viernes, 1 de febrero de 2008

El tesón

El tesón
Ramón Serrano G

¡Pobre del hombre que cree que hay algo importante en este mundo, aunque sólo sea una cosa, que se pueda aprender o aprehender fácilmente! ¡Pobre del hombre que cree que hay algo valioso en este mundo, aunque sólo sea una cosa, que no merece la pena esforzarse en alcanzar! ¡Pobre del hombre que no sabe poner todo su empeño y entusiasmo en conseguir algo noble, aunque sólo sea una cosa, y abandona su empresa ante las primeras contrariedades y apenas está comenzada!
Bien sabemos todos, por otra parte, que el camino que cada persona recorre a lo largo de su vida es distinto por completo al que tiene que andar cada uno de sus semejantes. Aunque a veces, muchas veces, sea similar o se haga en condiciones parecidas, siempre es diferente el que tiene que afrontar cada individuo. Cabe pensar en aquello que dijera nuestro admirado Ortega, de que el hombre es él y sus circunstancias,.
Fijándonos en este aserto, vemos como, sobre todo, en la pubertad y en la juventud, independientemente de la posición social o económica en las que se esté enclavado, cada uno tiene que cortarse su besana o trazar el patrón del traje que ha de terminar cosiendo. La mayoría suele no quedarse corta al estimar las posibilidades de hacienda para la que cada uno es apto y se ofrece a sí mismo una tarea realmente extensa. Y luego, cuando van apareciendo las dificultades de cualquier tipo que los trabajos de un mérito real nos ofrecen para conseguirlos, también la mayoría va degradando sus intenciones de logros y las va aminorando hasta niveles inferiores, y a veces muy bajos. Y casi siempre ocurre esto por una falta de autoestima y sin pensar que en muchas ocasiones, la mayoría de las veces, importa más que la propia capacidad, la fe que hay que tener en uno mismo y la creencia de que se poseen aptitudes para llevar a cabo lo que se persigue.
Y viene ser lo común que en el momento que algo logra interponerse entre nuestras aspiraciones y nuestro esfuerzo, o dicho de otra forma, si no alcanzamos con enorme facilidad aquello que estamos pretendiendo, solemos abandonar nuestro camino y tiramos por la vereda de en medio, la que acorta nuestro viaje, aun cuando el destino al que nos lleve este sendero sea bastante más fácil y asequible pero mucho menos compensatorio y agradable que el que habíamos elegido con anterioridad. Deberíamos tener siempre presente que las empresas que merecen la pena no suelen ser fáciles, que lo que mucho vale, mucho cuesta, tanto de estudio, como de paciencia, como de necesidad de una gran fuerza de ánimo, de un gran tesón, que debemos aplicar tozuda e insistentemente, y con lo que conseguiremos, a buen seguro, alcanzar la meta que teníamos idealizada y que nos habíamos propuesto en primer lugar.
Se puede llegar a pensar que dentro de nosotros no existen todas las posibilidades necesarias para el logro de lo previsto. O que no somos lo suficientemente fuertes y capaces, O que es realmente imposible de conseguir lo pretendido. Mas entonces debemos recordar la maquiavélica idea de que a la debilidad se la vence con armas como la habilidad y la constancia. Rememorar el popular dicho de que más vale maña que fuerza, y pensar en que para conseguir la victoria hay siempre un método apropiado y que este sistema se suele encontrar con tiempo y con orden, que quien anda despacio y estudia el camino, terminará por llegar lejos. Aquello de que quien va piano, va lontano, que dicen por Italia. Pensemos también en aquel proverbio, creo que árabe, que dice que quien se empeña en darle una pedrada a la Luna no lo conseguirá nunca, pero acabará sabiendo manejar la honda.
Todos conocemos casos, verdaderamente desagradables, de personas de todo tipo y condición, que siendo poseedoras de auténticos valores, anduvieron escasos de fe en sí mismos, o de paciencia para sortear obstáculos, o de fuerza de voluntad para vencer las dificultades de su programa y acabaron conformándose, torpe y dócilmente, con lugares y puestos de menos privilegio de los que realmente merecían. Con desempeño de cargos y oficios en la vida muy por debajo de sus verdaderas posibilidades.
Mira lector, que cuando el viajero se extasía delante de un gran monumento, poco o nada le importa cuánto tiempo tardó en llevarse a cabo, ni si su importe fue de estos o de aquellos dineros. ¿Cuánto costó hacer la torre Eiffel? ¿Cuánto se tardó en construir el monasterio de El Escorial?. Ante su vista, cada uno de nosotros se queda admirado ante la perfección del trabajo bien realizado y ante la grandiosidad de la obra que tiene enfrente, y sólo de estas cosas se hará lenguas y las propagará ante todo aquél que quiera oírle.
Por eso lanzo este consejo para ti, ya seas joven, adulto o viejo, pero que estás ante la posibilidad de hacer alguna tarea de plausible factura. Aun cuando te sea difícil conseguirla, no la abandones y piensa que el tesón es el mejor puente entre el deseo y la obra.

Junio 2006
Publicado en “El Periódico” de Tomelloso el 23 de junio de 2006

No hay comentarios: