domingo, 27 de enero de 2008

El castor

El castor
Ramón Serrano G.

Para Angelines, Milagros y José Luis, funcionarios de la Biblioteca Municipal de Tomelloso, que son inmensamente agradables y eficientes.

“Hace falta un pueblo entero para educar a un niño”- Proverbio chino.

Vengo a tratar hoy un tema que ya lo ha sido por filósofos y sociólogos, y como digo siempre, está claro que con mucho mayor predicamento y profundidad de lo que yo pueda hacerlo. Sobre él, leí hace algún tiempo un artículo de José A. Marina, bueno, como casi todo lo que el toledano escribe. Y no quiero sino abundar en ello, no para hacer un plagio, que sería imbécil por mi parte, sino en tratar de que alguno de ustedes, que no leyera en su día el escrito aludido, conozca un poco el contenido del mismo.
Es público y notorio que en la actualidad la educación de los niños y jóvenes dista mucho de ser la correcta y adecuada. Cualquiera que se haya ocupado un poco del asunto sabe que esta no es la opinión exclusivamente subjetiva de alguien a quien se pudiera considerar como anacrónico o trasnochado, sino que, como dije al principio está suficientemente contrastado y mantenido por personajes muy autorizados al respecto.
Quiero aclarar que la educación juvenil a la que me voy a referir, no es a la que se obtiene de un mayor o menor estudio que nos proporcione un conocimiento de determinadas asignaturas o disciplinas (que ese sería otro tema de bastante interés) y que forzosamente han de adquirir de los profesionales, sino al aprendizaje y desarrollo posterior de esas otras materias como las humanidades, la urbanidad o el civismo, que les han de llegar tanto de maestros y profesores como también, y necesariamente, del entorno social que les rodea.
A mi parecer es este último colectivo, en su conjunto, el que está fallando en esa misión y por tanto el mayor culpable de que se esté produciendo la degradación de hábitos y procederes que estamos padeciendo. Es posible que pueda haber también algún fallo en la tarea de los enseñantes, que al fin y a la postre son humanos, o quizás también en los modernos, o mejor dicho modernistas, y poco efectivos planes de enseñanza. Pero insisto en que los principales culpables somos, sin duda alguna, los padres y la sociedad, el pueblo llano, quienes hemos abandonado por completo una misión personalísima e importante, delegándola a guarderías y colegios, sin darnos cuenta que un arquitecto y un aparejador, aunque sean unos magníficos profesionales, no pueden construir ellos solos un edificio.
Pero vamos a fijarnos en tres aspectos en los cuales se ha producido un cambio enorme, digamos en los últimos cincuenta años, y que son la manera de enseñar, el contenido de la misma y el comportamiento social ente el tema, aunque lamentablemente no podamos detenernos en cada uno de los tres, como sería conveniente.
Dando por antemano que no hay nada perfecto y que si analizamos minuciosamente podríamos encontrar fallos en cada uno de ellos, sería absurdo pensar en que no funcionan los dos primeros, cuando sabemos que los profesionales de todas las ramas están hoy en día más preparados y especializados que nunca y que los medios de que disponen, modernos e interactivos, son infinitamente mejores y más adecuados que en otros tiempos. Es notorio que los docentes de hoy deben estar mejor preparados que los de antaño y que por supuesto cuentan con medios infinitamente más pedagógicos que los arcaicos que había en nuestra época. Luego debemos pensar que la falla está en el tercero, o sea en la sociedad y la familia que constituyen el entorno de los educandos.
Recurriendo a un no muy lejano pasado, la labor de la educación, de todos los tipos, no era labor sola del maestro, sino que esta se veía siempre arropada por los padres del alumno y la sociedad, que hoy en día han abandonado casi por completo esta necesaria colaboración, dejando esa importantísima tarea en manos ajenas, doctas sí, pero ajenas, creemos que por excesiva ocupación laboral o social, o, simplemente, por comodidad. Cabría, ya digo, el posible atenuante de las prisas, el excesivo horario laboral de ambos cónyuges, el tan manoseado estrés de la vida actual, pero no sería, a mi juicio, suficiente, ya que quien quiere, acaba teniendo tiempo para lo que de verdad desea. No hace falta ser un gran entendedor de la mancia, para ver como los motivos recién expresados y otros cien que tanto a usted, querido lector, como a mí se nos están ocurriendo, son las señales claras y evidentes que llevan a adivinar el fracaso educativo a que me estoy refiriendo.
Digamos además que los actuales caput familiae se hallan más interesados en la información que en la auténtica formación, y que de esta, como ya va dicho, se desentienden bastante y tratan de complementarla, eso sí, con los actuales e interesantes sistemas mediáticos actuales. Pero ocurre con estos lo mismo que con lo demás, que tampoco los descendientes tienen una inspección, algo rigurosa sobre la utilización en forma y fondo de esos medios, así como del progreso alcanzado, ya que la conversación con ellos es nula o consistente sólo en monosílabos. Por otra parte los jóvenes, como humanos que son, tienden a lo cómodo y fácil, con lo que acaban utilizando esos avances para fines, las más de las veces poco apropiados. Y por tanto, entre ello, y la excesiva contemplación de la televisión basura, en lugar de aprender cosas provechosas y educativas, se pasan las horas chateando con una persona de cualquier país sudamericano y conocen más que a Fleming o a Ghandi, al efímero y mediocre cantante, o a la actual compañera del antiguo novio de la hija de un torerillo que actuó hace ocho años en Villafranquilla y está de moda porque siempre aparece en los programas televisivos con un escote en el que, además de otras generosas protuberancias, se le ve el ombligo.
Que yo venga hoy a decir lo antedicho sobre la poca educación que hoy los padres dan a los hijos, limitándola a enviarlos a la correspondiente escuela o colegio, pero sin prestar su colaboración continuando aquella en el hogar, sé que es pregonar en desierto. Pero la experiencia me demuestra, que hablar donde haya alguien que te escuche puede dar inesperados y buenos resultados. Recordemos aquello de que un grano no hace granero, pero ayuda, o mejor aún, la maravillosa e increíble tarea del castor, el cual aportando palo a palo para hacer su vivienda a orillas de un río, consigue construir un auténtico dique que llega, en algunos casos, a hacer cambiar el curso de aquél.
Mayo 2004

Publicado en “El Periódico” de Tomelloso el 7 de Mayo de 2004

No hay comentarios: