o hacernos ver que siguiendo las pautas que nos indican nuestra vida será un bello y agradable camino de rosas. Y además, y esto es casi lo más admirable, nos lo dicen como haciéndonos un favor, como si les importase más nuestra felicidad y contento que sus ganancias. Como tratando de convencernos, a nosotros, sin observar (al parecer) que estamos deseosos, muy deseosos, de dejarnos convencer. Muchos ya, por la experiencia habida, piensan que no será tanta la bicoca que nos es ofrecida, pero a fuerza de repetir que es buena, la gente acabará creyendo que sí lo es. -Mira (oyes decir en el supermercado), esas galletas son muy buenas. Lo he oído decir en la tele. Y las compran. Y es que nos hemos vuelto dúctiles y maleables, como el cobre. O mejor dicho aún, flexibles y dóciles como la plastilina. Ramón Serrano G. Setiembre 2016