viernes, 1 de febrero de 2008

Me escribes

Tus mensajes
Ramón Serrano G.

Hoy, como ayer, como todos los días, me escribes, me mandas un mensaje y me pides que te cuente cosas, que te hable de lo que veo por mi derredor, que te dé mis impresiones de lo que ocurre por mi entorno, que te diga mis opiniones acerca de lo que observo por este perro mundo. Parece que vivieras en un desconsolado encierro, con un completo aislamiento de todos y de todo, entre la selva, incapaz de oír tanto grito aluminoso que emana de cualquier rincón, ignorante de tanta abominación y vituperio como a diario se vienen produciendo aquí, allá, acullá, en todos sitios.
Parece que esperes que mis palabras puedan edulcorarte la amarga realidad que nos está tocando vivir. Que no quieras tomar propia conciencia de los problemas que tú certeramente adviertes, pues no te falta el don de la clarividencia. Entonces, qué voy a decirte yo, que tú no sepas y que pueda socorrerte. Recuerdas bien, que el filósofo dijo que el hombre es un lobo para el hombre y tú sabes que los pensadores, los grandes pensadores, hablan no sólo para el presente, sino que lo hacen también para el futuro. Así, todo lo malo que tú percibes es notado igualmente por mí, como por muchos de los que nos rodean. Porque el hombre, un lobo para sí mismo en esta guerra de todos contra todos, sigue arramplando con lo que encuentra a su paso, sea lo que fuere, si ese obstáculo, grande, chico o mediano ¡qué importa! le interfiere para alcanzar un adminículo de placer. Se busca la inmediatez del disfrute, la gloria de la victoria, pequeña o grande, nimia o trascendente, sin pensar para nada en las posibles desagradables consecuencias que esa escasa satisfacción pueda acarrear posteriormente, o incluso si alcanzarla puede dañar gravemente a alguien o a algo.
Todo esto, ya digo, tú lo aprendiste bien y yo doy en entender que con tus mensajes deseas de mi persona que te envíe, digamos, placebos verbales, mentiras piadosas, entretenimientos gramaticales, para sosegar tu espíritu y amainar la ira que debe inundar tu ánimo, que como el de tantos otros, el mío por ejemplo, se hallará completamente quejumbroso y mustio. Y si, como apunto, yo me hallo como tú, y como millones de seres, apesadumbrado por la cantidad de horrores que diariamente venimos soportando, de todas las especies, a todos los niveles, de todos los tamaños, si me encuentro, te repito en tamaña situación, no dudes que avés podré expresarte impresión o emoción alguna que pueda tener un atisbo de ser alegre y esperanzadora.
Pues pese a todo lo antedicho, en ese estado lastimoso me pongo a contestarte como deseas y lo primero que acude a mi mente, como fiel reflejo de cuanto estoy pasando, y como no podía ser de otra manera, es una extensa queja, un incesante ronroneo de cuanto malo estoy viendo, de lo que soy testigo a través de mí mismo o de las informaciones que me llegan por cualquier medio.
Por eso me entero, un día y otro, y otro, de que el hombre recorre caminos anfractuosos que le llevan a cometer matanzas sin tino. De la avidez inmensa que devora a tantos. Del hambre que atenaza a millones de personas, que viven famélicos y asombrados de observar que el resto despilfarramos como si fuésemos ricos. Del ruido exasperante de vehículos, de máquinas, de bombas, que está dejando sorda a media humanidad. De que el calor sube, imparable, año tras año. De que el agua ya va siendo escasa, de forma irremediable y excesiva.
Y me entero, también, de que existen esponjas horrorosas que están intentando atrapar dentro de sí y para ellas, todo lo que está a su alcance. Y lo que es peor, a veces, muchas veces, demasiadas veces, lo consiguen. De que hay prolíficos palomos invasores de terrenos, tejados y terrazas ajenas, arrasadores y ensuciadores de todo cuanto se apropian como habitáculo y que enseguida convierten en despreciable basurero. De la vida y costumbres de codiciosas y mezquinas urracas, dedicadas por completo a tomar para sí lo que es de los demás, preocupadas por comer sin trabajar, aprovechándose del esfuerzo del vecino. Del desasosiego y el destrozo que cometen infinidad de ratas que. escondidas en los recovecos del subsuelo, sólo salen de él para transmitir males y cometer desmanes.
De todo eso y de mucho más me entero, porque tendría que ser ciego, sordo, lelo o mentecato para no darme cuenta. Pero no quiero ahora hablarte de ello, viéndote la necesidad que tienes de buenas nuevas, de noticias biensonantes que encandilen un tanto tu alma, te lleven por caminos soleados e ilusionantes, y dejes de conducirte por derroteros y sendas repletas de indignación, y aún de bochorno.
Por eso te mando este mi mensaje, sabiendo que con él te daré una confortante noticia. Es algo que ya no va siendo habitual y que quizás te cause asombro y extrañeza, o que incluso pueda parecerte increíble que lo haya contemplado. Pero sí, te juro que he sido testigo directo de él. Así que te diré, simplemente, ¿verdad que te alegras?, que hoy he visto a unos niños jugando en el parque.

Abril de 2006

Publicado en “El Periódico” de Tomelloso el 28 de abril de 2006

No hay comentarios: