jueves, 23 de septiembre de 2010

La empatía

La empatía
Ramón Serrano G.

-Luis, ayer, cuando estuvimos hablando con ese amigo tuyo en la puerta de la Biblioteca Municipal, le oí decir que sentía hacia ti una gran empatía. ¿Qué quiso decir con eso?
-Creo, Luca, que algo distinto a lo que tú hayas pensado. Pero déjame contarte algo primero. Afortunadamente, en estos tiempos, y gracias a los medios educativos y de comunicación que existen, la gente va aprendiendo a llamar a las cosas por su nombre. Mira, antes, para el hombre de la calle no había esquizofrénicos, o paranoicos, o neuróticos. Solamente existían los locos. Y lo mismo que te he puesto este ejemplo te podría hablar de otros muchos. La profundidad del conocimiento de un determinado tema, así como el uso de los sintagmas específicos y apropiados de cada tema quedaba reservada a los estudiosos del mismo.
-Y te diré otra cosa. Solía aparecer una enfermedad por estos lugares cuando, muy de tarde en tarde y para alguna celebración, se daba una comilona en la familia. Entonces siempre había algún muchacho que más habituado al ayuno que al banquete se excedía en la ingesta y lo tragado se le quedaba asentado en el buche sin que pudiera darle una salida normal. A aquello, que se trataba de un empacho, de una indigestión, la gente lo llamaba “ mal de asiento”, y para curarlo no se acudía a un médico, que hubiera sido lo correcto, sino a alguien “habilidoso”, que tras untar con aceite la barriga del doliente, se la masajeaba durante un buen rato (lo “masnaban” decían ellos) con el fin de conseguir que lo atascado encontrase su salida natural. Desgraciadamente hubo veces que, dada su ignorancia, no percibían que las molestias no se debían a un hartazgo sino a una perforación en el estómago o en el intestino, la cual, con los masajes, se agrandaba y producía la muerte.
-Entonces pensarás: ¿qué ocurría, que la gente desconocía un asunto en concreto o la existencia de un problema? No, lo que pasaba es que se referían a él sin darle el nombre apropiado, llamándolo erróneamente por otro que no le correspondía. Son muchas las cosas que no se han sabido durante años, aunque tampoco hemos sabido aplicarles su nombre exacto. Pero hablemos de la empatía, como me has pedido. ¿Tú qué crees que quiso decir mi amigo con eso de la empatía?
-Pues que le caías muy bien, o que eras muy simpático, no sé.
-Me lo imaginaba. Pero he de decirte que estás en un error. Mejor dicho, en dos. Todos nos hemos percatado desde siempre, y esto es muy normal, que, cuando empiezas a tratar a alguna persona esta te cae bien, o mal, sin que haya un motivo específico para ello o una causa aparente que lo justifique. No. Es algo que te surge de dentro y que te condiciona. Oyes decir: “Qué bien nos ha tratado fulano. Se nota que sabe y además te transmite confianza”. Y no consiste en que sea más o menos cortés o buen conocedor de su oficio. Es, simplemente, que corresponden su aspecto o su proceder, o ambas cosas, al modelo que nosotros mismos teníamos prefijado. ¿Es a eso a lo que tú llamarías empatía?
-Pues sí. Posiblemente, le contesté.
-Aunque también puede que pienses que lo que te indujo a pensar bien de él es que tenía simpatía. Sabes que casi siempre le parece buena mi actitud, desea que me vayan bien las cosas, le es grata mi compañía, y opina que soy llano y afable. ¿Puede que sea esto lo que pensaste?
-Ya me pones en un aprieto y quizás sea esto último. Aunque yo creo que ambas cosas son lo mismo.
-Pues ni lo son, ni tienen nada que ver con la empatía. Esos son los errores que tú y mucha gente mantienen sobre esa palabra. Yo mismo estuve equivocado con ella durante mucho tiempo. Pero mira: la empatía es la capacidad de una persona de participar afectivamente en la realidad de otra. Te lo aclaro. Es el poder comprender las ideas y los sentimientos de los otros y compartirlos con ellos, sin que sea obligatorio para esto pasar por los mismos trances y circunstancias, con lo que, si lo sabemos hacer bien, conseguiremos que se sientan realmente comprendidos.
-Debes saber, Luca, que la empatía se desarrolla en las personas desde niños. Por eso es fundamental que haya una buena comunicación emocional dentro de la familia, cosa esta que desgraciadamente hoy en día no se da en exceso, ya que por sabidos motivos, que ahora voy a silenciar, esa conexión, ese diálogo interfamiliar, no está muy extendido. Y sabrás, que la mayor dificultad que existe para el desarrollo de la empatía es que solemos estar demasiado pendientes de nosotros mismos. Nos hallamos inmersos en nuestro propio mundo y no procuramos entrar en el del prójimo, con lo que infravaloramos sus problemas y magnificamos los nuestros. Pocas veces somos sinceramente respetuosos con sus ideas y no aceptamos abiertamente lo que ellos piensan.
-Ten por seguro que si practicásemos la empatía en mayor grado, estaríamos realizando una erogación de cariño y generosidad hacia nuestros convecinos. Y te diré, por último, que has hecho muy bien en preguntar, porque hay un proverbio, creo que chino, que dice que quien hace una pregunta es ignorante durante cinco minutos, pero quien no la hace será ignorante para siempre.

Setiembre 2010
Publicado en “El Periódico” de Tomelloso el 24 de setiembre de 2010