miércoles, 17 de noviembre de 2010

Darse la vuelta

Darse la vuelta
Ramón Serrano G.

Quiero hoy, a sabiendas de que no es un tema demasiado agradable, hablarles de las cucarachas, esos, al menos para mí, bichos repelentes que muchas noches, demasiadas, suelen abandonar las grietas o rendijas que les sirven de habitáculo y salen a pasear a su antojo por nuestras viviendas, infestándolas en mayor medida de lo que suponemos y creándonos demasiados problemas higiénicos.
Pero no es de tipo sanitario el motivo de traer a colación a las curianas, sino razonar sobre una determinada imposibilidad de estos insectos. Unos bichejos que han sabido adaptarse admirablemente a su siempre mezquina calidad de vida y que han llegado a conseguir logros importantes para que esa vida les sea propicia a su modo.
Así, han conseguido aprender cómo absorber la humedad ambiental de tal forma que pueden resistir sin agua un mes, y en cuanto a su alimentación, al ser omnívoras, se abastecen de plantas, pegamento, cuero o madera. Suelen salir de noche aunque son prácticamente ciegas, pero se saben mover por los más diversos conductos gracias a sus antenas que, al contactar con cualquier superficie, les indican el camino a seguir. Igualmente, en sus excrementos, dejan rastros de los que se sirven para localizarse o poder encontrar fuentes de comida o de agua. Diré, por último, que prefieren las estancias cálidas, aunque se saben adaptar a una gran variedad de ambientes.
Todo eso, y muchas cosas más que sería prolijo detallar, han aprendido los blatodeos en sus más de 300 millones de años de existencia para poder sobrevivir y evitar cualquier peligro de exterminio de su especie. Sin embargo, hay una cosa que todavía no saben hacer, y eso que esto les acarrea la muerte. Así, cuando ellas, a causa de un resbalón, o por el espasmo causado por los insecticidas, caen boca arriba no aciertan con el modo de darse la vuelta y empiezan a agitar desordenadamente sus patas para tratar de voltearse, pero ese es un movimiento totalmente infructuoso. Lo intentan de nuevo, se cansan, paran, y una y otra vez, baten al aire sus extremidades hasta que al poco mueren sin remedio.
Dicho esto, quiero hablar ahora de que igualmente hay una especie de “cucarachas” de dos patas, coetánea con la aparición del hombre sobre la Tierra (y creo que esto fue en la época del Mioceno, o sea, hace unos 20 millones de años) y que esos especímenes tienen casi las mismas propiedades que sus homólogos los blatodeos.
Como ellos son omnívoros y fagocitan todo cuanto les pueda interesar de su derredor. El agua pueden sustituirla fácilmente por cualquier otra bebida, sobre todo si tiene graduación alcohólica. Se arrastran, serpean, vuelan, e incluso nadan entre dos aguas, en aras de conseguir sus propósitos. No les importa actuar de día o de noche y también tienen antenas, aunque bien distintas de las de sus congéneres, para obtener cuanta información les sea necesaria. Y por supuesto, acuden a los “basureros” para estar bien nutridos. Como diferencia principal, diré que no suelen vivir precisamente en covachas ni agujeros, pues gustan de tener pomposas residencias, siempre ganadas con malas artes.
Pero sí que les ocurre igual que a las curianas, ya que cuando patinan y caen, no saben dar la vuelta de manera alguna. No han aprendido, a lo largo y ancho de su ya vieja existencia, que se puede errar y, reconociendo el error, enmendarlo y seguir por la adecuada vía. Mas no, eso no. Si han obrado mal, que suele ser su habitual modo de hacerlo, tratan de justificarlo de cualquier forma. Inventan patrañas, buscan testaferros, u hombres de paja sobre quienes cargar sus faltas. Lo que sea menos darse la vuelta.
Todos ustedes, queridos lectores, ya han adivinado que me estoy refiriendo no a todos, pero sí a tantos y tantos “prohombres” que a lo largo de la Historia han desarrollado sus actividades públicas en beneficio propio, única y exclusivamente de esa forma, aunque propagando que lo hacían por favorecer al pueblo. También a esa cantidad ingente de fundamentalistas de todo tipo que han obrado radicalmente, hasta matar si preciso fuera, para imponer sus creencias y opiniones. Por igual a los designados por los “dioses” para, dictatorialmente, liberar y engrandecer a sus gentes y a sus tierras, aunque cada día que transcurre estas se vean extremecedoramente aherrojadas y sometidas, desvencijando sus mentes y sus cuerpos y aniquilando, sin concederles voz ni escuchar sus razones, a cuantos discrepaban, o discrepan, de sus órdenes, sus deseos y sus maneras de obrar. Y los hubo, los hay y los habrá, en todos los lugares y operando a todas las escalas y viviendo unas vidas en la oscuridad y entre basuras.
Sí, siempre ha sido así, y así sigue, y así seguirá siéndolo. No saben dar la vuelta, no pueden, no quieren reconocer sus errores. Recordemos como ya Guillén de Castro, en sus “Mocedades del Cid”, nos dice en la primera quincena del siglo XVII: “…Procure siempre acertalla/ el honrado y principal/pero si la acierta mal/sostenella, y no enmendalla…”

Noviembre de 2010

Publicado en “El Periódico” de Tomelloso el 19 de noviembre de 2010