jueves, 17 de diciembre de 2009

La cartera y la carta

La cartera y la carta
Ramón Serrano G

Siempre que podíamos Luca y yo, escogíamos para nuestro deambular caminos y veredas, ya que estos, amén de ser más tranquilos y seguros, nos permitían ver mejor el campo y la naturaleza. Y un buen día, cuando caminábamos por una de estas cañadas, notamos las huellas que recientemente había dejado en ella el paso de algún ganado. El polvo estaba lleno de marcas de pezuñas, sobre él se veía gran cantidad de cagarrutas, y hasta el aire mantenía aun un ligero olor ovejuno y caprario. Fue entonces cuando mi amigó descubrió algo semienterrado, se fue hasta donde estaba, y me lo trajo en la boca.
Vimos que se trataba de una vieja cartera bastante percudida y rodeada de una goma que sujetaba lo que había en su interior. La curiosidad me hizo abrirla y descubrí en ella muchas cosas. Entre otras, algo de dinero, poco, una foto a la que los años le habían proporcionado un color sepia intenso y en la que se veía a una mujer que sería joven cuando la retrataron, pero que ya no debía serlo. Un billete de no mucho valor. Un almanaque de hacía cuatro años, que en su revés mostraba a la Giralda y unas hojas con varias cuentas manuscritas sobre la venta de algunas ovejas y cabras. Por lógica se le debía haber caído al pastor, pero por más que lo intentamos, ya no alcanzamos a verle, así que no pudimos devolvérsela.
Sin saber bien qué hacer con el hallazgo nos sentamos en un ribazo y seguimos esculcando el contenido de la cartera. En lo más oculto, casi escondida, tenía una carta que enseguida nos llamó la atención. Estaba cuidadosamente doblada y al desplegarla observamos que había sido escrita hacía bastantes años, a pluma, y con una caligrafía correcta y ya desusada. A sabiendas de que no era lo debido, la curiosidad pudo con nosotros y decidimos leerla. Decía así:
< Me veo cercano a la vejez, y esta es mesón de achaques, posada de enfermedades y vecina de la muerte, o sea, esa marcha a la que antes me refería. Aquellos no me arredran puesto que, como van llegando poco a poco, te acostumbras a ellos; las otras creo que con un poco de aguante y alguna ayuda sabré soportarlas, y a la última no le temo. Un día, cuando joven, sirviendo en la legión, tenía un compañero británico que decía siempre en su idioma: -Oh death where is thy sting? Y desde entonces aprendí a no temer a la muerte, a despreciarla, a no saber, o mejor dicho a ignorar, dónde está su aguijón.
Lo que sí nos hirió, y bastante, no fue el hecho de vuestra marcha, de la que no fuisteis culpables, por supuesto, ya que lo que os llevó a ella fue la obligada emigración para obtener, no sólo un corrusco de pan, que hasta eso me era difícil procuraros, sino, además, una vida un tanto digna. Pero estar separados de vosotros nos hacía insoportables a madre y a mí las muchas horas de trabajo y de vigilia, que el sueño se hizo raro acompañante desde que faltabais. Más que alimentos tragábamos lágrimas, tantas, que estas nos hubiesen ahogado si no las hubiéramos derramado constantemente. Nos acriminábamos de no haber sabido desarrollar bien nuestra misión educativa, desdeñando que nuestros medios y circunstancias no eran los idóneos para tal menester. Nos atribulaba el no haberos enseñado un oficio, un trabajo distinto a este mío, tan esclavo. Nos afligía que no supiéramos encontrar el medio para daros algún estudio, y que eso os pudo lancinar, más incluso que la enfermedad o la muerte. Que, acaso por comodidad, nos limitamos a tratar de eliminar cualquier posible mezquindad innata afanándonos en dirigiros por adecuados cauces, procurando, eso sí, con todas nuestras fuerzas que no fueseis malas personas y aun más, que fueseis buenos, diciéndoos como Quijano a Panza, que la sangre se hereda pero la virtud se aquista y que la virtud vale por si sola lo que la sangre no vale.
Con harto dolor hubimos de comprender que aquello no era vida, o que era, desde luego, inaguantable. Que aquello de correcto tenía poco y por ello, como lo que impele a la búsqueda de la razón es la imperfección, Menos mal que la compañía suele ser un albergue de consuelos y auxilios, con lo que empezamos a ayudarnos, diciéndonos algo que también quiero transmitiros, y que es que debes tratar de controlar tu destino, o este te controlará a ti. Essaié toi, la vie t’attend. Inténtalo, la vida te espera, que oíamos decir en Francia cuando íbamos allí a la vendimia.
Todo esto, así como lo que sigue, es el motivo de esta carta. Tened ánimo para vencer las dificultades, pero sobre todo consolaos, al igual que nosotros lo hacemos en casa. Pero ojo que esto no quiere decir que os resignéis tranquilamente con lo que os llegue. Son muchas las desgracias, reveses y avatares que pueden sobreveniros, mas todo tiene sus inconvenientes, pero también su final. Así que no desfallezcáis y luchar, que sólo con el esfuerzo podréis lograr……>>
Allí terminaba lo escrito, sin que pudiéramos adivinar por qué. Y en esas nos hallábamos, cuando vimos venir a un labrador en bicicleta. Le alcé el brazo para que se detuviese, paró para saludarnos y al vernos con la carta y la cartera en la mano mostró extrañeza. Lo noté y le dije: - Mire amigo, nos hemos encontrado esta cartera y por lo que hemos visto en ella debe pertenecer a algún pastor que andará por aquí cerca, pero al que no hemos podido encontrar. ¿Le conoce usted?
-Le conozco a él, reconozco su cartera, y me sé de memoria esa carta que tiene en sus manos, me contestó. Es de un buen amigo y un buen hombre. Un mal día sus hijos hubieron de dejarles a él y a su mujer, en busca de un trabajo difícil de encontrar. Se resignaron a ello malamente, pero lo peor fue que otro mal día les llegó la triste noticia de que los dos hijos habían muerto en un accidente laboral. Estaba redactando esa carta que me imagino que habrá leído usted y que él conserva con tanto cariño, tal y como la tuvo que interrumpir al desaparecer los destinatarios. Si no le importa, démela, que yo se la entregaré dentro de un rato, cuando pase por su casa. Esa cartera, con esa carta, es lo que más quiere en este mundo.

Diciembre 2009
Publicado en “El Periódico” de Tomelloso el 18 de diciembre de 2009