jueves, 13 de agosto de 2009

las fuentes

Las fuentes
Ramón Serrano G.

“Junto a la fuente que vierte, por seis caños de oro fino, cristal y perlas sonoras, …”
Del romancero de Don Rodrigo.

- Galano nombre tiene el pueblo: Villahermosa. Y a fe que cumple con los dos epítetos. Tan sólo llevamos aquí tres días, pero he visto ya dos cosas dignas del mayor elogio: su iglesia y el carácter alegre y abierto de sus gentes. Tendrá más, estoy seguro, pero estas son las que más han llamado mi atención. Sin embargo, fíjate, qué cosa tan rara, he notado que no hay ninguna fuente en sus calles o plazas. Será porque con un carro cargado con dos cubas es como se repartía el agua a domicilio. Sin embargo, Montiel, donde estuvimos la semana pasada, tiene una, me dijeron que tuvo dos, y aun tres, y eso que es un pueblo más pequeño que este.
- Dices bien, Luca. Hacia la mitad del siglo pasado, Villahermosa alcanzaba las siete mil almas y Montiel superó las cuatro mil. Hoy, sin embargo, uno apenas si salta de los dos mil, y el otro estará en los mil setecientos. En cuanto a eso de las fuentes también es cierto, en parte. Y pese a ser más pequeño, sabrás que es más antiguo, ya que Villahermosa, que a la sazón se llamaba Pozo Hondo, fue desligada de Montiel el 22 de setiembre de 1444, día en el que recibió la “Carta Puebla”.
- Parece ser que conoces bien la historia de ambos pueblos.
- Claro que sí, ya que en ellos tengo pasadas largas temporadas de mi vida. Pero si te parece hablemos de lo de las fontanas, ya que eran uno de los puntos más importantes de cada lugar. Verás, en España no se instala el agua potable hasta las primeras décadas del siglo XX, y esto en las ciudades, ya que en la mayoría de las villas y aldeas no llega ese servicio hasta bien mediado el siglo. Así, en estas pequeñas poblaciones remediaban esta ineludible necesidad mediante aljibes y pozos particulares, aunque estos solían ser peligrosos por el riesgo de filtraciones.
-Pero había vecinos que no disponían de esas instalaciones, por lo que al carecer de algo tan imprescindible como el agua, para obtenerla, tenían que usar de los servicios que los Ayuntamientos les proporcionaban, y que solían ser de dos clases, y aún de tres: para el uso de boca, cocina e higiene, para el lavado de la ropa y, en algunos sitios, como abrevadero. Así Montiel tenía tres. De las de beber, una en la plaza principal, y otra, que muchas veces se secaba, en la carretera, frente a la casa de Dª Blanca. A ellas iban diariamente las mozas con sus cántaros. Y había una tercera para que bebiesen los animales. Esta la mandó poner por los años 30 el alcalde Ramón García en la plazoleta que hay frente a la casa de Pretel y de la que arranca la calle que antes se llamaba de la Condesa y hoy es de la Concordia. Para lavar la ropa, las mujeres se iban como a un kilómetro, por la carretera de Villanueva, hasta un lugar que le decían “La Lagunilla”, en el río Jabalón. Y sabrás que algunos cogían su burro, sus aguarones y sus cántaros y se iban hasta un manantial cercano que daba, a su decir, un agua más fina y gustosa que la de la fuente del pueblo.
- Y así tú que has visto muchos lugares, ¿conocerás muchas fuentes?
- Sí que he visto bastantes, sí. Y algunas muy curiosas. Por ejemplo la de Mojácar que tiene una placa en la que dice que ante ella se entregó el pueblo a los Reyes Católicos. La del Rey, en Priego de Córdoba, con sus tres estanques y sus 139 caños, muchos de ellos con mascarones de piedra. Junto a Segorbe, en la margen derecha del río Palancia, hay otra con cincuenta caños, y sobre cada uno de ellos el escudo heráldico de cada provincia española. En Orense, en el centro de la ciudad, está la de As Burgas, y en ella sale el agua a más de 65 grados centígrados, y debes tener cuidado al tocarla porque te puedes quemar. La fuente del Toro, sustituidora de la de las Ninfas, de cuyos pezones manaba el agua que bebían los granadinos voluptuosamente. O la que hay en el Retiro madrileño, que es la única en el mundo que está dedicada al demonio.
- Es curioso. Parece como si las fuentes, en los pueblos, tuviesen su propia personalidad, su propia vida.
-Es que la tenían. Lo mismo que la iglesia, o que el ayuntamiento. Eran sitios que marcaban la vida local, y así está recogido por el sentir popular en infinidad de coplas y poemas. “Por dónde vas a misa, que no te veo, que no te veo…” cantan en Cantabria. Has de saber que la asistencia a los oficios religiosos, la misa, el rosario de la aurora, o las novenas, eran ocasiones esperadas y buscadas por mozas y mozos para encontrarse.
- Y a las fuentes les ocurría otro tanto. Eran lugares “sociales” a los que había que acudir necesariamente, y esto trascendía en poemas ( San Juan de la Cruz, Rosalía o Machado, las citan en sus obras) o en canciones populares. Acuérdate del célebre polo:“Carmona tiene una fuente/ que con catorce o quince caños/ con un letrero que dice…” O de aquella copla: “Caminito de la fuente, va llorando una morena, porque no tiene vestido, para ponerse en la fiesta”. O de la que pregunta: “¿Dime dónde vas morena, dime dónde vas salada,,,,,? Voy a la fuente del Caño/ a beberme un vaso de agua, que me han dicho que es muy buena, beberla por la mañana…”.
-Piensa, por otra parte, que las fuentes solían estar en sitios agradables, en los cuales, arrullados por el cantar del agua, se hacían frecuentemente tertulias. Tienen fama los coloquios que junto a la del Avellano, en Granada, mantenían Ángel Ganivet, Falla, Rusiñol y un joven García Lorca. Y aprovecho para decirte que esta fuente, la del Avellano, que está al final del paseo de los Tristes, en la parte baja del Generalife, en realidad no es una sino tres, ya que junto a ella están la de la Orilla y la de la Salud, cuyas aguas tienen fama de ser muy curativas.
- Claro, siendo así, y con lo que a ti te gusta el palique, te lo habrás pasado estupendamente.
- Doy fe de ello. Sentado entre los viejos, junto a cualquier fuente de cualquier pueblo perdido de Asturias, de Castilla, de Navarra, o de cualquier otra región de nuestra España, y oyéndoles hablar, se me iban las horas y se me encandilaba el alma. Los había muy tunos, no creas. De vez en cuando, dejaban la cháchara y miraban a las mozas: “Hay que alegrar un poco el ojo viendo correr la caza”, decían. Todos ellos con sus caras vestidas de arrugas y sus cabezas cubiertas por la boina o la gorra. Y todos con una vida entera por delante. Una vida de tan sólo unos días, o quizás de algunos años, los menos. Pero para ellos, toda una vida por delante. Y pronto volvían a sus temas. A repetirse, una y mil veces, en sus historias tantas veces contadas. A renegar del presente y a sublimar el pasado. A resignarse con todo. A contentarse con nada. A demostrar continuamente sus saberes a unos compañeros-alumnos que se tenían por tan doctos, o más que ellos A quejarse de la brevedad de la vida, cuando muchos de ellos no sabían qué hacer con sus jornadas, que se les antojaban demasiado largas.
Pero acudían alrededor de la fuente de forma habitual, sobre todo para que el aire y el sol entrasen en sus entrañas, repodridas de tanto aguantar en la soledad de sus casas, este la pérdida de la mujer, aquél la ausencia del hijo que marchó a buscarse el pan a otros tajos, y todos, soñando como Machado que..” una fontana fluía dentro de su corazón,” y diciendo como el poeta: “Di,¿por qué acequia escondida/ agua, vienes hasta a mí,/ manantial de nueva vida….”

Agosto 2009
Publicado en “El Periódico” de Tomelloso el 14 de agosto de 2009