jueves, 11 de febrero de 2010

Bonito, bello o hermoso

Bonito, bello o hermoso
Ramón Serrano G.

Cabe resaltar que, aun pareciendo lo mismo, existe una gran diferencia entre lo bonito, lo bello, y lo hermoso. Esto no es una simple opinión que yo tenga, sino que, como siempre, acudo al diccionario para hacer una gran desemejanza de estos términos. Casi transcribo al decir que bonito es el adjetivo que se utiliza para los objetos simples y llanos, mientras que para los de una mayor importancia, y utilizando un lenguaje más solemne o literario, se suele usar el vocablo bello. Con hermoso nos referimos lo que tiene una guapura impresionante, ya sea por su magnitud o su perfección.
Pero no es a la esencia de estos adjetivos a lo que quiero referirme, sino más bien al uso diario que a estos y a otros muchos términos les solemos dar en España, y que es a todas luces, muy diferente a la manera que tienen de aplicarlos en Hispanoamérica, en donde además utilizan con frecuencia otros calificativos que nosotros, incomprensiblemente, casi nunca empleamos. Lindo, por ejemplo Y no hablemos ya de chévere, ruca, chiviado o yacaré. Es verdad, dicho sea de paso, que en aquel continente se conservan, y gracias sean dadas por ello, palabras desusadas por aquí y otras muchas a las que se atribuyen un distinto significado. Vea, si no, el curioso lector la diferencia de lo que se quiere decir con vocablos como coger, boliche, guapo o cuadra, cuando esto se hace a este o a aquél lado del Atlántico.
Ahondando un poco más en nuestro tema, y reduciendo el territorio donde se ha de desarrollar el lenguaje, quisiera hacer ver cómo también utilizamos el idioma de forma tan distinta en unas regiones que en otras. Por ejemplo en Galicia emplean siempre el pretérito imperfecto mientras que nosotros escogemos el perfecto. -¿Cenaste? dicen por allá, mientras que por aquí: -¿Has cenado? Hablan por aquellas terras meigas de que se quita lo que se mete y se saca lo que se pone, y por ello dicen: saca la mesa o quita las entradas. Si nos bajamos hacia la Andalucía, escucharemos aquello de: -Ya mismo, en lugar de ahora mismo. Y si fuésemos por la vinatera Rioja escucharíamos que las mascaderas son las mandíbulas y que chinico es algo muy pequeño o menudito. Y en esta Mancha de nuestros pecados, donde he tenido la suerte de nacer y vivir viene a ocurrir lo mismo. Para intentar demostrarlo, he acudido a los tres adjetivos que encabezan este escrito.
Reconociendo que tiene bastante importancia eso de la elección y el uso de los voquibles, y como está claro que cada cual tenemos nuestros gustos y preferencias, vengo en decir que a mí, como a la inmensa mayoría de mis paisanos, siempre nos ha parecido mejor lo hermoso que lo bonito, y aun que lo bello, sobre todo si es para catalogar o adjetivar simplemente algún tipo de cosas o personas. No quiero con esto declarar culpable a nadie, ni hacer gala de virtud alguna, o de que exista cualidad o razón exacta que lo motive. Es simplemente cuestión subjetiva, gusto personal, preferencias locales que influyen muy mucho en el uso de estos términos. Aunque, dicho sea de paso, quizás ese uso no sea tan estrictamente local, sino que le vendría mejor si lo adjetiváramos como regional. Porque, al fin y a la postre, la manera de expresarse es similar en cada comarca o región, y distinta, en mucho o en poco, de las de otras regiones y comarcas, aun cuando estas fueran limítrofes, admitiendo que también existen determinados, aunque escasos, localismos.
Pero volviendo a los adjetivos que nos ocupan, creo que los que por aquí vivan, o aquellos que nos visiten con frecuencia, admitirán que pocas veces los manchegos utilizamos en nuestras cotidianas expresiones el término bonito, y nunca, o casi, el de bello, mientras que diariamente empleamos el de hermoso. Bonito, si cabe, alguna vez y para referirnos a alguna niña. Bello, solemos emplearlo cargándolo con un cierto tilde de homosexualidad. Pero decimos hermoso alargándolo, pronunciándolo con énfasis, con acento en la “mo”.
Quisiera explicar entonces cuáles son, a mi forma de ver, los motivos que llevan a ello, y exponer dos razones que logran que el lenguaje se vea modificado en algunas regiones y que se lleguen a implantar unas elocuciones, eligiéndolas en detrimento de otras. Hablemos primeramente de la popular cultura escolar, más arraigada en el norte que en nuestra tierra, hay que reconocerlo, y de una mayor asistencia escolar, lo que conlleva una mejor riqueza de vocabulario, que además se mantiene, o se incrementa, al estar los pueblos más cercanos y haber más contacto entre ellos.
Igualmente influye de manera determinante la configuración del paisaje. Así un valle es casi siempre de una gran belleza. El rey Abenabet hizo plantar en Córdoba infinidad de almendros para que su esposa Rubaiquia al verlos florecer por febrero pudiera contemplar un bello paisaje nevado. O cuando a finales de marzo alguien se acerca a admirar el valle del Jerte por la inmensa beldad de sus cerezos en flor. Y extasiarse ante un amanecer o una puesta de sol en el mar, algo realmente bonito. O es igualmente bonito si de noche “la luna en el mar, riela..”. Sin embargo, al otear el océano de nuestras viñas allá por junio, podremos decir que es algo realmente hermoso. La enormidad de nuestra llanura nos hace utilizar un leguaje quizás más prosaico, pero no menos excelente. Pensemos que en una orquesta sinfónica es tan necesario el sonido grave del trombón, como el virtuoso del violín. Y que, para comprender ampliamente un idioma, hay que escuchar a todos los hablistanes y no sólo a los de exquisito verbo. Dijo Tagore que el bosque sería muy triste si sólo cantasen los pájaros que mejor lo hacen. Y llevaba razón. Como siempre.
Así pues reconozcamos orgullosos que, influenciadas por legados y costumbre, por clima y por paisaje, nuestra forma de vivir, como nuestro hablar, no es ni bonita, ni bella, sino que es ancha y llana; como ancha y llana es la luz de nuestro cielo; al igual que llana y ancha es la manera de trabajar de nuestras gentes, y del mismo modo que ancha y llana es el alma de los que aquí vivimos. Y que por ello, y por encima de todo, nuestra querida Mancha es ancha, llana y muy, pero que muy hermosa.

Febrero 2010
Publicado en “El Periódico” de Tomelloso el 12 de febrero de 2010