martes, 13 de marzo de 2018

La soledad

Para A. Núñez, en recuerdo a los comentarios sobre este tema. En la vida de los hombres hay profusión de situaciones, unas que son consideradas por todos, y siempre, del mismo modo, mientras que otras pueden serlo de la más diversa forma debido a las circunstancias externas o a la manera de ser de cada uno. Entre ellas se encuentra la carencia de compañía, ya fuere deseada o involuntaria, ya que la ausencia, la muerte o la pérdida de alguien o de algo suelen producir siempre pesar y melancolía. Es obvio que me estoy refiriendo a la soledad, aunque después veremos de ampliar estos sentimientos. Quiero reiterar, aunque nada hay absoluto en este mundo en el que nos ha tocado vivir, que hay circunstancias y coyunturas que suelen ser admitidas por la inmensa mayoría de igual manera: un premio o la consecución de algo de verdadera importancia siempre se recibe con euforia y exaltación, mientras que la privación de algo querido causa dolor y pesadumbre. Pero hay tesituras en las que cada quien se comporta de una determinada manera. Algo así como los gustos, que cada uno tenemos el nuestro. Y entre esos estados que provocan tan diferentes comportamientos se halla la soledad, que en principio parece denostada y no querida por muchos, siendo, sin embargo, anhelada por otros. Para luego comentarla, quiero traer a colación lo que de ella dijeran tanto el pueblo llano como algún prohombre, y que nos han de ayudar a comprenderla mejor; son frases para ir observando los muchos encuadres que hay de ver la soledad. Se dice que muchos huyen de ella porque no saben encontrar compañía consigo mismos; un moralista francés manifestó que la soledad es al espíritu lo que la dieta al cuerpo; hay un dicho que afirma que es conveniente estar sólo cuando se busca una mano y se encuentra un puño; hay quien piensa que, generalmente, se rehúye la soledad porque son muy pocos los que encuentran compañía consigo mismos; que el hombre está hecho para la soledad, que solo viene al mundo y solo se va de él; que la soledad es la nodriza de la sabiduría; una copla gitana que dice: soy amigo del silencio, me gusta la soledad…, o aquél muy sentido manifiesto de Bécquer que afirma que la soledad es muy hermosa cuando se tiene a alguien a quien decírselo. Todos estos son enjuiciamientos ajenos que están muy bien, mas no siempre se identifican con los propios. Quiero, entonces, expresar mi pobre opinión sobre ella, admitiendo, sería una idiotez no hacerlo, las opiniones ajenas y lo que la soledad puede significar para cada uno. Porque esta situación, repito, es acogedora de muchos criterios y suponer algo muy significativo para unos y todo lo contrario para otros. Antes de comentarlo quiero decir que he tenido mis dudas sobre el orden en el que expresar mis opiniones, ya que muchas veces lo que decimos es bueno o malo según el orden en el que lo hacemos, aun utilizando las mismas palabras. Un ejemplo: - Anoche cenamos en Casa X, muy bien, pero muy caro. O decimos:- Anoche cenamos en Casa X, muy caro, pero muy bien. Como se ve, con idénticas palabras, expresiones con significados opuestos. Dejando aparte esta observación hecha con el deseo de indicar que se debe tener mucho cuidado al dar nuestra opinión sobre algo y tomando el tema que nos ocupa, diré en primer lugar que ella, la soledad, es muy útil para aquellos quienes desean la tranquilidad y el recogimiento; auxiliadora, pues ayuda a cicatrizar las heridas del corazón y del alma; que dispone de un gran espacio para la creatividad; que, a su vez, es muy relajante; que nos permite pensar y descubrirnos a nosotros mismos. Por todo ello, vemos que puede ser buena para muchas cosas, hasta útil, ya que nos llevará, si la sabemos asimilar, a desarrollar ciertas aptitudes que, a veces, parecen dormidas, quizás porque todo conseguimiento lleva siempre su contraprestación. Hablando ahora del lado negativo del aislamiento, diremos, en primer lugar, que puesto que una de las principales características del ser humano es la sociabilidad, siempre se agrava muchísimo cuando es forzada pues, al no existir ni el apoyo ni la ayuda ajena, se suelen eliminar la ilusión y la esperanza, la fe y las ganas de vivir, viéndose favorecidos el rencor y el resentimiento. Pero la peor de todas, y con mucho, es mala, malísima, cuando la soledad se siente estando entre las gentes. ¿Qué decir entonces de la soledad? Pues como tantas otras situaciones es buena o mala según nosotros sepamos sobrellevarla para sufrir o disfrutar de ella. No es agradable carecer de alguien a quien pedir una necesaria ayuda, pero es muy útil tener la posibilidad de reencontrarse con nosotros mismos y alcanzar la solución de problemas sin la intervención ajena. Es hermosísimo saber que a tu alrededor hay personas en las que puedes confiar ciegamente y que estarán siempre cerca de ti para ayudarte, como también lo es saber que eres capaz de salir de las más intrincadas tesituras por ti mismo. Que rodeado de los demás se puede aprender lo indecible, pero que la soledad enseña tanto como la mejor compañía. Que te encontrarás solo si únicamente te ves acompañado por el sufrir, pero no lo estrás si tienes en tu mente pensamientos nobles. Vaya por último aquello que dijera mi admiradísimo Antonio Machado, aun cuando, pienso yo, que él se refería a la soledad en el amor: Poned atención, un corazón solitario no es un corazón. Ramón Serrano G. Marzo 2018