jueves, 30 de julio de 2015

Ocasiones

-Majestad, nos estamos alejando en exceso de la casa. Dada la hora que es, pienso que deberíamos volver. -No, Federico, no lo haremos. Allí tengo que guardar una serie de formalismos con los anfitriones y con los cazadores, que, sinceramente, no me apetecen. Ya habrá tiempo esta tarde y mañana. Hoy prefiero pasear tranquilamente contigo, charlando como dos buenos amigos. Y así lo hicieron hasta que sin darse cuenta les dieron las tres cuando se hallaban muy lejos de la finca. Avistaron una casa a los pies de una loma y hasta ella se dirigieron con el fin de ver si les podían dar de comer y enviar con alguien recado de su situación. Al llegar encontraron en ella a una sencilla mujer, algo entrada en años, la cual, ante sus peticiones, les atendió cortésmente. -¿Sabe usted quién soy?, preguntó el monarca. -Claro, Majestad, cómo no voy a conocer a mi rey. Pasen y siéntense que les daré de comer. Lo que no puedo es mandar recado a la finca ya que mi Eulogio se ha ido esta mañana y se ha llevado el burro. Y eso hizo. Les hizo sentarse a una mesa que había decorado rápidamente con limpieza y gusto, para servirles a continuación una comida rústica, sencilla, pero gustosa y de gran sabor. El monarca, al terminar, se dirigió cortésmente a la obligada anfitriona de esta forma: -Señora, he de agradecerle que nos haya dado una comida tan exquisita, pero he de decirle también que nos la ha ofrecido en una vajilla verdaderamente extraordinaria, cosa rara aquí en medio del campo. -Pues quiero que sepan que tengo otra que es mejor aún, y más bonita, pero la guardo para ocasiones. - - - - - - - - - - - Ocasión: esa oportunidad que se nos ofrece para hacer o conseguir algo, y que demasiadas veces dejamos escapar por los más diversos motivos. Pero antes de seguir, permítaseme referir dos casos en los que fui testigo directo de su desarrollo y que me han de servir para afianzar mi posición en el mantenimiento de mi tesis. Una de ellas fue en la celebración de la jubilación de un individuo, o de la recepción de un premio, o de cualquier otra causa que se les pueda ocurrir, y que yo, aun teniendo plena constancia del motivo por el que se celebró el evento, no quiero aclararlo para no dar pistas de él. Lo cierto y verdad es que allí acudimos cantidad de familiares, deudos y amigos del agasajado, pero hubo tres ausencias verdaderamente increíbles. Sin embargo, no asistió uno de sus hijos, ni su hermana, ni su mejor amigo que era a la vez compañero de carrera. No comment. Y algo similar acaeció en la presentación del libro de un conocido escritor local, quien tuvo a su vera a muchos allegados, pero sufrió con las ausencias de su hermana, que no dio señales de vida, y de su hermano que envió una simple tarjeta tratando de justificar su inasistencia. Y digo yo, ¿qué nos ocurre a los seres humanos que, en tantas y tantas oportunidades no sabemos (o no queremos, y esto es lo más grave) estar a la altura de las circunstancias?¿ Por qué anteponemos nuestros intereses personales, aunque sean estos extremadamente nimios e intrascendentes, a imponernos un leve “sacrificio” para concederle una satisfacción a una persona? Pero lo peor es que estas cosas no suceden únicamente en actos, digamos importantes. Es que es el acontecer diario, el pan nuestro de cada día. Al cruzarnos en la calle con el empleado de correos, no lo felicitamos por el nacimiento de su segundo nieto. Si coincidimos en la pescadería con la vecina del piso 2º, no se nos ocurre decirle lo bonitos que tiene los balcones, adornados con unas plantas hermosísimas. Si esperamos la apertura del semáforo en el paso de peatones junto a la nuera del hermano “Talego”, si acaso, y casi haciendo un esfuerzo, le decimos buenos días, pero ni le preguntamos por su estado de salud de su suegro, ni le pedimos que le dé recuerdos de nuestra parte. Que esto no es lo más correcto lo sabemos todos, pero casi ninguno nos tomamos ni la más mínima molestia si el único fin es hacer algo más agradable la vida a nuestros conciudadanos o amigos. -¡Anda ya!, pensamos. ¿Qué saco yo con regalarle una frase agradable a Petra o a Juan? ¿Viene alguien a darme a mí algún contento? Pues ya está. Otra cosa bien diferente es cuando sabemos, o pensamos, que de nuestro comportamiento vamos a obtener beneficio, ya sea este parvo o pingüe. Entonces, las muecas y los gestos risueños afloran en nuestra cara como el agua en un manantial, y con falsía, nos queremos auto-convencer, diciendo que Menganita o Fulanito se lo merecen todo, y que siempre será poco lo que hiciésemos por ellos, que debemos acompañarlos por encima de todo, para acabar imponiéndonos la consigna de que debemos aprovechar la ocasión. Esa es la ocasión, no la diosa romana a la que mostraban como una mujer muy hermosa, enteramente desnuda y con dos características muy aclaratorias: tenía alas para indicar que las sazones buenas pasan rápidamente, y en su cabeza lucía una frondosa cabellera en la parte anterior, pero calva por completo en la de atrás, para hacer saber que una vez que ella había pasado, era imposible cogerla ni aún por los pelos. Creo que deberíamos tener decisión y diligencia para no dejar pasar las ocasiones de obrar bien que se nos presenten, saquemos de ellas beneficio o no, y recordando que no suelen aparecer dos veces. Ramón Serrano G. Julio 2015