viernes, 20 de octubre de 2017

Las flores (bis)

Hace unos meses, en el curso de un escrito en el que me refería a ellas, dije que no quiero flores cuando muera, y aclaraba que este repudio no se debía a que no fueran de mi agrado, (siempre he manifestado que les tengo una gran admiración), ni a que estuviera en contra del sentimiento de cariño o respeto que se ponía de manifiesto con ese exquisito testimonio, sino porque creía que el importe de ellas tendría un mejor destino si se gastase en obra benéfica alguna. También porque pienso que los detalles hay que tenerlos en vida, y lo otro es a veces aparentar ante los demás un dolor en unas ocasiones cierto y en otras de fingimiento. En aquellos entonces alguien tuvo la gentileza de contestarme a esto diciendo que, en realidad, el motivo de esta ofrenda floral a los difuntos era debido a la creencia de que las flores se marchitan, pero sus simientes vuelven a generar vida. Me pareció bonito y agradecí el detalle, aunque para mis adentros discrepé en parte del razonamiento y me quise convencer a mí mismo pensando que todo lo que sea una atención hacia otro estaba bien y más si se realizaba mediante un presente de tanta hermosura. Porque sabiendo que todo lo que sea delicado es digno de admiración y cariño, si además de eso es bello (y las flores son bellísimas) casi no debería hablar más de ellas, porque me faltarían palabras para ensalzarlas debidamente. Son, desde luego, uno de los productos más variados y bonitos de la madre Naturaleza, habiéndolas de todo tipo y condición. Por estos lares sólo conocemos algunas mientras que no se dan por estas latitudes, aunque sin necesidad de irnos lejos, sabemos todos que dentro de nuestro propio país son diferentes en el norte que en el centro o en el sur. Las hay que son generadoras de frutos y las que no sirven para el deleite de la vista y de la mente. Pero la cultura floral en esta España mía, esta España nuestra, es muy diferente de la del resto del mundo. Aquí las flores se suelen cultivar en los hogares en macetas y en pocas ocasiones se ofrecen en ramos. Aquí, y para nuestro exclusivo disfrute, se adquiere un 0,0001 % de la producción, mientras que en Holanda, Francia o Inglaterra, se encuentran además de en las tiendas destinadas a ello, en tenderetes y puestos de todos los mercados, y la gente, en su presupuesto para la compra diaria, siempre tiene un apartado para su adquisición para tenerlas luego expuestas en el salón, la mesa, o cualquier otro rincón de la casa. De cualquier manera, en todos los lugares se reconoce que son uno de los componentes más venustos de este mundo, y que en aras de su belleza natural y de su esencia, como primera aparición de lo que luego, en muchas ocasiones, será un fruto, la realidad es que siempre las flores han atraído de manera especial a los humanos de todos los tiempos, e incluso les han servido como medio de comunicación ya que, siendo todas muy lindas, cada una de ellas tiene su propio lenguaje con el que nos llegan a transmitir un distinto mensaje. Deténganse en repasar los antiguos escritos que hay sobre el jacinto, el laurel, la amapola o el narciso, y me refiero a estas por hablar de algunas, aunque podría hacerlo de muchas más. Si miramos la historia, esta nos dirá que ya tuvieron su importancia en el antiguo Egipto, la Edad Media o en el Renacimiento, aunque fuese mucho después, sobre todo en la época victoriana (fue Carlos II de Inglaterra quien, recopilando fuentes desde Asia a Europa, nos acercó a este arte), que se empezó a utilizar el obsequio de flores como mensaje codificado, como método cifrado, si no esotérico, sí revelador de unos sentimientos íntimos que se querían hacer patentes y que no estando al alcance del conocimiento de todos sino tan sólo de quienes sabían su significación, se hacían llegar a su destino de esa gentil manera, ya que de otra hubiese sido imposible sin caer en habladurías de todo tipo. Es sabido que hay en ellas una excelente manera de expresar lo que hay en el interior del regalante y lo que este quiere transmitir al receptor. Puede hacerse por una combinación de colores, pero la más sabida se basa en la entidad de cada una. Y con las limitaciones sabidas, y hablando sólo de algunas relacionadas con el mismo tema, diré que el girasol significa adoración, la cala belleza, el azahar castidad, el crisantemo fidelidad, la peonia deseo y la rosa roja amor. Existe un lenguaje de las flores que ya expliqué entonces, extenso y variado pero conocido por muy pocos. Y es una pena, porque un mensaje con ellas es siempre mucho más emotivo y agradable que los que se reciben por WhatsApp. Pero los tiempos y los usos mandan. Ramón Serrano G. Octubre 2017