jueves, 1 de noviembre de 2012

Meduseo

Para A.T., con mi agradecimiento. -Luis - le dije-, en mi raza los animales sólo buscamos a la hembra con una finalidad, y conseguida esta, ya convivimos con ella tranquilamente. Pero he observado que, en la vuestra, concedéis a la mujer muchas virtudes y condiciones, con gran acierto eso sí, pero esto os lleva a depender de ella unas veces, y otras, que no pocas, a bailar al son que ellas tangen. - Pues he de responderte, Luca, que tienes buenas dotes de escarcuñador, que así es ahora, y así viene ocurriendo desde que el homo erectus dejó paso al hombre actual. Y ello se debe a que siempre se ha sabido reconocer la inmensa valía de las féminas, aun cuando no en todas las ocasiones se haya obrado de acuerdo a ese reconocimiento. “Pobres necios que acusáis…” que dijo Sor Juana Inés. -Sabrás - prosiguió nuestro amigo- que, ya en la antigüedad, la mujer obsesionaba a la sociedad por las más diversas razones, cosa esta suficientemente demostrada. En unas épocas, porque gobernaban (recordemos, aun cuando sólo sea citándolas, la ginarquía y la ginecocracia). En otras, porque se le concedían facultades poco comunes, como la profecía o la adivinación (ahí tenemos a la sibila délfica representada en la Capilla Sixtina por Miguel Ángel). Y en la Edad Media, por ejemplo, porque era “el peligro” para los frailes y beatos, quienes tenían siempre presente a los enemigos del alma, mundo, demonio y carne (sobre todo, y ante todo, la carne), por lo que a esta se la veía sólo relacionada con la concupiscencia, y esto les obligaba –muy a su pesar- al voto de castidad, mientras que para otros, poetas y caballeros, la mujer era el mayor ideal al que podían aspirar. -Y para demostrar la enorme valía femenina, traigamos a la memoria sólo a unas pocas mujeres. Evoquemos a Nefertiti, reina de belleza inmensa. A Hypatia, filósofa y científica. A Juana de Arco, heroína. A Lady Godiva que exhibió su desnudez en aras de una justa causa. O a María Sklodowska, química y física de una bien ganada fama internacional. Pero, ¡a qué seguir! Tan sólo he de pregonar una vez más, y a voz en cuello, que la mayor maravilla que pueda hallarse en este universo mundo en el que vivimos es, sin duda alguna, la mujer, y nadie venga a reprocharme que es tema este que ya tengo tratado anteriormente, ya que le contestaría que las cosas verdaderas y valiosas ( y esta afirmación lo es, y mucho) se han de decir no siete, sino setenta veces siete. -Pero no es tan sólo por las hembras famosas por lo que quiero confirmar la veracidad de tu observación e insistir en la mía, sino por esos millones y millones de mujeres, humildes, sencillas y desconocidas, que en el mundo son, han sido, y seguirán siendo, las cuales han logrado, sublimemente, que la vida haya llegado a ser maravillosa para muchos en muchas ocasiones. Citaré, para demostrarlo, únicamente dos de sus virtudes. Una de estas dos facetas aludidas, es su laboriosidad, que se desdobla, y en ambas mitades, se funde con su gran sentido económico y programador. ¡Cuántas y cuántas familias en todo el universo han salido a flote gracias al trabajo serio, duro, eficiente y callado de una madre de familia! Nunca se le reconocerá y agradecerá lo bastante. -Pero donde más destaca el elemento femenino es en su forma de concebir el Amor y en darlo. Y observarás que hablo del Amor con mayúscula. En todas las acepciones y modos que lo queramos contemplar, el Amor es una obra excelsa, y la hembra su intérprete más exquisito. Te pongo un ejemplo. El concierto para piano nº 1 de Chopin, el Op. 11, es algo sublime, pero si lo oyes ejecutado por Rubinstein creerás estar en el cielo. Aquí ocurre igual. Puede pensar en un amor carnal -recordemos a la inconmensurable Melibea-, e incluso, puede que si rechaza este, esté sintiendo la represión a la que ha estado obligada desde niña, y de la que posiblemente se protegerá por un instinto maternal. -Mas dejando a un lado esta faceta carnal del Amor, hablaremos, aun cuando sea sucintamente, de él en alguno de sus otros matices. En el conyugal, filial, amistoso, o social, la señora, la hija, la amiga, o la compañera, sabrá dar y obtener del Amor un jugo sempiterno, ya que es sabido que la mujer dejará de amar a quien ella haya entregado su corazón el día que el pintor pinte sobre una tela el sonido de una lágrima, pues su sabieza les hace percatarse desde el inicio de la vida en este mundo, que lo único que puede hacer vivir a una persona es estar enamorada, pues si no, su vida será un no, un sobre, un mal vivir, con seguridad absoluta. Y tal vez ni tan siquiera eso; sencillamente vegetar. -Y por ello, ella, como sin darse cuenta, como si nada hiciera, siembra, riega, cuida el maravilloso y fértil campo del Amor, y no encontraremos en el transcurrir de los tiempos a una labriega u hortelana y, a la vez, administradora, más generosa y más rácana, pues siempre ha sabido, y sabe, dar lo justo, y, casi siempre, un poco menos de lo que atesora, para dejar encelado y deseoso a su amante. -Que esa es otra, y con esto acabo, amigo Luca. Pues si te he ponderado a la mujer en sus múltiples aspectos amorosos, digamos que sabe llegar al cénit de sus prodigios, a la quintaesencia de su maravilloso arte amatorio, cuando se pone a dar achares a su enamorado. ¿Que qué son achares? Pues un arte que ellas dominan increíblemente y con el que consiguen que el pobre, salte, brinque, ande por la cuerda floja, para luego venir dócilmente a beber de la mano de su amada como si fuese un potrillo bien domado. -Porque dime tú, amigo mío, qué habrá de hacer un hombre cuando la zagala por la que bebe los vientos le dice en un susurro: “No quiero que te vayas, ni que te quedes./ Ni que me dejes sola, ni que me lleves./ Quiero tan sólo…/ De ti,… no quiero nada./ Lo quiero todo.”. -¡Ay Luca, Luca! No olvides nunca que lo más simplista que puede hacer un hombre con una mujer es practicar el acto sexual, mientras que lo más excelso que pueden hacer un hombre y una mujer es el Amor. Cómo te explicaría yo, para que entendieses perfectamente y lo comprendieras, que una mujer, y más si está enamorada, es algo meduseo. Lo más maravilloso de la naturaleza. Ramón Serrano G. Noviembre de 2012