lunes, 28 de enero de 2008

La opulencia

La opulencia
Ramón Serrano G.

“¡Qué llanura Señor, si hubiese un buen poeta”.- Juan Alcaide

-Mira Luca, me dijo aquél día Luis, lo malo no es ser pobre. Lo malo es serlo y tener ilusiones, inquietudes, la ambición y el deseo de querer contar algo y no poder hacerlo. A mí la naturaleza no me ha dotado de esa gracia que quedó reservada para unos pocos, muy pocos, que saben escribir y describir, y entre los que me gustaría hallarme. ¿Te imaginas lo que yo daría por poder exponer con acierto esta Mancha que hoy atravesamos, tan sedienta de lluvias y de nieves, tan ahíta de hielos y secarrales y ventiscas, tan paridora de gentes de singular y descomunal valía?
“Falsilla de cobre el haza/recién rotos, los terrones/pliego de papel de estraza/con transversales renglones”. Te cito esto porque pertenece a uno que nació y vivió por esas tierras valdepeñeras que ya tenemos visitado con tanto agrado. Se llamaba Juan Alcaide Sánchez y ese sí que tuvo voz y gusto para cantar a su tierra. “ La sierra con su tábano giboso/ le pica al sol su belfo canceroso/ y araña al pajonal su seca escama”. O aquello otro: “zurce con rejas de arado, la arpillera de las hazas”. O esotro: “Bajo el puente las cardenchas / resecas chillan sin eco / entre humos de mosquitos / trompeteros”. Y podría citarte a muchos, que muchos y muy buenos han sido los manchegos escribidores, que nos supieron regalar con sus grandes obras. Hombres llenos de riquezas, y tan generosos, que nos las entregaron para nuestro deleite.
- Desde que te conocí Luis, para mi fortuna, llevo notando que tienes una cultura que se te mete en los adentros, de esas que no se adquieren en un rapivoleo, sino que además de que llegarte por herencia, o dicho de otra forma, que ya la poseían tus antiguos, la debes haber conseguido a lo largo y a lo ancho de muchos estudios y lecturas. Ya sé que no te agrada en exceso hablarme de tu antigua vida, aunque ya lo hayas hecho excepcionalmente en alguna ocasión. Pero tú parece ser que hubiste una existencia acomodada; que en otros días viviste rico y después, y por tu propia voluntad, te viniste a pobre. ¿ Por qué?
- Pues porque lo más importante en esta vida es que cada uno viva de acuerdo con sus gustos. Que tu quehacer diario lo ejecutes libremente y con agrado, sin verte presionado por coacciones de cualquier tipo, ya sean económicas, sociales, laborales, etc. Y eso lo alcanzan muy pocos, pero yo decidí elegir lo que me gustaba. Renuncié a lo que para mi forma de ser no era válido y me avine a lo que entendía como trascendente: el viajar, el conocer lugares, el pasar alguna que otra penalidad y no tener la seguridad de estar siempre a cubierto, y sobre todo el poder hablar con las gentes de todo tipo y condición y verme siempre rodeado de seres humanos. En relación a lo de pobre, decía Sartre que la peor clase de pobres son los que están siempre solos y estos son los ricos que no han tenido más suerte que la de ganar dinero, pero sólo eso, dinero.
- Si te fijas, sus casas son jaulas de oro, donde tienen todas las comodidades que uno se pueda imaginar: aparatos eléctricos y electrónicos de todo tipo, clase y condición, pero no busques allí, que no has de encontrarlo, calor humano, eso tan imprescindible para vivir una vida conveniente. Si entras en una de esas mansiones no oirás ni una sola voz, mas no pienses que estás sordo, no. Es que nunca hablan entre ellos, y si lo hacen es para decirse si han ganado tanto o cuanto, y abroncarse si piensan que ha sido poco. Hallarás revistas o diarios, algunos económicos, otros deportivos, los más juzgamundos y chismorreantes, pero no verás, salvo si son ornamentales, ni un solo libro, ni uno solo.
- Te voy a contar, amigo Luca, un viejo cuento que te aclarará muchas cosas. Hubo una vez un hombre muy acaudalado que llevó al campo a su hijo, ya un mozalbete, a pasar un par de días en casa de una familia, labradora y humilde, a fin de que apreciara la diferencia de vida entre aquellos que tenían opulencia y los que no. Al regreso le preguntó si había notado la diferencia, a lo que le respondió el muchacho: “ Pues claro papá, cómo no iba a observarla. En primer lugar he visto que nuestra casa termina en las paredes del jardín, pero que el campo no tiene tapias. Que nosotros tenemos unos cuantos árboles y ellos la naturaleza por entero. Que en el techo de nuestras habitaciones hay lámparas de cristal y bronce, mientras que ellos pueden ver las estrellas. Que delante de nuestra casa hay una bonita fuente, pero ¿la compararías tú con el río que discurre ante la suya? Y por último, y como más importante, he notado como esas personas hablan entre sí, algo que no sucede entre mamá, tú y yo. No sabes lo que te agradezco que me hayas enseñado lo que debo aspirar a conseguir cuando sea mayor”.
- Y mira qué te digo Luca. Puede que fuera yo aquel muchacho.

Enero 2005

Publicado en “El Periódico” de Tomelloso el 28 de enero de 2005

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