jueves, 24 de mayo de 2018

Yggdrasil

Para …. que se fue muy lejos. Yggdrasil, el árbol de la vida, el fresno del universo que mantiene unidas a las gentes y el que, de su raíz, emanan las fuentes que llenan el pozo del conocimiento. Es el amor, y no sólo el que surge y pervive entre un hombre y una mujer (ese por supuesto y de manera indefinible), sino también el que se da entre las personas de buena voluntad. A sus pies se encuentra el dios Heimdall que lo protege del ataque de dragones y de multitud de gusanos que quieren corroer sus raíces y derribarlo y así crear el pesar y la tristeza entre los habitantes de la Tierra. _______________________ -¿Cómo estás, Prudencia? Te sigo viendo con cara de mucha tristeza. -Cómo quieres que esté, Paula, si mi hija, al casarse, se me fue tan lejos que se me pasan las cosechas sin poder verla, y hablo con ella de uvas a peras con eso del horario y otras zarandajas. Y tener a un ser querido a tanta distancia, el no poder verla, repito, no digo yo cada mañana, pero aunque fuese cada par de meses siquiera, produce una pena muy grande. Porque si tienes un familiar que viva en el pueblo, o por aquí cerca, igual se te pasan los días sin verlo o sin hablar con él, pero sabes que está ahí, más o menos cerca, a mano, pero asequible y eso lo sobrellevas, pero tanta distancia es muy mala, créeme. O al menos a mí me ocurre así, como te tengo dicho. _______________________ El ser humano, a veces por razones naturales y en otras víctima en mayor o menor grado del hedonismo, puede alcanzar la felicidad de una y mil maneras, y una de ellas es la consecución de bienes de muy diferente clase, y tanto materiales como inmateriales. Todos aspiramos a poseer cosas, tangibles unas e incorpóreas las otras, y el logro y la tenencia de ellas nos concede un placer legítimo. Es lógico que quien ha conseguido hacerse de un automóvil, una casa o un trabajo, pongamos por ejemplo, se halle ampliamente feliz al poder disfrutar de ello. Todos queremos tener un bien y tenerlo asequible. Pero esto se da en la posesión de los caudales corpóreos, pero en el alcance de los frutos del alma, hay otra característica de la que aquellos carecen. Así cuando se da el amor, ya sea entre la pareja o entre miembros de la familia, a los afectados no les basta con la posesión y la existencia del cariño entre las personas que lo profesan, sino que exige irremisiblemente la visión y el contacto entre ellos, y si no constantemente, sí con periodos de tiempo muy frecuentes o de ausencias muy breves. Cuando se vive racionalmente, cada cual se debe ocupar de ir logrando metas y debe hacerlo con la mayor satisfacción pues ello es como un baile que, al practicarlo, el objetivo no es ir a un lugar determinado de la pista, sino el disfrutar de cada paso del camino y además tengo leído que no es verdad que se haya hecho fortuna cuando no se sabe disfrutar de ella. Pero una cosa es el disfrutar y otra bien distinta es el sufrir si se pasa algún tiempo sin estar junto a lo que se tiene y se aprecia. Se recuerda con cariño la casa que ahora se tiene en la playa, o la vista y el paseo por los campos de la finca agrícola adquirida, las prolongadas estancias en la biblioteca que hay instalada en el ático, pero nadie se aflige por ello. Sin embargo sí que se tiene un enorme padecer cuando las personas amadas, aquellas a las que se tiene un gran cariño, nuestra pareja, los hijos o los nietos, se hallan a mucha distancia de nosotros. Decía Paulo Coelho, el gran escritor brasileño, que hay veces que la vida separa a las personas sólo para que entiendan cuanto importantes son la una para la otra. Y como él, muchas otras frases hay emitidas sobre esta triste circunstancia de la separación prolongada entre seres que se tienen afición noble y duradera. Está más que comprobado: Que el sufrimiento debido a esa causa, se lleva, más que en la cabeza, en el pecho, que es donde las ausencias duelen de verdad. Que lo que el corazón mantiene en el recuerdo, la lejanía es incapaz de olvidarlo. Que el amor y la distancia son como el fuego y el viento: a los que son grandes este último los propaga, mientras que a los que son pequeños los apaga, los extingue. Que cuando una persona amada se halla lejos tenemos constantes recuerdos de ella, y son membranzas perfumadas de violetas. Así, y por todo esto, si observamos un poco veremos fácilmente que bien cierto era lo que aquella vecina le decía a su amiga, porque una de las cosas que más desagradablemente sobrelleva el ser humano, peor aún que una enfermedad, o que la ruina, es la lejanía de las personas a las que se les profesa un gran cariño. Menos mal que, para nuestra fortuna, tenemos a Iggdrasyl, el árbol de la vida, el fresno del universo que mantiene unidas a las gentes… Ramón Serrano G. Mayo 2018