miércoles, 18 de mayo de 2011

Cara y cruz

Cara y cruz
Ramón Serrano G.

- Esto de haber caído en el arca de un mezquino, que es peor que Euclión, hará que, al estar siempre enclaustradas, nos quedemos ciegas.
- Es cierto, le contestó la otra. Yo no sé el tiempo que llevamos ya aquí metidas sin ver la luz del sol. Desde luego este no tendrá problemas para abonar el costo del cruce del río Aqueronte.
Así hablaban dos monedas, casi enmohecidas, que habían tenido la desgracia de ser atrapadas por un avaro y que, como es lógico, las tenía presas dentro de una vieja quilma, y esta, bien escondida en un lúgubre alpendre. Por ello las pobres, al no poder ser entregadas diariamente como pago de una compra o dadas en devolución de otra, o sea, el que sería el desarrollo de su vida normal, se dedicaban a hacer algo que era inusual para las numismas: conversar, siendo seguido este parloteo forzosa, pero atentamente, por sus compañeras de encierro. Y puesto que no sabían nada de lo que en la actualidad estaba ocurriendo allá afuera, al no tener otros temas, recurrían a comentar los existentes cuando se hallaban en activo. Quiso la casualidad que uno de nuestros gueltes protagonistas estuviese de cara y el otro de cruz, y comentaba resignado el primero:
- La verdad es que casi somos afortunados por no estar por ahí de bolso en bolsillo, hoy aquí, mañana quién sabe dónde, pues el mundo lleva un tiempo que va de mal en peor. Porque supongo que estarás de acuerdo en que llevamos unos años en los que la civilización actual va hacia su acabamiento a un paso meteórico. Los hombres son cada día más ansiosos e insaciables, y esto les acarreara su final. O, al menos, eso cuentan.
- Creo que todo, absolutamente todo, continuó el sin rostro, está fatal. En lo moral se han deteriorado costumbres, convivencias e, incluso, la educación, que ahora es más extensa pero más superficial. Y podría seguir citando otros muchos campos sociales igualmente degradados, bien lo sabes. No hablemos ya de lo material. Se han talado bosques, se han agotado minas, se han desecado lagos y ríos, y se ha construido sobre sus cauces. Y todo ello, no única, pero sí principalmente, ¿por qué? Pues porque se están alcanzando cotas de población que el mundo es incapaz de acoger y soportar. Hay que producir más para poder alimentar a tanta gente, y para ello se lleva mucho tiempo recurriendo a la solución más fácil: dedicar a producir alimentos unas zonas que antes estaban cumpliendo unas distintas misiones, muy efectivas, por otra parte, para el buen desarrollo de la vida. Y pese a tanto destrozo, se calcula que un 7% de la población mundial, muchos de ellos niños, mueren cada año de hambre. ¡Qué pena! No sé hasta dónde llegarán.
Calló en esas, tomó la palabra su compañera, la efigie, y díjole:
- Has de saber que pasé un tiempo en la hucha de un muchacho, que iba ahorrando para comprar una novela, pese a que había oído hablar tanto de ella, que casi ya se la sabía de memoria. De noche, metida yo en su alcancía, le escuchaba una y otra vez decir que en ese escrito aparecían cuatro jinetes montando cada uno un caballo de distinto color. Y había uno negro, uno blanco, uno rojo y otro amarillo. Le habían contado que sus caballeros llevarían al mundo hasta el apocalipsis, y él quería saber si aquello era verdad, pues tenía miedo de morir tan joven. Precisamente, quien dominaba al caballo negro era ese personaje al que acabas de aludir: el Hambre. Un mal que debería estar extinto desde siempre, y que no desaparece para erubescencia y desdoro del hombre. ¡Horrible!
- Y por igual sabrás que los otros tres cabalgadores eran ¡asómbrate! la Enfermedad que iba sobre el blanco, la Guerra a lomos del rojo y la Muerte encima del amarillo. Pero veamos la evolución de estas últimas desde un lado real, pero positivo, porque a la primera no se la ha extinguido, pero a este trío sí que se le está dominando. Convendrás conmigo en que a la enfermedad no se le puede hacer desaparecer del todo, pero hoy se curan y se mejoran muchas que antes eran irremediables. Y además se logra hacerlo tanto con quienes poseen a nuestros familiares, los billetes, como con los que tan sólo nos tienen a nosotras, y ni siquiera eso.
- Con la guerra ocurre algo similar. No han desaparecido, pero las que desgraciadamente se siguen librando no tienen la magnitud de las de antaño y hoy son muchos los que llegan a su vejez sin haber estado en el frente. Afortunadamente, jamás en la historia hubo tan pocas contiendas entre los países del mundo. Siempre, hasta la mitad del pasado siglo, lo normal era el combate y lo insólito, la paz. Un ejemplo: Felipe II, en sus 55 años de reinado, sólo estuvo seis meses sin guerrear con alguien.
-Y pasando al último, claro está que al no haber guerra no hay muerte. No, no estoy loco. Cosas bien distintas son morir y matar. El fallecer es sabido y esperado, y su acaecer no causa desespero a la persona equilibrada. Es tan sólo uno de los motivos para que nuestros allegados nos recuerden, y el inicio de una andadura, partir c’est mourir un peu, hacia un ignorado destino en el que estaremos a la espera de aquellos a los que de verdad quisimos, para estar junto a ellos por toda una eternidad. Es dar cumplimiento a nuestra vital tarea y descansar plácidamente si nuestro discurrir y nuestro obrar fueron carentes de nequicia.
- La muerte es otra cosa. Es, que un obús, una mina o un tiro en la nuca, nos destroce a la mitad del camino, y ante su posible arribo no hay, no pude haberlas, memoria, andanza, paz o fe, ya que a quien han cercenado de un bombazo la cabeza, las piernas o las entrañas, no puede llevar a cabo esos menesteres. Mas, por fortuna, a excepción de las que intentan algunos desequilibrados fundamentalistas, las guerras y sus muertes, ya no existen. Gracias sean dadas. ¡Aleluya!
- Sí, creo que llevas razón. Lo difícil, minimizar la Enfermedad, la Guerra y la Muerte, se ha logrado. Sin embargo, erradicar el Hambre, que parecía más asequible, sigue ahí. Y me temo que seguirá por muchos años. O quizás, no. ¿Quién sabe? Seamos optimistas.

Mayo de 2011
Publicado en “El Periódico” de Tomelloso el 20 de mayo de 2011