viernes, 19 de junio de 2015

Menchu

-Pero bueno Menchu, explícame, ¿qué ha ocurrido? Vengo al pueblo a pasar mis vacaciones y lo primero que llega a mis oídos es que Esteban está a punto de casarse con otra mujer sin que tú hagas, o hayas hecho, nada por impedirlo, aceptando pacientemente que te lo roben. -Eso, Teresa, son dos informaciones y no una, y es cierta la de su inmediato enlace, pero no lo es, en absoluto, la de que me lo han robado, ni la de mi pasividad. -Pues ya me contarás, que para eso soy tu mejor amiga. -Lo haré, pero déjame primero que me extasíe recordando sus muchos atributos (que son todos, pues pienso que no tiene imperfecciones), y así, lo mismo que me ocurrirá a mí al referirlos, te pasará a ti como oyente. Porque las cosas buenas no sólo nos proporcionan un gran placer en el momento de admirarlas, sino que también lo hacen, y muchos, quizás la mayoría, creemos que en mayor modo cuando las evocamos. -¿Que por qué?, prosiguió. Pues porque en la rememoración confluyen normalmente dos circunstancias: una, que este recuerdo de las cosas de gran belleza o valía, solemos realizarlo a solas y, sin compañía de extraños, analizamos pormenorizadamente, y por tanto mejor, todas y cada una de las circunstancias deleitosas que poseen aquellas preseas. Dos: que en esta gratificante tarea siempre se nos para el reloj. Dicho de otro modo, que no nos acucia el tiempo sino que, despaciosamente, la vamos rumiando tratando de conseguir lo inalcanzable: quedarnos saciados de ella. -Sí, Menchu, pero tú sabes que la belleza está en los ojos de quien la mira, aunque últimamente se afirma que nos es la vista quien la aprecia sino el cerebro, o mejor dicho, una parte de él llamada corteza orbitofrontal medial, así que déjate de disquisiciones que de eso sé algo más que tú. -Será así para la ciencia, pero para mí es como te expliqué antes. Para mí, que hablar de belleza, o mejor dicho, de lo perfecto, es hacerlo de Esteban. Él, lo sabes tú, lo sabe todo el mundo y no digamos yo que llevo cinco años trabajando a su lado, codo con codo con él, es el hombre más encantador del universo. Qué decir de sus ojos, verdes como lo era el mar en los primeros años; de su cabello rubio casi miel, que le aporta un estilo cálido y voluptuoso; de su boca carnosa, ofrecedora de los más sabrosos besos; de su figura, que el mejor de los atletas la desearía. Y para qué continuar enumerando sus cualidades. -Pues más a mi favor para que sea incomprensible lo que está pasando. -Eso es lo que parece que ha ocurrido a primera vista, pero tú sabes que, en esta vida, aun cuando hay sucesos que parecen incomprensibles, eso suele ser al principio, ya que luego, si se investiga un tanto, aparecen las causas, unas intrincadas, otras muy evidentes, que nos dan la explicación del porqué de lo acaecido. -Me imagino que conoces esas causas y que querrás explicármelas. -No lo haría ni ante un juez, porque eso conlleva el hablar mal, o mejor dicho, el no hacerlo para bien de una persona a la que me une tanto, pero a ti no puedo negarte nada, que son muchos años los que nos conocemos y es incontable lo que te debo. Así pues, atiende que sólo te lo diré esta vez. -En la vida hay detalles nimios que pueden ser sin embargo muy trascendentes en determinadas personas. Recordarás a Jorge, el íntimo amigo de Esteban, que se casó con la hija de Jesús Ariola, el magnate de los transportes, que no sabe el dinero que tiene. Pues un fin de semana, hace algo más de un año, vino Jorge un fin de semana y, como es natural, comieron juntos y juntos pasaron varias horas. Ignoro de qué hablarían, pero lo cierto es que, a partir de esa fecha, Esteban empezó a no estar contento con nada de lo que tenía y disconforme con todo lo que habíamos planeado. Y esa desconcordia fue en aumento hasta que un día me espetó que había llegado a la conclusión de que conmigo no podría ser nunca feliz y que desde ese instante nuestra relación quedaba rota. -Puedes suponer que hice lo que no está en los escritos para tratar de convencerlo de lo equivocado que estaba. Preguntas, razonamientos, ruegos, promesas que de nada sirvieron. Nuestro trato desde entonces se ha restringido a lo estrictamente laboral y hace un par de meses me enteré que había formalizado relaciones con Nuria Pérez, la ricachona de la alfalfa, a la que nunca ha podido ver, pero quien parece ser que le ha prometido el oro y el moro y una vida llena de lujos y suntuosidades que yo no le hubiese podido entregar nunca y a la que no ha querido renunciar de ningún modo, aun cuando para ello no le haya importado tirar por la borda el trato sencillo y amoroso que tuvimos durante mucho tiempo. -Entonces, ¿ha sido la avaricia y el boato los que la han llevado a cometer eso que tiene toda la pinta de ser una insensatez? -Parece ser que sí, pero no puedo a asegurarlo. Y me apena no por el daño que me ha hecho a mí, sino porque sé que, con el modo de vida que ha elegido, tendrá muchas cosas pero carecerá de las más importantes. Está dominado por la avaricia y esta, ya lo dice el Eclesiástico (14.9) seca el alma. -Pero nunca dio muestras de ser así. -A mí me lo vas a decir. Pero las personas, algunas personas, viven con unos comportamientos determinados durante algún tiempo y, de pronto, bien porque determinadas circunstancias las llevan a ello, o bien porque en el fondo esa es su auténtica eseidad, cambian de manera radical, unas veces para bien y otras, como en este caso, para mal. -Sabes que siento de verdad, querida Menchu, no que lo hayas perdido, sino que lo estés pasando mal. Ramón Serrano G. Junio 2015