jueves, 5 de noviembre de 2015

El áspid

Gustaba el hermano Rogelio, tras dar una cabezadica más o menos larga al terminar de comer, bajarse a la plazoleta que había frente a su casa en la calle que discurría entre el colegio y la plaza del pueblo, donde lo solían encontrar los chiquillos cuando salían de las escuela e iban hacia sus casas. A él le placía hablar con ellos y a estos escuchar las amenas historias que les narraba, algunas ciertas y la mayoría inventadas. Aquella tarde, ante el ruego de uno de los muchachos, el buen hombre les dijo: -Hoy os voy a contar la historia de un áspid. ¿Sabéis lo que es un áspid? Pues es uno de los animales más venenosos que hay por el campo. Existen otros muchos que se sirven de su veneno para defenderse de sus enemigos, como por ejemplo la víbora o el alacrán. Mirad, hay un refrán que dice: “Si la víbora viera o el alacrán oyera, no hubiese hombre que al campo saliera”, y esto es en referencia al peligro que conlleva tener un encuentro con ellos. Pues tan nocivo como estos es el áspid, una serpiente de unos 70 u 80 cms. de largo, de color amarillento o dorado, con manchas negras o verdosas en zigzag sobre el lomo, cabeza triangular y hocico un tanto respingón. Cleopatra, la gran reina de Egipto, murió a causa de la picadura de uno, aunque fuese voluntariamente, según creo. -Y ocurrió que una mañana de primeros de junio, sobre el mediodía, estando mi primo Eulogio en el campo y ya harto de trabajar, se sentó a la sombra de un chaparro para dormir la siesta del borrego, que es una siesta muy agradable -bueno, como todas las siestas- y en ella estaba cuando le pareció sentir como un hormigueo, como una raro frescor en una de sus pantorrillas, pero no le dio la menor importancia creyendo que sería la rama de algún hierbajo, o un matojo. Procuró seguir en con su apacible sueño, pero, de repente sintió una mordedura y un dolor intenso. Al abrir los ojos y mientras se echaba mano a su pierna, vio que un áspid se alejaba a lo largo de los surcos, y antes de perderlo de vista, observó que iba haciendo unos movimientos extraños, como entrecortados. Tan rápido como pudo cogió su bicicleta y llegó hasta la casa de socorro de aquí, donde, tras explicar lo sucedido, le aplicaron inmediatamente los remedios necesarios. Los chiquillos tenían ya los ojos como platos, por lo que prosiguió: -Durante una larga temporada Eulogio lo pasó muy mal, e incluso se llegó a temer por su vida, pero supo rehacerse, y poco a poco fue superando su situación y hoy, aunque lo pasa francamente mal al recordar lo sucedido, se le ve satisfecho por haber salido de aquello y, sobre todo, porque ahora se halla inmune ante ese veneno, sabiendo que ya no le volverá a picar otra serpiente, y si lo hiciese, su tósigo no le afectaría en absoluto. Pero no quiero acabar la descripción de este suceso sin contar que, como no se le había olvidado que, al ver huir a la víbora de una forma rara, consultó con algún facultativo, quienes le explicaron que, ocasionalmente, estos animales, al morder derraman parte de su ponzoña en su propia boca, y si la tragan, quedan muy afectados y altamente disminuidos para el resto de sus días, aunque no sé cómo terminaría la sierpe aquella. -Y sabiendo lo que le sucedió a mi familiar, no quiero que os vayáis sin escuchar la moraleja de esta historia que, como queda dicho, le ocurrió a persona a la que bien conozco. Y la afabulación de ella es que en la vida real, en bastantes ocasiones, acaba peor quien hace el mal que quien recibe el daño. Que hay sujetos, que después de realizar algo que es incorrecto, no se arrepienten de ello, y aunque tratan de que nadie se lo note, no ven la manera de conseguir que su alma encuentre la tranquilidad y la ataraxia, viviendo con un comezón en sus adentros que les reconcome hasta límites insospechados. -Como también he de deciros que hay personas a las que habiéndoseles inferido un daño, además de saber soportar con gran estilo durante un espacio de tiempo más o menos largo las consecuencias del mal recibido, superan cualquier secuela peyorativa que el perjuicio haya causado en ellos, e incluso consiguen que ese esfuerzo enorme que han de realizar para volver a ser lo que eran, los vigorice y haga de ellos, si cabe, mejores personas de lo que eran antes de que sucediese el lamentable episodio que padecieron. O sea, que saben, con un sacrificio grande, fortalecer su ánimo y conseguir aprender a superarse , por lo que hay algunos que hasta están hasta agradecidos al desagradable evento, ya que este les ha hecho más fuertes y más sabios. -Y esto ha sido todo por hoy, mis queridos amigos. Ya sabéis que me dais una gran alegría al deteneros un rato conmigo, que soy amigo vuestro, y que trato de enseñaros algunas cosillas que en la escuela no se aprenden. ¡Ale, hasta mañana! Y, tras despedirse del hombre, se marcharon los chiquillos siguiendo su ruta hasta sus casas con el deseo de merendar, pero un tanto extrañados con lo que acaban de escuchar, y, desde luego, sin haber entendido demasiado bien, sin acabar de asimilar la máxima que contenía la historia que les había contado el hermano Rogelio. -No sé bien lo que nos ha querido decir, dijo uno de ellos. -Eso son cosas que sólo entienden los viejos, contestó otro. Ramón Serrano G. Noviembre de 2015