jueves, 4 de noviembre de 2010

La llamada

La llamada
Ramón Serrano G.

Esta mañana te he vuelto a ver cuando ibas al trabajo. Llevabas, como siempre, ese aire cansino y distraído que te caracteriza y que a mí no me gusta nada. Es más, que te arrancaría de cuajo y te lo sustituiría por otro más vivaracho y animado. ¿Pero qué tonterías digo? Sabes muy bien que de ti no cambiará nada, absolutamente nada, pues me gusta tu forma de ser más que nada en este mundo. Bueno, me gusta tu forma de ser, y tu aspecto, y tu carácter, y tu manera de vestir, y de hablar, y…, y…, y…Pero ya he dicho una nueva melonada porque tú todo esto no lo sabes. Ni tú, ni nadie, ya que a nadie se lo he dicho, y procuro muy mucho que nadie me lo note.
Aunque te conozco, sólo te veo pasar por delante de mi casa, un día, y otro día, pero sé de ti tantas cosas como si ya hubiese cumplido mi sueño de casarme contigo. Tienes que ser, mejor dicho eres, estoy segura, bondadoso, sencillo, elegante (puede que extremada y obsesivamente elegante), solícito y hogareño, aunque debes saber hacer muy pocas tareas domésticas pues tu madre y tu hermana, es natural, te llevan en palmillas. Sí, también sé que vives con ellas y que Flor, tu hermana, es muy guapa.
Todo eso, y muchas cosas más, he averiguado de ti y, sin embargo, tú de mí no conoces nada. Vivimos cerca, sabemos quienes somos desde siempre, y sin embargo no te has preocupado jamás ni de si existo. Tanto no, porque en las raras ocasiones en que nos cruzamos me saludas atentamente, como es tu estilo. Sin embargo no percibes nunca mi interés por ti cuando me hago la encontradiza tomando un café, comprando el periódico, dando algún paseo por las tardes, o cuando, sin esperarlo, tengo la fortuna de coincidir contigo en algún sitio. Pero no, no te enteras.
Pese a ello, sabes que me has enamorado como a una idiota. ¡Qué boba soy. Ya he vuelto a decir sabes! Lo diré bien. No sabes, no puedes estar enterado, hasta qué punto me he prendado de ti. Tanto, que arrumbaría mi vida, mis proyectos y mis gustos, por vivir a tu lado el resto de mis días. ¡Mi vida y mis proyectos! Mi familia, sin ser pobre, es humilde. Por eso, y para que no sufriera la misma situación, mis padres me facilitaron estudios universitarios, lo que significaba para mí el súmmum de mis aspiraciones. Aproveché bien mi oportunidad y conseguí alcanzar una situación privilegiada, o al menos así la considero. Tenía, después de muchos esfuerzos, algo tan preciado que siempre pensé que no lo cambiaría por nada. Pero estaba equivocada. Sin saber cómo, te cruzaste en mi camino y, desde entonces sí que lo cambiaría por algo. Hoy sólo pienso en casarme contigo, vivir junto a ti, y daría al traste con todo por lograrlo.
Pero quiero y debo aclararte varias cosas. Primero, que no me asusta la idea de quedarme para vestir santos. De hecho, hace pocos años, con mi edad, ya casi te tildaban de solterona. Hasta hoy he vivido muy bien así y podría seguir haciéndolo. Segundo, he de informarte que no es el matrimonio lo que me ilusiona, que también, sino el formar una familia contigo. Las mujeres, ya se sabe, somos más soñadoras, más ¿románticas? Me gustaría decirte las ensoñaciones que pasan por la cabeza cuando me subo al zamizaquí, a estar allí a solas, oír música, leer o, simplemente, pensar en mis cosas. Los hombres soléis ser distintos en esto del amor. A veces, muchas veces, buscáis más satisfacer vuestras pasiones que vivir una vida realmente afectiva. Otras, os creéis superiores y casi hacéis un acto de condescendencia al uniros a nosotras. Pero dejemos eso y volvamos a esto otro que quiero decirte.
Lo que me ha hecho cambiar de opinión, lo que me entusiasma no es hacer lo mismo que muchos hacen. Se casan, trabajan ambos, tienen uno o, a lo sumo, dos hijos, a los que por cuestiones laborales o sociológicas apenas ven y casi ni los crían, que esa tarea la encomiendan a guarderías o sitios análogos. Podría exponerte cien casos más, pero ¿para qué?, si ya has comprendido a lo que me refiero. Ellos “conviven” en su hogar unas escasas horas nocturnas, que además dedican en su mayor parte al teléfono, la “tele”, o el ordenador, y muy poco a conversar, a VIVIR con los suyos.
Pero no es eso lo que yo deseo. Por eso no movería ni un dedo. Si he de dejarlo todo, ha de ser para construir una alcavera entre los dos y más adelante con nuestros hijos si nos llegan, que aunque ya no somos demasiado jóvenes, aún estamos en buena edad para tenerlos. Para estar unidos, ayudarnos y compartir risas y penas según vayan llegando. Por eso sí que lo haría; de ese modo tendría que ser y no toleraría que fuera de otra manera. Es más, segura estoy que tú tampoco.
Te hubiese escrito contándote todo esto, pero pensé que sería mejor decírtelo de viva voz. En varias ocasiones descolgué el teléfono para concertar una cita contigo, pero luego, sin acabar de decidirme y sin saber por qué, pospuse la llamada. Una llamada que sabía, deseaba y esperaba que cambiase mi vida. Y esta mañana, un rato después de verte, cuando he supuesto que ya estarías en tus tareas, he marcado tu número dos veces, pero comunicabas. Al tercer intento me ha contestado una voz femenina, muy meliflua, que te ha dicho después con un tono íntimo y comto que no me ha gustado nada, ya que me ha llevado a comprender algunas cosas:
-Es para ti G…
No sé que se me ha pasado entonces por la cabeza, pero he colgado sin decirte nada y creo que ya no volveré a llamarte.

Noviembre 2010
“Publicado en “El Periódico” de Tomelloso el 5 de noviembre de 2010