jueves, 29 de enero de 2015

DE su escasez, un poco

A los socios agricultores de la bodega almazara Virgen de las Viñas, de Tomelloso. Quisiera aclarar, en el inicio, que estas palabras mías de hoy tienen como único fin el ponderar la actitud de un determinado grupo de personas, y que mi deseo exclusivo es que estas líneas sirvan para enaltecer el comportamiento de esos viñeros, empresarios y trabajadores de este pueblo, que como socios de la Bodega y Almazara Virgen de las Viñas, han decidido promocionar y premiar anualmente, y a nivel nacional, a escritores y pintores, lo que habla muy bien y da buen nombre a la entidad y al lugar. Y hago esta declaración de principios porque para nada tengo que adular o dar coba al presidente de esa entidad, Rafael Torres Ugena, de quien partió la idea de instituir dichos premios, ya que el conocimiento que tengo de él desde hace muchos años me hace estar por encima de cualquier lisonja. Y hablo así porque así lo siento, como además digo que poco o nada entiendo de explotaciones agrícolas y mucho menos de cooperativismo, pero sé perfectamente que ese dinero, que por otra parte ignoro si es excesivo o escaso, está bien gastado en arte y no sería más beneficioso, económicamente hablando, si se dedicara a distintos menesteres o inversiones. Lo que yo quiero decir a las claras y con mi mayor expresión de admiración y reconocimiento, es que observo como un gran grupo de viticultores ve con buenos ojos, y da su aprobación, a que una parte de sus ganancias, y algunos años de sus pérdidas, se destinen a la cultura. Que en los tiempos que corremos suele haber pocos mecenas y menos entre aquellos a los que no les caen los euros de bóbilis, sino que para ganarlos han de moverse y deprisa. Porque, como ya digo, poco sé de agricultura, pero llevo más de setenta años viviendo entre ella y no se me escapa, que por lo menos la de por estas tierras en que habitamos, no suele ser demasiado pródiga en rendimientos para quienes la cultivan. Que hay sitios en los que por la bondad del clima, la abundancia de agua, o la excelencia de los terrenos, los cultivos dan pingües rendimientos a quienes los laboran. Pero en esta Mancha de nuestros pecados en la que nos ha tocado vivir, sacarle un céntimo a la tierra cuesta lo que muchos no creeríamos si nos tocara pasarlo, pero que el agricultor lo sabe bien porque lo tiene muy sufrido. Labradores que se ven anualmente amenazados por espadas como el hielo, el pedrisco, el mildiu, la cenicilla (el oidio), el mal cernido, la polilla, el sapo (la piral), la araña roja, el acedo (la yesca), la podredura, e incluso los casi siempre bajos precios, que si no hacen desaparecer sus cosechas, al menos las disminuyen mucho, y con más frecuencia de lo que fuese deseable, de tal modo que a muchos de ellos les hacen vivir más veces de préstamos que de rentas. Y sin embargo, y pese a todos estos riesgos, saben y quieren ayudar y promocionar al arte, y eso tiene un mérito excepcional. Porque es normal, como antes dije y hasta cierto punto, ver como quien obtiene el dinero en abundancia y sin demasiado esfuerzo, da un algo de lo suyo, muchas veces para figurar y otras por auténtica filantropía. Pero no es corriente, y de aquí mi sincero aplauso y reconocimiento, observar que a quienes les cuesta tanto ganarlo, no les importa conceder un poco de lo que tienen escaso, no con un fin crematístico, industrial, de investigación o de mejora de medios, sino para ver de conseguir en el presente y en el futuro buenos frutos y rendimientos culturales. Y que esto lo haga uno, vale; pero que lo haga una agrupación entera, podríamos decir que todo un pueblo, puesto que esa cooperativa acoge al ochenta por ciento de los viticultores de la localidad, da idea de las altas miras y el buen criterio de sus asociados, que saben entregar al arte lo mejor de sí mismos. En realidad no debiera extrañarme esta actitud, ya que Tomillares es cuna de escritores y pintores insignes, de artistas de gran valía. Y eso no se da por casualidad, sino porque en la esencia del lugar y en el alma de sus habitantes, hay un gran componente de espiritualidad y una gran propensión hacia todo aquello que suponga satisfacción para el alma. Aquí hay quien pinta, quien escribe, quien compone o quien interpreta música o teatro. Y quien no puede hacer algo de eso colabora a medida de sus posibilidades, bien sea con su trabajo, con su asistencia, o con su economía. Y en este último apartado, el dinerario, y como queda dicho, aunque este no sea abundante para muchos, de lo que tienen escaso, dan un poco. Y eso, amigos, debe ser reconocido y alabado. Y en ello estoy. Ramón Serrano G