jueves, 11 de septiembre de 2014

Las potencias

“…no te rindas,…aunque el frío queme, aunque el miedo muerda…”.- Mario Benedetti. Total ¿por qué? ¿Por las caricias falsas e interesadas de una veinteañera? ¿Por unos revolcones en el prado? ¿Por no saber controlar tanta lujuria? Actos, todos ellos, en los que estuviste totalmente dominado por la libídine, un vicio al fin y al cabo, y que, a la larga, termina no satisfaciendo por completo a nadie. Yo pienso que fue sólo por eso. Desgraciadamente tuvo que ser por esa tenuidad, aunque, conociéndote, también debió influir en tu infausta actitud el hecho de que, sublimada tu egolatría con tan parvo e irrisorio triunfo, creíste ser un donjuán y te sentiste muy macho y satisfecho, no sólo con lo conseguido, sino porque los hombres del pueblo comentaron en bares y tertulias tu faldero triunfo, y además, pobre miope, llegaste a creer que las demás hembras, deslumbradas, volverían la cabeza a tu paso. ¡Menudo éxito! O, ahora que lo pienso, ¿no perpetrarías la badomía aquella porque estabas cansado de ser feliz? Que los humanos solemos (y digo solemos porque yo formo parte de ti) cometer esos dislates, y así, ingente cantidad de personas, poseedoras y disfrutadoras de bienes materiales o espirituales muy reconfortantes y satisfactorios, de pronto, se ven atacados por un extraño virus que les lleva, no a una humildad y a una sencillez de vida diríamos casi monacales, sino a un cambio de aficiones y apetencias absurdamente llenas de peligros, y dispensadoras de deleites, de una gran prosopopeya, pero de valor baladí. Por uno de estos motivos, o por todos a la vez, tuviste que dejar a tu familia, a tu mujer, o ¿fue ella la que te dejó a ti? Mas eso da lo mismo. Por otra parte, tu empresa, con muy buen criterio, te trasladó a muchos kilómetros de distancia y debes dar gracias que no te obsequiase con una carta de despido. El caso es que, cuando cuentas con poco más de cuarenta años, cuando tu vida, que, razonablemente y salvo una desgracia, aún no ha llegado a su mitad, tú, hoy, hueles a invierno. A cosecha agostada. A flor marchita. A fracaso. Pero dejemos este tema recurrente. Soy, bien lo sabes, la mitad de tu alma. La que no está conforme, y sí molesta, con tu proceder inadecuado. Pero si observas, en ninguna de nosotras dos, ni en mí ni en el otro fifty, se aprecia el color verde indicador de que existe en nosotras una esperanza de futuro. Dudamos de que seas capaz de remontar el vuelo -lo siento, pero se te ve con las alas muy caídas- y dar a tu existir el impulso necesario para construir una nueva vida. Y aunque esa es nuestra percepción, no es, sin embargo nuestro deseo para el futuro. Nosotras, tu alma entera, quisiéramos que si esa “hombría” de la que gustabas presumir es en ti radicular, te comportes en el inicio de esta nueva etapa de tu existir como un verdadero hombre. Piensa que quien sabe errar también ha de saber acertar, y si tuviste capacidad para unas cosas, debes aprovechar esa aptitud para alcanzar otras. Reinvéntate, será bonito. Nosotras, y por lo tanto tú, tenemos tres potencias. Úsalas. ¿Recuerdas cuáles son? En primer lugar repasa bien lo sucedido, que lo tendrás retenido en tu cabeza. Recapacita todo lo que hiciste y alcanza a comprender qué fue lo que provocó tu fracaso. Hazlo con profusión de detalles, porque el más nimio, tanto si lo era en sí como si a ti te lo parecía, pudo ser el desencadenante de lo que te sobrevino. Ahora, no te abandones, “no te rindas, aún estás a tiempo de alcanzar y comenzar de nuevo…”. Infiere que debes forjar una nueva vida, y para ello, busca ideas, compara situaciones, júzgalas, y luego introduce los cambios que estimes necesarios, porque no creo que quieras persistir en el error. A continuación, lánzate con todas tus fuerzas a modelar la segunda parte de tu existencia. Piensa que eso te va a costar, y mucho. Más de lo que crees. Pero piensa también que, cuando logres tu propósito, serás bastante más feliz de lo que te puedas imaginar, viéndote en el estado en que te hallas. Y si tienes trabajo y una casa, aunque no sea la que tú hubieras deseado, únicamente te debes plantear si el futuro quieres vivirlo solo o en compañía de alguien. Conociéndote y sabiendo que la mujer tiene para ti un valor inmenso, creo que deberías optar por lo segundo. Busca a alguna que te dé apoyo, consejo, ganas de triunfo, mas recuerda, muy mucho, que reducir su función únicamente al sexo es banalizarla de la manera más absurda. Ellas que fueron tu perdición podrían ser la mejor ayuda para tu revalorización. Entonces, si me lo permites, te aconsejaría que trataras de conseguir el perdón de esa a la que tanto daño hiciste, e intentar que volviese junto a ti. Nosotras, que la conocimos bien, sabemos que no hallarás otra mejor, y hasta presumimos de que llegaría a disculparte e, incluso, sería feliz y conseguiría que tú también lo fueras si os unieseis de nuevo. Por último he de pedirte que ahora no te hundas ni abandones. “ No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje…”. Pon manos a la obra sin miedo, con cierto entendimiento y bastante voluntad, pensando que es mucho, y es muy bueno, lo que todavía puedes conseguir a estas alturas. Ramón Serrano G. Setiembre 2014