martes, 29 de enero de 2008

Tener o no tener

Tener o no tener
Ramón Serrano G.


- Mira Luca, que los hombres siempre aspiran, y siempre lo han hecho, a poseerlo todo, o, al menos, cuanto más puedan. Shakespeare pudiera muy bien haber escrito en “Macbeth”: to have, or not to have, lo mismo que escribió: to be, or not to be, en el célebre comienzo de su famoso monólogo de “Hamlet”, obra esta dedicada a la venganza, como aquella lo es a la ambición. Dicho sea de paso, sepas que nadie como el inglés describió con tanto acierto los sentimientos y las pasiones humanas.
Y te digo que el ansia de posesión ha condicionado, a lo largo de todos los tiempos y a lo ancho de todas las tierras, la conducta del hombre. De ese hombre que ha sabido elevarse desde el ser cuasi idéntico a sus parientes los lémures y los monos, hasta convertirse en homo sapientísimo. A saber superar sus enormes limitaciones con estudios, con inventos, con logros admirables que le debieran haber llevado a la consecución de un estado de placidez y bienestar, pero que, bien al contrario, se halla inmerso hasta el labio de arriba en la inmensa ciénaga de inmundicia que es, hoy en día, la vida en este planeta azul que habitamos. ¡Planeta azul, que eufemismo!
- Luis, hoy te noto muy pesimista, intervino Luca.
- Realista, debieras decir. No ha sido otra cosa que la ambición lo que ha llevado a las personas a condenarse a vivir en una selva, en la que rige la primitiva y tribal ley del más fuerte. No creas que estoy utilizando tópicos. Son verdades palpables, tangibles, para cualquiera que quiera pararse un poco a pensar en ello. No dudes que es la ambición la que nos ha llevado a esta situación, guiada, eso sí, en la mayoría de las veces por su hermana la envidia, que a quien logra dominar lo lleva a convertirse en una sabandija por muy bueno que fuese en su principio. Bien podría decirse que la envidia y la ambición juntas forman un caldo completamente abiótico.
- Vamos, quieres decir que estas dos son como las hijas de aquél infeliz, que una era buscona y la otra meretriz, aposteló el can.
- Exactamente. En lo antiguo, cada uno sabía estarse en su sitio, deseando subir y mejorarse, que eso está bien y es digno de alabarse, pero siempre que se haga con modo y continencia, que el ansia, Luca, no es buena ni para vomitar, como decía Pablo Castillo, el veterinario. Pero la gente de ahora no es así. Todo lo desea y todo lo envidia. <<>>. Y no se procura allegarse a algún saber o a lograr determinada posesión, por ese deseo natural al que antes aludía. No. Se hace porque ya lo ha hecho el pariente, el compañero de trabajo o el vecino. Pero es que aún es peor la vocinglería, que a más de codiciosos son vociferantes y tienen que pregonar que son hijos también asisten a clase de esgrima, o que ellos ya tienen su coche “Virtudes”. ¡Pobres necios!
- Lo que sí he notado, tratando en nuestro deambular con muchas gentes, es que, en su mayoría, suelen tener mejores los comportamientos aquellos que poco o nada tienen, que los que han posesiones en demasía.
- Y yo te digo, que si eso has visto es que eres buen observador, que el humilde suele tener más largueza que el deseoso, así como el que poco necesita suele proceder mejor que quien mucho ansía.
Y aún te diré otra cosa. Muchos hombres no se dan cuenta, que al fin y a la postre, todo lo que acaparen lo acabarán compartiendo. Bien porque con ese fin lo hayan adquirido o bien por que la “infalible” les obligará a dejarlo en su momento. Tan sólo hay una cosa que el ser humano posea únicamente para sí mismo, que es exclusivamente suya: sus sueños, sus ilusiones. Los bienes sean, o no, tangibles acabará compartiéndolos. El amor, el dinero, el honor, una finca, incluso la felicidad o la desgracia no serán jamás suyos por entero.
Los sueños sí. Leemos a André Gide, el nóbel francés: “¡Ah! cuantos sueños; es lo mejor que hay….qué sed puede tener un corazón…” Aun cuando sean inalcanzables, increíbles, nos pertenecerán por completo. También tienen sus problemas, como no, pero propios, íntimos. Uno los idealiza, comprueba sus virtudes, pero luego viene la vida, con tanto canalla que anda suelto, y te abate tus utopías. Hay alguien que es paradigma de un ideal: la mujer, que tiene mucho de onírico. Uno la ve, se ilusiona con ella y en cuanto empieza a tratarla, comprende su gran valía. Pero luego, su parte somática, y todo lo que ello conlleva, abate una muy grande porción de su esplendidez.
Pero te decía que los sueños deben, deberían, ser íntimos, incontables, o sea que no debe el hombre narrarlos, sino guardarlos para sí, pues les ocurre como a los peces, que si los sacas de su entorno natural, fenecen
Entonces, le dije a Luis:
- Oye, estoy cayendo en la cuenta que si tú no tienes nada, debe ser por lo buena persona que eres.
Y mi amigo contestó sonriendo:
- Nada tengo en efecto, que sea material. Pero no creas que soy tan buena persona como crees. Sepas, que toda regla tiene su excepción.
Setiembre 2005

Publicado en “El Periódico” de Tomelloso el 9 de setiembre de 2005

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