martes, 29 de enero de 2008

Lo pendiente

Lo pendiente
Ramón Serrano G.
Para Martín, el de Reve.

-“Mira Ramón, que a mí ya me queda mu poco. Y lo que siento no es eso, sino tó lo que me dejo pendiente, que toavía, tengo muchas cosas sin hacer”. Quien así hablaba era Deogracias, el de la Apolonia, que debería andar ya cerca de los ochenta y que desde su casa, que estaba a la par de la tienda, se venía muchas mañanas a hablar con su vecino. Que a las personas les viene a ocurrir lo mismo que a las plantas o a los animales, que cada uno de ellos tiene, en mayor grado, unas condiciones que les caracterizan perfectamente, y así Ramón, el tendero, tenía algo que atraía a los paisanos a entablar diálogo con él, apreciadores de su buen criterio y saber decir.
Era este Deogracias, alto, enjuto, con tantos dientes como pelos, o sea, más bien pocos, pero que no usaba gafas y tenía un corazón más grande que él y un alma más limpia que el alba del cura un domingo de resurrección. Trabajó mientras le dejó el gobierno y la empresa, y aún después no le faltaba alguna que otra faena con la que ayudar a su magro jubile. Ahora mataba su tiempo ayudando en alguna faenilla casera, no pisaba nunca el centro social puesto que los juegos no le gustaban y lo que allí se solía hablar no era muy de su agrado, por lo que solamente acudía a conversar, largo y tendido, con su vecino
Fue y sigue siendo muy común el que las personas de una edad avanzada, a falta de mejor ocupación, se reúnan para verse, hablar, convivir, vivir en suma. Y cuando estas reuniones no se celebraban en algún círculo o en el ágora local, los oradores y sus escuchantes ( que siempre hubo los que disertaban sin descanso y los masoquistas que oían tranquilamente y se tragaban cuantos les echaran) plantaban sus aulas, digo, en locales comerciales donde, además de hacerse oír mejor, estaban cobijados de los rigores del tiempo. Claro que ayudaban mucho las circunstancias en las que se desenvolvían los distintos trabajos de los anfitriones. Recordaremos, aunque innecesariamente, las decimonónicas reboticas, mentideros muy sacados a la luz literaria por diversos autores, aunque por nuestras tierras las tertulias se solían hacer con mayor frecuencia en las barberías, como ya tengo dicho en mi artículo El último vestigio, aunque también eran “cátedras” muy dadas a la cháchara, y sobre todo al chinchorreo, las desaparecidas guarnicionerías.
Pero no era este el caso de Ramón, nuestro personaje, cuyo establecimiento acudían los tertulianos en menor número y con mayor deseo de aprender o dialogar sobre temas más trascendentes. Se solían interrumpir las disertaciones por la aparición de algúna chiquilla: -Ramón, que me dé usted un real de especias pa las gachas. O de una vieja parroquiana: - Hijo, déjame una cubilla de hilo negro, y me la apuntas, que me sa olvidao echáme cuartos”. El tendero despachaba pacientemente y atendida la clientela se seguía con la tesis. Pero volvamos a nuestra historia.
-“Pues a mi pobre juicio eso no debería preocuparte, le contestó Ramón. Porque tú precisamente poltrón no fuiste en tu vida. En tu empresa bien contentos que estaban contigo. Te compraste tu casa, criaste sin demasiados apuros a tu familia, para los tiempos que corrían,, te quitabas muchas horas de descanso en hacer alguna que otra chapucilla, y aún hoy, no estás parado más rato que este en que vienes aquí”.
-“No, si en eso llevas razón, pero tenía que haber hecho bastante más. Tu te acuerdas de Dimas, el mayor de los Gorgos. Pues ese empezó un poco antes que yo y no sé como, pero poco a poco, fue haciendo un capital y casó a su hija con el hijo de don Demetrio. Y cuando se murió hace un par de años, se sorprendieron de ver los cuartos que tenía en el banco”.
-“Deogracias, yo no sé si es que tú no ves o es que no quieres ver de lo buena persona que eres. ¿Habrías hecho tú lo que todo el mundo sabe que hacía Dimas, que trabajaba cuatro horas para la empresa y cuatro para él, quitándole a su patrón los clientes y el material, pese a que le pagaba un sueldo limpio y no pequeño,? Y años más tarde ¿te hubieses metido tú en los negocios que se comentó que él tenía? Que casó a su chica, ¿y con quién? Con un señorito sin oficio ni beneficio, muy hijo de don Fulano y de muy buenas familias, pero un lechuguino que sólo buscaba los dineros de la muchacha. Y, por cierto, ya ves el giro que les está dando. ¡Que les dejó algunos millones! Y ¿eso qué es?. ¿No es muchísimo mejor el capital que tú has dejado, ya en vida, a tus tres hijos? Han visto en su padre a un hombre bueno, cabal y cumplidor, que les ha enseñado, desde muy pequeños, a trabajar, y a trabajar bien, y que a los que ha casado lo ha hecho con personas, que no venían de familias mas o menos linajudas, pero tan decentes y tan honradas como las que más lo fuesen.
No amigo Deo, no. Eso no debiera preocuparte. Yo creo humildemente que a un hombre le debe doler lo que se le ha quedado pendiente, sin hacer, siempre que eso haya sido por su ignavia. Pero si no ha sido un harón, no le debe apenar eso. Piensa que, aunque viviésemos cien vidas, siempre nos dejaríamos algo sin acabar, y aún sin haberlo iniciado tan siquiera. Lo importante, lo verdaderamente importante es haber hecho algo, lo que se haya podido, y haberlo hecho bien. Y tú, lo sabemos todo el pueblo, de eso puedes presumir. Pasa igual que con la lectura y el aprendizaje, que no importa tanto lo que se ha quedado pendiente sino el haber leído, el haber aprendido, lo que haya estado a nuestro alcance y dentro de nuestras posibilidades. Y por encima de todo, ese hombre se debe considerar satisfecho de haber hecho algo útil y provechoso en la vida. Aunque aparentemente haya sido poco, tan poco como a ti te da la impresión que hiciste: trabajar y criar con bien una familia. Sepas, que muchos se mueren sin conseguir siquiera eso y, lo que es más, sin hacer absolutamente nada”
Emocionado, intentó Deogracias agradecer al tendero sus prédicas, pero hubo de callar porque en ese momento entraron dos clientas en la tienda. –“Oye Ramón, dijo una de ellas, me vas a dar otro cuarto y mitad de esos garbanzos que me llevé hace un mes, y que me han salío buenismos”.
Junio de 2005

Publicado en “El Periódico” de Tomelloso el 3 de junio de 2005

No hay comentarios: