sábado, 2 de febrero de 2008

La última blusa

La última blusa
Ramón Serrano G.

“…yo soy un manchego de estas pardas tierras. Bien clarito os lo está diciendo esta vestimenta…” P. Bernardo Martínez. O.C.

Casi obligados por la costumbre, aquella mañana fuimos a dar con nuestros huesos al atrio de la plaza, frente a la Iglesia y al Casino de San Fernando. Allí siempre se formaban corrillos de contertulios, y en uno de ellos estábamos, cuando Luís vio venir a alguien por la acera de la calle de la Feria.
– Luca, me dijo, vamos que por ahí llega un hombre al que llevo buscando varios días.
Se despidió del grupo y hacia ese hombre nos fuimos. Venía este andando despacioso, con la boina puesta, ayudándose de su garrota, saludando a su paso a unos y a otros, y vistiendo un atuendo poco habitual, o por mejor decir, único entre todos los demás paisanos. Estaba la rareza de ese atavío en la parte superior de su indumentaria, y consistía esta en una especie de camisa, con tirilla y cuello a la caja, cerrada en la parte superior por tres botones que llevaba correctamente abrochados, canesúes delantero y trasero, de los que caía la camisa abierta, abombada, amplia y suelta, por fuera de los pantalones de pana, pero con los picos atados y bien remetidos. Su color era de un azul más bien claro y estaba surcada por miles de rayas blancas muy finas. Mi amigo creía haber visto algo parecido, pero no podía recordar donde. Así que se dirigió a él diciéndole: - Perdone usted amigo, me llamo Luís y estamos pasando unos días en Tomillares. El caso es que me ha llamado la atención esa especie de camisola que lleva. ¿Es de por aquí esa prenda?
El hombre mostró una agradable sonrisa y le contestó: - Vayamos por partes tocayo, porque yo también me llamo Luís. Luís Ortiz, para servirte en lo que gustes. En primer lugar apéame el usted, que no me veo con ese tratamiento, que yo soy llano como las gentes de estas tierras. En cuanto a esto que llevo puesto aquí siempre le hemos llamado blusa y tiene su “miaja” de historia, que si quieres puedo contarte en un rato. Pero vamos a sentarnos en ese banco, que llevo ya un rato de paseo y las piernas ya no son lo que eran, y más desde que me operaron de la cadera -. Así lo hicieron, y una vez acomodados, y tras preguntar lo consabido de que de dónde era, que qué hacía en el pueblo, etc., volvió al tema que les ocupaba.
- Por aquí, como en muchos lugares, suele haber costumbres que nos llegaron de fuera y se han quedado entre nosotros. Y una de ellas, esta de utilizar la blusa, es valenciana, como también lo es eso de entoldar los carros. Tartanas se veían en muchos sitios, pero carros “entoldaos” sólo por aquí. Igualmente, aquí era el único sitio donde se usaba mucho el pañuelo de hierbas, del que te hablaré luego si te apetece.
- ¿Y vestía así todo el mundo?, preguntó mi amigo.
- No, qué va, contestó el paisano. La blusa la gastaban mayormente las gentes para trabajar en el campo. Salvo eso, se usaba en algún que otro oficio, como por ejemplo los “esquilaores”, ya que a esa tela no se le pegaba el pelo de los animales. Pero salvo estos, pocos más la utilizaban. Los agricultores sí, tanto ricos como pobres, pero además era como su uniforme, ya que igualmente la usaban para vestir en el pueblo.
- ¿Eran todas así o las había de distintas formas y colores?
- Qué va. Eran todas iguales, con la misma hechura, pero sí que las había negras, de un negro liso, brillante, aunque estas sólo se las ponían los hombres cuando ya iban siendo mayores, o por algún luto.
- ¿Y por qué dejaron de usarse?
- Hombre, porque las modas cambian. También dejaron de usarse las abarcas, o la pelerina, o el lazo de pajarita, o el sombrero, que hoy en día casi nadie se lo pone. La juventud quiere cambios, y las nuevas generaciones van adoptando otras costumbres, que yo no voy a decir si son mejores o peores, pero sí distintas y más acordes con los tiempos que corren.
- Entonces ya se puede decir que no existen blusas.
- Bueno, verás. Ahora se están haciendo muchas, o algunas, nuevas que se pone la gente el día de la romería para dar la sensación de tradicionalismo, y eso está bien. Al fin y al cabo, es querer que no se pierda definitivamente una vieja costumbre del lugar.
- Así pues, es usted el último en vestirse de esa forma. ¿Por qué?
- De tú, tocayo, de tú, que a mí no va el usted. Y te diré que me visto así porque muchos sepan cómo lo hacíamos antiguamente las gentes del campo, y porque creo que de esta manera rindo un homenaje a una época y a unas personas que nos enseñaron mucho y “mu” bueno a “to” el que quiso aprender.
- Bueno Luís, ya no le molestamos más y muchas gracias por sus explicaciones. Hasta otro día, que nos juntemos.
- Oye, que no te he hablado del pañuelo de hierbas, como habíamos quedado. Pero, en fin, lo dejaremos para ese día que dices.

A principios de diciembre retornamos a Tomillares y fuimos a darnos el tradicional paseo por la plaza y la calle de la Feria, por saludar a los muchos conocidos que ya teníamos en el pueblo y tertuliar con ellos. A los pocos días echamos en falta a Luís Ortiz, el usador de la última blusa, y preguntamos por él a alguno de los que por allí andaban. Y uno de ellos, ya muy mayor, nos dio la mala noticia de que a primeros de noviembre se nos había ido a pasear su atuendo por los cielos, y que allí lo seguiría haciendo con el mismo porte y galanura que siempre tuvo. Tanta, que parecía el personaje en el que se había fijado un fraile carmelita en los años cuarenta del pasado siglo, para hacer un poema titulado “El manchego”, y que empezaba así:
“Miradme despacio; /no os cause extrañeza;/ yo soy un manchego de estas pardas tierras./ Bien clarito os lo está diciendo esta vestimenta./ Por ningún castellano me cambio/ y tampoco mendigo nobleza,/ porque todo el que nace en la Mancha,/ en su sangre sin mancha la lleva…”

Marzo 2007

Publicado en “El Periódico” de Tomelloso el 23 de marzo de 2007

1 comentario:

Rafa dijo...

¡Buenas tardes!.
¿Podría facilitarme el poema "El manchego" completo o decirme en dónde puedo encontrarlo?.
¡Muchas gracias!.
Un saludo.
Mi correo es:
rafacamarillo@hotmail.com