sábado, 2 de febrero de 2008

Ejemplos triviales

Ejemplos triviales
Ramón Serrano G.

Hay inventos que son sencillamente prodigiosos y gracias a los cuales la humanidad ha experimentado mejoras increíbles. Bástenos citar cuatro ejemplos que dan buena muestra de ello. Uno podría ser la invención del bolígrafo a cargo del húngaro Lazlo Biro. Citaremos también a la fregona, creación de nuestro compatriota Manuel Jalón, aunque esta también se la atribuye Emilio Bellvís. El ascensor, inventado por el americano Elisha Graves. Y por último recordaremos la maleta con ruedas y asa extensible, creo que la llaman “trolley”, y cuya paternidad es para mí desconocida.
Vemos que en los cuatro casos se trata de innovaciones que han favorecido enormemente a las personas. Sin embargo, alguien podría decirnos que sí, que esos inventos citados son buenos, pero tan sólo dispensadores de beneficios a los que se les tildaría de segundo orden, y desde luego sin la importancia o la trascendencia de descubrimientos como el de Fléming con la penicilina, Roentgen con los rayos X, o Nóbel con la dinamita.
Y efectivamente así es, pero contemplándolo desde un aspecto completamente aislado para cada uno de ellos, porque si lo hacemos desde un prisma general, enfocado a la consecución del bienestar para la raza humana, veremos que tal vez pudiésemos equiparar a unos con otros. Porque la vida es así. Afortunadamente es así. No se compone de momentos puntuales decisivos por una mayor trascendencia, sino que está también integrada por elementos más triviales, si queremos llamarlos de ese modo, pero que tienen una cardinal importancia en el desarrollo de nuestras vidas.
Para demostrarlo, recurriré, como al principio de este escrito, a citar unos casos que me ayuden a demostrar lo que acabo de indicar. El cocinero no triunfa con la elaboración de un plato con una materia prima exquisita, sino que a ello le ayuda enormemente una guarnición adecuada y una presentación glamurosa. El ama de casa no logra que su hogar funcione adecuadamente si nada más se preocupa de que haya la limpieza necesaria y de administrar bien los ingresos para llegar holgadamente al día treinta de cada mes, sino que debe saber poner, imprescindiblemente, ese sencillo toque de feminidad con el que logra crear un entrañable ambiente entre todos los miembros de la familia. El amor de una pareja no triunfa por una o cien noches de pasión, sino por un continuo comportamiento de ambos, limando asperezas, achicando problemas, ofreciendo apoyo o regalando ternura. La penosa labor de un médico no alcanza su enorme mérito por la urgente extracción de una espina de pescado clavada en la laringe de un chiquillo, sino con la paciente tarea del día a día, cortando o aliviando gripes, infecciones, diarreas o dolores.
Pues igual que ocurre en estas muestras apuntadas anteriormente, viene a sucederle al hombre en todo el desarrollo de ese corto, pero azaroso, viaje que es su vida. Por lo cual, si quiere tener en ella completa satisfacción y complacencia, no ha de ocuparse tan sólo de conseguir lo principal: cultura, posición, economía más o menos desahogada, o eso que se ha dado en llamar una buena vida, sino más bien de aquistar, todos y cada uno de los días en que ve amanecer, esas cosas, aparentemente insignificantes, pero de real y gran importancia.
¿Quieren que les diga algunas, ya que de ejemplos andamos hoy? Pues hablaré del trabajo diario, que nunca debiese acabar en rutina, sino que hecho con honradez y esmero, hace que podamos dormir sin pesadillas. Del saludo afectuoso y el trato cordial con parientes y vecinos. De la ayuda silente a quienes pudiéramos prestársela. De la espectacular y estremecedora visión de un amanecer. Del benefactor aprendizaje que nos proporciona la lectura. De conversar a menudo con esos menudos personajes que son los chiquillos. De no hablar nunca de nadie, si no es para bien. De tantas y tantas otras cosas más, que harían esta relación interminable.
En suma, que hemos de procurar, aun cuando nos suponga algún esfuerzo, que nuestro día a día sea lo más placentero posible para los que se relacionan con nosotros, y que eso se consigue principalmente con actos de sencillez, a los que nunca hemos de minusvalorar y/o desatender. Si de esta manera lo hiciésemos, conseguiríamos tres beneficios. La alegría de los demás. Si cabe, en mayor grado, la nuestra. Y que el día de mañana, después de que hayamos hecho el infalible viaje con la descarnada, se nos recuerde al menos con afecto.
Y para hacer un último abundamiento en la verdad de estos consejos, recordemos que la gran belleza de estos montes nuestros que pueblan las comarcas limítrofes de las provincias de Albacete y Ciudad Real, no estriba sólo en la grandeza de las carrascas, enebros, o sabinas, sino además, y con la misma importancia, en la aparente humildad de los romeros, tomillos, espartos, aulagas, espliegos, retamas, gamonitas,…

Mayo 2007

Publicado en “El Periódico” de Tomelloso el 25 de mayo de 2007

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