jueves, 7 de febrero de 2013

Lo necesario

Para F. G. de J. ,un gran ENSEÑANTE del que he aprendido, y sigo aprendiendo, muchas cosas buenas. Con inmensa gratitud. Afirma el escritor israelí Meir Shalev en uno de sus maravillosos libros: “¿Qué necesita una persona? No demasiado: algo dulce que comer, una historia que contar, y tiempo y espacio, y gladiolos en un jarrón, y dos amigos, y las cimas de dos colinas, una en la que vivir y otra a la que contemplar. Y dos ojos para ver los cielos, y esperar…” Shalev detalla así, con muy escasas pero exquisitas palabras, las necesidades humanas, y lo hace con una lirica, con una sensibilidad, que están reservadas exclusivamente para las grandes almas. Mantiene, rotunda y claramente, lo que es suficiente, o quizás imprescindible, para una buena existencia de los seres humanos. Y que, como puede verse, es muy poco para el cuerpo, tan sólo un algo, y todo lo demás, que eso sí es mucho, y que está precisa y delicadamente detallado, va exclusivamente destinado al espíritu. Además, lo finaliza con enorme espacio abierto a la ilusión. Quizás yo peque de imprudente, pero apoyándome en la memoria (de la que Cicerón decía: in senectute minuitor, nisi eam exerceas) me parece que en esta afirmación pudiera verse, al menos en parte, una cierta correlación con el impresionismo, cuando este quiere llevar al extremo la ley de mímesis, que significa imitación según Aristóteles, que es quien acuña el concepto, que ya fuese esbozado por su maestro Platón: “lo que no es precisamente copia del mundo real, sino imitación de lo ideal estéticamente grato, sensibilizado en lo material”. Y hago esta analogía, porque los pintores pertenecientes a ese movimiento artístico, comienzan a introducir trascendentales variantes en su forma de concebir y realizar sus obras. En primer lugar, se imponen el hacerlo “au plain air” (al aire libre), para después no pintar sólo aquello que ven, sino lo que sienten. No les preocupa tanto el modelo, como la luminosidad, el espacio y el cromatismo. O dicho de otro modo, que idealizan el paisaje que tienen ante sí. Y Shalev, hace algo similar, pero dificilísimo, al tiempo que nos muestra una obviedad: que se puede pintar con las palabras. Pero eso, tan manifiesto y ¡tan difícil!, sólo es capaz de verlo un genio, aunque todos lo tengamos delante de los ojos. Únicamente un sabio es susceptible de comprenderlo, sentirlo y expresarlo, aunque usted, y yo, y muchos de cuantos nos rodean, estemos más que hartos de saber que la apetencia insaciable de tener sin necesitar, es una de las peculiaridades más desarrolladas en el ser humano, tanto por haberlo experimentado en nosotros mismos, como por haberlo visto en nuestro derredor. Y, obsesionados por el afán de poseer cosas, muchas cosas, ingentes cantidades de cosas, nos quedamos sin algo dulce que comer, sin amigos, sin historias que contar, sin gladiolos en un jarrón, sin… Porque casi nunca estamos satisfechos, ya que creemos que nos falta algo, sin recapacitar que, a quien piensa así, siempre habrá algo que le faltará. Y aún así, y también cuando disponemos de todo (y no conozco a nadie que diga, o piense, que no necesita nada más que lo que ya posee) no nos solemos acordar de aquellos a los que les falta algo. O casi todo. O todo. Aquellos que no tienen ni siquiera lo imprescindible, cosa esta también muy relativa, ya que para unos algo en particular es preciso, incluso vital, mientras que, para otros, ese algo puede suponer una cosa superflua y despreciable. Pero lamentablemente la vida es así. Siempre ha sido de este modo, y, seguro estoy, que sucederá igualmente en el futuro. Algo similar a lo que dice aquel viejo proverbio cuando asegura que los árboles no nos dejan ver el bosque. Nos embelesamos (nos minimizamos) observando tan sólo a quienes tenemos a nuestro lado, y lo hacemos tan intensamente, que no llegamos a pensar en que, tras ellos, existe una humanidad casi entera con problemas, con circunstancias adversas para poder llevar una vida, no ya digna, sino superable. Usted, y yo, sabemos que hoy, en el siglo XXI d.C., siguen existiendo esos ansiosos egoístas que mucho quieren, que mucho necesitan, y que mucho luchan, con las armas o con los medios que hayan menester, para lograr sus objetivos, sin darse cuenta -tan lelos y cortos de vista son- que están perdiendo el disfrute de las muchas cosas buenas que tiene la vida cuando se sabe reparar en ellas. Esto me ha llevado a recordar que Meir Shalev nos dice lo poco que necesita una persona. Y ¡qué cierto es! lo que dice el escritor israelí. Ramón Serrano G. Febrero de 2013