jueves, 14 de agosto de 2008

La soleá

La “soleá”
Ramón Serrano G.

Para Avelino Perpiñán, un hombre que gusta del arte, la filosofía y las orquídeas.

“….piensa que el mundo es chiquito y el corazón es inmenso”.- Gª. Lorca

- Buenos días. ¿Se puede?
- Pasa Luis, pasa, contestó Olegario. Como verás el “foro” está hoy concurrido; pero para ti siempre hay un sitio, que tú, como estos, disfrutas con el diálogo y no con el chinchorreo.
Pasamos, nos acomodamos, y tras los obligados saludos de rigor, los contertulios siguieron con el tema que traían entre bocas. El taller, ubicado en la calle de los Carros, era amplio, capaz de acoger la guarnicionería con la que lo abrió el padre de Olegario. La muerte de este vino a coincidir con la invasión de los tractores y la correspondiente desaparición de las mulas, lo que trajo aparejado (y nunca mejor dicho) el desuso de los arreos y su arredramiento. Cambió entonces el hijo de oficio, pero como buen conocedor del cuero, se dedicó a la fabricación de petacas. ¡Qué bien las hacía! Suaves como la seda, brillantes como el charol. Pero el tabaco empezó a venir liado y hubo de cambiar a su actual ocupación, la de zapatero remendón. Humilde, sencilla, pero con la que ganaba lo suficiente para vivir con cierto desahogo, gracias a una buena clientela y a que sus necesidades y las de la Obdulia, su mujer, no eran muchas.
La conversación entablada estaba negra como el cielo de la mañana, que amenazaba con una lluvia tan deseada como remisa a caer. La charla tenía enjundia y los tertulianos mostraban en ella un profundo pesimismo hacia los muchos problemas que aquejaban a la sociedad y al mundo, y a los que no se les veía trazas de desaparecer sino, antes bien, de agrandarse y arruinarlo todo.
- Os decía que llueve cada vez menos porque se están arrasando los bosques en Brasil y en tantos otros sitios, dijo Santiago. Aparte del calentamiento ese de la atmósfera, del que tanto se habla hoy en día, pero que nadie trata de remediar.
- No, si no te tienes que ir tan largo, medió Crescencio. Nosotros en nuestras tierras sacamos de cuajo carrascas y sabinas, para poner unas viñas, muchas de ellas poco productivas y que taparon nuestras hambres sólo a medias. Y es verdad que ya no llueve como antes. ¿O no os acordáis de cuando había temporales, y los gañanes se quedaban en el pueblo y, mientras duraba el aguacero, se dedicaban a enjalbegar las cocinillas o se entretenían arreglando los empotres de las gavilleras?
- Y en lo del calor, intervino Andresete, también lleva razón este, que tengo oído que se están derritiendo los hielos de los mares y eso no debe ser bueno, creo yo. Desde luego, estaréis conmigo en que ya no nieva, y ni tan siquiera hiela como helaba. Y si no, ¿cuántos de vuestros nietos han visto chupones de hielo en los aleros de los tejaos? Ninguno.
Luis observó cómo en aquella especie de rebotica, todos querían dar su opinión y que el ambiente estaba cargado de pesimismo. Pero él, prudentemente, siguió a la escucha.
-Pues temas hay unos cuantos. Porque podríamos hablar también de la degradación del medio ambiente con las basuras urbanas, con los desperdicios o con los malditos incendios provocados, intervino de nuevo Santiago. O, si no, del ansia de cuartos que hoy tiene la gente. Dionisio “el Terco” siempre ha sido un buen albañil, y Toribio “Lampa”, era un carpintero como pocos. Tenían más trabajo del que podían desarrollar. Y hacían el que podían y lo hacían bien. Ganaban su dinero y quizás hasta iban ahorrando un capitalejo. Pero ahora todos, o la mayoría, se dediquen a lo que se dediquen, sólo se afanan por querer amasar fortunas de forma rápida y turbiosa.
-Bueno, terció Delfín, que había sido Maestro Nacional. Y no digamos nada del comportamiento de la raza humana. Se ha cambiado tanto de cuando nosotros éramos muchachos a nuestros días, que parece que no seamos de la misma especie. ¿Qué ha sido del respeto, del saludo o de la cortesía en el trato? ¿Y del ansia de saber y el gusto por la cultura? ¿Quién vela hoy por el buen comportamiento? Y la culpa de todas estas desgracias, porque esto no son más que desgracias, la tiene…
- ¡Eh, alto ahí!, cortó Olegario. Luis y los demás quedaron un tanto perplejos ante esta inusual intromisión del titular del local, quien, habitualmente, no daba opinión alguna sobre lo que se hablase, limitándose las más de las veces a hacer algún mohín, ya fuese aprobatorio o discrepante. Pero siguió diciendo:
-Creo que todos conocéis el célebre diálogo entre Babieca y Rocinante. Aquel que empieza: “¿Cómo estáis Rocinante tan delgado?... Pues, acordándome de él, os digo que observo que hoy os estáis poniendo metafísicos. Pero, sin embargo, vosotros sí que coméis, y algunos bastante bien. Es cierto que estos tiempos las cosas van mal; que abundando en lo que decía este, apenas hay ya unión y ensamblaje en la familia; que a casi nadie preocupa la apariencia exterior y no existe ningún rechazo a lo vulgar; y estoy con Santiago en lo de la economía. Y aún más, afirmo que ha mermado preocupantemente el ahorro y el gasto ha subido de un modo desenfrenado.
-Pero poco haremos, si como muchos, nos dedicamos únicamente a buscar chivos expiatorios y a denunciar culpables. Ese es el auténtico mal. Cuando algo no funciona, cuando todo o casi todo se tuerce, no es lo bueno quejarse, sino estudiar las causas que han producido el estropicio y ponerle de inmediato el arreglo más conveniente. Con buenas obras y pocas críticas es con lo que se alcanzan logros.
-Por otra parte, os veo agobiados por el pesimismo en vez de estar ilusionados de esperanza. Deberíamos pensar que, a la postre, los males son nimiedades, y, si me apuráis, pasajeras, mientras que las cosas buenas de esta vida son muchas e importantes. Lo nocivo nos puede afectar a todos, y de hecho así ocurre. Y con mayor o menor intensidad o duración. Pero pronto pasa. Todo lo que no es importante, pronto pasa. Pero pensemos en los hijos, en el amor, en la naturaleza, en la cultura, o en tantas y tantas cosas que tienen auténtica valía, y que estuvieron antaño, están hoy y estarán mañana entre nosotros.
-Es por eso, y por muchas cosas más, que no nos debe acoquinar la tiniebla, ni abandonarnos creyendo que todo lo que acontece es inevitable. Hay por ahí una teoría que habla de que precisamente el colapso final del universo se podrá eludir gracias a la oscuridad del cosmos. Pero de esto yo no sé mucho, así que no me pidáis que os cuente más de ello. Pero lo que sí puedo deciros es que es bueno, muy bueno madrugar. Aunque sólo sea para poder presenciar la maravilla de cómo la noche se va tornando en aurora. De contemplar el rocío antes de que se lo beba el sol. De ver los barcos venir, al amanecer del día. Por esas, y por otras muchas cosas, es bueno alzarse temprano.
-Pienso que esa, y no otra, debe ser nuestra misión y nuestra postura ante las adversidades. Criticar a quien las produjo o las favoreció, nunca. Bastante tiene el reo con su culpa y su remordimiento. Por otra parte debemos recordar aquello de que no se debe juzgar si no se quiere ser juzgado, y que con la misma medida que midamos habrán de medirnos. ¿Qué hacer entonces? Sencillamente eso. Sentir vivamente el extravío, pero ponerle soluciones de inmediato y abrir una ventana a la esperanza.
-Y que sepáis que esto no lo digo yo. Nuestro proceder bien nos lo está marcando García Lorca en su “Soleá”. Y nos lo dice muy clarito: “Vestida con mantos negros, piensa que el mundo es chiquito y el corazón es inmenso…”
Agosto de 2008
Publicado en “El Periódico” de Tomelloso el 14 de agosto de 2008