martes, 23 de agosto de 2016

Las tres eses

A la memoria de E.G.S. Sin querer meterme para nada a dilucidar si las costumbres de antaño fueron mejores que las de ahora, que buenas y malas las hubo, las hay y las habrá siempre, sí quiero pararme a repasar un aforismo que me enseñó, cuando niño, una familiar con la que todos los años pasaba largas temporadas. En realidad me enseñó esa y muchísimas más cosas buenas. Otra, bien distinta, es que yo las aprendiese. Pero sí que recuerdo aún esta, a la que quiero prestar mi atención, puesto que entonces no la entendía muy bien, quizás porque su realización era para mí un verdadero suplicio, y que después he llegado a comprender. Me estoy refiriendo al acto de cortarse las uñas, tarea reservada a los mayores ( los niños ni sabíamos, ni podíamos), y que nosotros aceptábamos siempre a regañadientes. ¡Qué tortura, madre, qué suplicio! Con el fin de que mi oposición al mencionado recorte no fuese muy grande, aquella bendita persona trataba de convencerme diciéndome las muchas ventajas que ello tenía, y que, como es natural, no voy a repetir aquí. Pero sí que siempre añadía una teoría que recuerdo con mucho agrado. Me decía: -Las uñas hay que cortárselas siempre con tres eses. A Solas, los Sábados y con Sol. Yo con aquello me quedaba completamente en ayunas sobre cuál era su significado, por lo que ella intentaba aclarármelo convenientemente. -Mira, me decía, con toda su bendita paciencia. Hay que hacerlo a solas, como otros muchos actos íntimos más, porque no es agradable para los demás contemplarlo, amén de los posibles residuos que puedan quedar tras su realización. Lo de los sábados no se refiere exhaustivamente a que haya de ser en concreto ese día de la semana, que puede ser cualquier otro, ni cada siete días, sino a la periodicidad en la ejecución del acto, que no debe ser nunca excesiva. Y finalmente, con sol, en referencia a que no lo debemos dejar para última hora, que, cuanto antes lo hagamos, mejor. Luego, cuando la vida y los años me fueron enseñando otras muchas cosas, llegué a comprender la gran vastedad de aquel mensaje de las tres eses no se refería exclusivamente al recorte ungular, sino que es aplicable a una gran cantidad de actos que los humanos llevamos a cabo constantemente. Trataré de explicarlo. Como es natural, poco, o mejor dicho nada, hay que explicar sobre la conveniencia de la soledad en la ejecución de los actos íntimos. Pero también debemos emplear ese “secretismo” en la realización de nuestras obras buenas: “Que tu mano izquierda no se entere de lo que hace la derecha”, (Mateo 6, 3-4), ya que deben ser los demás los que se hagan eco de ellas. Sin embargo hay hasta quien, cuando está dando una limosna a un menesteroso a la puerta de la iglesia, se hace un selfie que después transmite a sus allegados. Para la segunda ese, y siguiendo con la ejecución de las buenas obras, debemos imponernos una periodicidad, simplemente, porque el hombre tiende a la dejadez, a la no continuación de sus actos más nobles, simplemente por abulia, molicie o poltronería. Esta misma regularidad, y con la misma intención, viene aconsejada por la Iglesia Católica cuando le dice a sus fieles que asistan a misa al menos una vez a la semana, o que se comulgará una vez al año por Pascua florida, que de esa forma venía recomendada ya en los antiguos catecismos Astete o Ripalda. Por ello, sabedores de que las personas somos proclives por naturaleza a la inactividad, y con ella, a la no ejecución, o al retardo en ella, de muchas de nuestras obligaciones, sean estas por oficio o por afición, marquémonos pautas para estimularnos a su ejecución y no a su abandono, en el que caeríamos, con toda seguridad, de no hacerlo. Y para referirme a la tercera y última ese, puesto que soy refranero como Sancho, permítaseme que acuda a ellos para justificarla. Esta postrera ese, hace referencia a la conveniencia de hacer las cosas tempranito, con sol, o sea, a primera hora de la mañana. Nos anima a ello la paremia que dice que “a quien madruga, Dios le ayuda”, pero aún sin recibir ese divino apoyo, cabe comprender con facilidad que aquel que no espera hasta el último momento para hacer las cosas tiene más tiempo para ello, a más de que, al clarear el día, se está más fuerte, más despejado y sin cansancio alguno. Eso en cuanto a lo físico, que en cuanto a lo psíquico, debemos valorar, y mucho, la tranquilidad de ánimo que queda después de haber realizado bien, convenientemente y a conciencia, la labor que nos habíamos propuesto o que se nos había encomendado. Se debe recordar siempre la inquietud que nos agobia cuando tenemos algo pendiente de realizar y la tranquilidad con la que se llena nuestro espíritu con aquello de: “Hacienda hecha, quita cuidado”, puesto que ello nos ha dejado libres para la ejecución de cualquier otro menester, laboral o de ocio, que nos sea preciso o nos venga en gana. La verdad es que, antiguamente, el pueblo llano, el hombre de la calle, sabía de aforismos, y anejires, de los que gustaba guiarse puesto que le conducían bien en su obrar y le facilitaban, y mucho, sus hábitos y costumbres. Y una de esas paremias era la que decía que tanto cortarse las uñas, como realizar otras muchas faenas, se deben hacer siempre con tres eses: a solas, en sábado y con sol. Ramón Serrano G. Agosto 2016