jueves, 2 de abril de 2009

Trochas y sendas

Trochas y sendas Ramón Serrano G.

- Luca, vamos a sentarnos en esas piedras un rato y descansamos.
Y así lo hicimos. La mañana era hermosa. Todas las mañanas son hermosas, como lo son las tardes y lo son las noches si se les sabe ver bien su meollo, aunque en estas últimas suele haber ratos de muy diversas naturalezas y eseidades: unos muy dichosos, pero también algunos muy, muy tristes. Pero dejemos eso y admiremos cómo La Mancha, vista así, a solas y despacicamente, es un sitio hermoso como pocos. Embobados nos estuvimos un rato viendo viñas, rastrojos, pedrizas, liegos con muchos malos vecinos y escasamente alguna carrasca. Sólo el aire difuminaba un algo la claridad de la inmensa llanura, pero le daba un sugerente halo de belleza con esa luz tan propia y tan bonita, a la que una gran pintora de Argamasilla adjetivó como única. Al rato rompí el silencio:
-Qué envidia me dais los hombres, le dije a Luis. Vosotros podéis elegir vuestro destino, aventuraros, cambiar de aires, pero nosotros los perros siempre hemos de llevar la misma vida.
-No, me contestó. No es exactamente así. Fíjate en ti mismo Luca, que en vez de apandorgarte a las faldas de algún otro, te “aterminaste” a venir conmigo a ver mundos, conocer gentes y escuchar nuevas y viejas ideas. Muchas personas suelen hacer eso otro, apoltronarse en algún momento de su vida y renunciar al placer de encontrar logros de diversos tipos, algunos difíciles de alcanzar y algunos no tanto, pero todos ellos satisfactorios y apaciguadores para el alma.
-Y en eso se equivocan, prosiguió. Las personas, desde jóvenes, deben fijarse en cuáles son las cosas importantes. Esas por las que merece la pena luchar. Pero ojo, que aquí ha de hacerse aquello que nos explicaba nuestro profesor de matemáticas, el añorado Don Antonio Huertas, para resolver bien un problema. Primero, nos decía, hay que leer el enunciado. Luego plantear el problema. Después leer el enunciado. Tras ello, hacer las operaciones. De nuevo, leer el enunciado. Repasar lo hecho. Leer el enunciado…Es decir, que hay que estudiar detallada, detenida y repetidamente qué es lo que puede ser realmente importante para el mejor desarrollo de nuestro vivir, ya que a veces, desgraciadamente demasiadas veces, el brillo del envoltorio no nos deja ver con exactitud la calidad de lo que hay dentro y habiendo encontrado cada uno lo que cree que puede ser bueno para él, lo elige y se lanza a su consecución sin comprobar, cien veces que fuese necesario, la corrección de lo seleccionado.
-¿Y qué hay que hacer entonces? le pregunté.
-Pues una vez que alguien se ha cerciorado por mil medios de qué es lo que quiere, y si ello tiene auténtica calidad e importancia, emprender el camino de su consecución. En marchant par divers sentiers. Emprender caminos, recorrer sendas, utilizar incluso trochas, congostras o veredas, y acostumbrarse a despreciar atajos, que pudieran parecernos beneficiosos en un principio por el ahorro de esfuerzos y la ganancia de tiempo, pero que a la larga quizás resultarían perniciosos.
- Calla, le corté. Creo que pronto vas a ver… Sí, mírala.
Y cerca de nosotros cruzó el camino una liebre. La orejona, como el escaso viento no le era propicio, no nos había olfateado y venía lentamente mordisqueando hierbajos y cortezas. Se sentó un par de veces sobre sus patas traseras dando la impresión de que oteaba, cosa improbable puesto que es la vista su peor sentido. Al poco, se fue yendo como había llegado.
-¿Te has fijado? Ella también va siguiendo su senda. Y eso es lo que debe hacer el hombre: no adocenarse, tener el inconformismo de no aceptar cualquier cosa, un “lo que sea”, con tal de que ello le cubra sus mínimas necesidades físicas, laborales, culturales o sociales. Hay que intentar saber más, ser más, llegar a más, e incluso, tener más, siempre que ello no venga producido por el ansia y la codicia. Y hay que desechar las sendas triadas en exceso e ir abriendo nuevos caminos.
-¿Algo parecido a lo que dijo Machado de, “…caminante, no hay camino…?, le dije.
-Efectivamente. Hay que marcar nuevas sendas, procurando, si cabe, que se oiga nuestra canción, que se vean nuestras huellas. Y observando además las estelas en el mar, y escuchar al jilguero antes de que este deje de emitir su canto. Todos deberíamos saber que es un grave error el conformismo si se renuncia con él a la consecución de algo loable. Y más siendo, como lo es, tan interesante y necesaria la aventura para la realización personal de cada hombre, porque en suma, sólo podremos conseguir nuestro propósito andando por y para nosotros mismos y señalándonos nuestra propia ruta.
Calló para observar a dos urracas que con sus saltos característicos se habían acercado bastante hasta nosotros, sabedoras de que no podríamos hacerles ningún mal. Y tras mirarnos las maricas como con cierto desprecio, se fueron de un corto vuelo hasta un barbecho cercano.
-Esto ha ocurrido siempre, continuó Luis. Tú has oído hablar del Camino de Santiago, e incluso has hecho conmigo parte de él. Pues bien, tanto los primeros peregrinos, allá por la mitad del siglo XII, como los de la actualidad, fueron y van a él sin obligación alguna. Lo hacen, aparte del sentimiento religioso que pueda tener cada uno, por un afán de conocer, sitios, gentes, culturas, costumbres. Y sabiendo que ello les acarrea gastos y sacrificios. Pero no les importa. A ellos lo que siempre les ha interesado es vivir unas experiencias distintas e irrepetibles. Así luego, tanto los que regresaban, y aún los que hoy regresan de él, llegan contando y describiendo sucesos prodigiosos, relatos extraordinarios, vividos unos, soñados otros, pero siempre creídos y aceptados a pie juntillas. La experiencia padecidas o gozadas en los senderos: el cansancio, el frío o el sudor, el poco comer, el corto dormir, y la escucha de lo que ellos, y la cáfila de gentes que les acompañaban, iban oyendo cantar a ciegos, guitones y mendigantes. Saberes y leyendas populares. O coplas, las más de ellas compuestas por un tal Juan Ruiz, Arcipreste que fuera de Hita, y conocedor profundo de instrumentos y juglerías. Todos y cada uno de los peregrinos a más de darse los croques y abrazar al Apóstol, traen y llevan historias y conocimientos de unas regiones a otras, de unos a otros países. Todos y cada uno de ellos vienen, a su regreso, satisfechos del esfuerzo realizado y satisfechos de lo vivido
-Luis, volví a interrogarle, y todas estas cosas que me cuentas, ¿las piensas tú; salen de tu caletre?
-No. Yo siempre bebo en la misma fuente que son los libros y lo que sí hago es que luego rebino mucho sobre lo que tengo leído. Mira, acerca de lo que estamos comentando hay un texto en “El Quijote”, en su parte segunda, ya casi al final, en el que el ínclito Sancho le dice a Alonso:”¡Ay! No se muera vuestra merced…que la mayor locura que puede hacer un hombre es dejarse morir…Mire no sea perezoso, sino levántese desa cama y vámonos al campo…como tenemos concertado…”.
-Y observa Luca, cómo es de admirar que el buen cazurro que ha estado siempre rogando a su señor que abandonase las andanzas y volviera a su terruño, es el que ahora, seducido por la aventura y el conocimiento de lo nuevo, que ha tenido en los últimos tiempos, ruega a su señor que tenga ánimo y reemprenda las correrías por esos mundos de Dios. Que no se muera porque sabe que también es morirse vivir en la ignorancia o en el nulo o escaso desarrollo. Mientras que Quijano, no más cuerdo, que jamás estuvo loco, sino más realizado con tanta experiencia vivida deambulando por tanta extraña senda, es consciente de que cuando se ha logrado patear esos caminos, aunque quizás cansado del esfuerzo, es entonces cuando el ser humano se halla en paz tanto con el mundo como consigo mismo Y la paz es una de las situaciones más satisfactorias y beneficiosas que puedan alcanzarse en este mundo. Algo maravilloso. De ella decia Carlos de Orleans: Paix est un trèsor qu’on ne peut trop luer. La paz es un tesoro tan grande, que por mucho que la alabemos nunca será demasiado.
-¡Qué gran verdad!, se reconoció a sí mismo mi amigo. Y dijo luego: Venga, vámonos ya que tenemos que seguir andando, o lo que es igual, haciendo camino al andar.
Abril 2009
Publicado en “El Periódico” de Tomelloso el 3 de abril de 2009