domingo, 27 de enero de 2008

Lo personal

Lo personal
Ramón Serrano G.

“Los peces muertos son los únicos que nadan siempre a favor de la corriente”.- Popular

Es absolutamente imposible que un hombre, dado el escaso tiempo en el que se desarrolla su vida, pueda aprender por sí sólo todo lo que le es imprescindible para desarrollar aquella, más o menos, convenientemente. De ahí lo necesario de asistir a la escuela y el inmenso mérito de aquellos llamados autodidactas, haciendo constar que dicha estimación hacia estos es debida, no al esfuerzo personal que han de hacer sin ayuda de nadie para obtener un correcto aprendizaje, que si fuera eso se les llamaría voluntariosos, tesoneros o cualquier otro adjetivo al uso. La importancia se debe a que saben separar perfectamente el grano de la paja y aprender sólo aquello que es útil y beneficioso para el saber.
Pero sea cual sea el medio por el que se obtenga la instrucción, el hombre debe procurar a lo largo y ancho de toda su existencia, y no exclusivamente en sus años niños, pubescentes o jóvenes, ir acrecentándola cuanto pueda y de la mejor forma que pueda. Quiere decirse con esto, que debe continuar, año tras año, bebiendo en las fuentes más apropiadas y que mejor calmen su sed de cultura y aprendizaje.
Y aún debe hacer más, que es personalizar la sapiencia obtenida, todo ello dentro de lo posible. Darle una pátina, un toque subjetivo que haga que sus conocimientos no lo conviertan en una, mayor o menor, más o menos completa enciclopedia, en la que tan sólo se refleje y repita lo que en su día aprehendió. Pongamos un ejemplo. Si una persona quiere hacerse una casa y decorarla luego, está muy bien que se fije para hacerlo en publicaciones especializadas que marcan la tendencia o el gusto de artistas estupendos. Pero si se conforma con ello y no añade, por pequeña que esta sea, una aportación propia, por supuesto dentro de un mínimo gusto, aquella será una mansión hermosa pero sin alma, una vivienda digna de ser mostrada pero impropia de ser habitada. Y lo que no será nunca, es un hogar.
Pues al igual ocurre con lo que uno lee y estudia. Está claro que sólo los muy dotados pueden enmendarle la plana o discrepar de aquello que escribieron mentes más doctas que las nuestras, pero uno no debe conformarse con seguir estrictamente y al pié de la letra lo aprendido. Hay que fijarle nuestra impronta, mentalizarnos de ello y grabarlo en nuestra consciencia, que es por supuesto distinta en cada persona. Así demostraremos que estamos vivos, que somos capaces de aportar algo, o al menos de intentarlo. Que no somos meros estanques o pantanos de almacenamiento, sino ríos, o al menos arroyos, que discurrimos
Que me perdonen, pero están muchos, (y si lo prefieren digo estamos) que afirman rotundamente: - “Y eso lo dice Fulanito de Tal”-. Pues muy bien. ¿Pero es que Fulanito de Tal no puede estar equivocado en esa afirmación? Porque hasta el más grande de los sabios cometió, o comete, errores y no hay por qué darle siempre la razón. Igualmente se da el caso en muchos creyentes religiosos, y perdón por ser reiterativo en la aclaración al tema, pero debo decir una y mil veces que no ataco para nada y respeto muy profundamente las creencias de cada uno. Y vengo a decir que hacen apología de un determinado asunto concluyendo:- “Y esas son palabras de San X”-. A lo que habría que contestarle: ¿Oiga y para mí qué importancia tiene San X? Y por otra parte ¿qué iba a decir ese buen señor, que no fuese en defensa de la determinada doctrina que practica?.
Digamos, como último abundamiento en mi opinión, que todos los grandes artistas y pensadores han tenido oponentes, en muchos casos, tan válidos e importantes como sus antagonistas. ¿Quién estaba en posesión de una mayor verdad, Kant, Schelling o Hegel? Un admirador de Beethoven afirmó un día que el compositor llegaba a veces al cielo con su música, pero alguien le contestó que eso era cierto, pero que Mozart ya vivía allí. Todos sabemos que tanto Góngora como Quevedo, y yo me declaro quevediano a ultranza, son dos de las más maravillosas plumas de nuestro inigualable siglo de oro, pero entre ellos se injuriaban, ofendían y menospreciaban a mansalva. E incluso a Lope, nada más y nada menos que a todo un Fenix de los ingenios, se le criticó diciendo que muchas de sus obras en menos de horas veinticuatro, pasaban de las musas al teatro.
De ahí que el lector, el curioso y sabio lector, deba aprender de los buenos autores. Pero no aceptar y creer a pié juntillas todo lo que ellos manifiesten, sino contrastar sus, casi siempre, valiosas opiniones. El poner todas las velas a un solo santo, le beber tan sólo de la misma fuente, puede llevarnos, o al menos acercarnos muy mucho, a un fundamentalismo, lo cual siempre es indeseable. Pensemos que nadie, absolutamente nadie, es perfecto ni está en posesión de toda la verdad. Este es mi consejo. Pero claro, basándome en lo que acabo de exponer, yo tampoco tengo por qué estar en lo cierto. Así que no me hagan mucho caso.
Junio 2004

Publicado en “El Periódico” de Tomelloso el 18 de junio de 2004

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