domingo, 27 de enero de 2008

La zalema

La zalema
Ramón Serrano G.

De las muchas costumbres antañonas que, para mal, están eliminando las modas actuales, una es la del saludo. Las prisas, la aglomeración de las ciudades, pero, no nos engañemos, también el empeoramiento y la eliminación de esos modos de urbanidad que algunos consideran como muy arcaicos, son circunstancias que favorecen la eliminación de ese gesto, ya en franca decadencia
Para mí, y para muchos como yo, era la salutación uno de los actos más entrañables que hacían las personas en el comportarse de su vida diaria. Salías de tu casa normalmente y al momento adquirías un ademán placentero al escuchar el afectuoso recibimiento del tendero de la esquina, de la vecina de enfrente o del señor del kiosco de la prensa. Era la palabra, o el gesto, con el que se te demostraba una atención al ver a tu persona y el deseo de que el día te fuese favorable. Y esta acción, como era lógico, tu la reintegrabas en iguales condiciones y apetencias.
En toda época y lugar fue de uso común esta cortesía. El latín nos da el salvus, cuyo imperativo salve, acaba convirtiéndose en saludo civil y religioso. Del árabe nos llega nuestro vocablo zalamelé, recogido por el D.R.A.E, y que proviene de as- salem alaik, que en su traducción literal dice: la paz esté sobre ti. Tiene este acto, igualmente, connotaciones religiosas entre los islámicos: así el salam alekhum, al que se debe responder correctamente con un alekhum salam, y también hay entre nosotros muchas formas de envío o de deseo de paz, de protección, de compañía, etc., divinas. Así está el quede con Dios, Dios guarde, a la paz de Dios, vaya con Dios, o el más común, a (hacia) Dios, que luego acabará uniéndose. Citemos, por último, aquellos imprecisos como: hola, hasta luego, hasta siempre, hasta la vista o hasta más ver. Y los más concisos de hasta mañana y hasta la vuelta.
Pero siempre, utilícese la forma que se utilice, es una buena voluntad hacia el prójimo cercano, o hacia el conocido, de que este encuentre el bienestar o la felicidad. Recordemos ahora el buenos días (compendio del antiguo buenos días tenga usted), el buenas noches, que descanse y alguno que otro más. Cabe decir que es igualmente una muestra notoria de amistad, cosa que podemos comprobar fácilmente, si lo observamos desde un punto de vista negativo: es muy corriente escuchar: “ A y B se han enemistado y ya ni se saludan”. Y no quiero terminar este apartado referido a los diferentes modos de salutación sin recordar que no los hay, o había, exclusivamente verbales, sino que también se ejercían mediante diferentes actos o gestos como el de quitarse o tocarse el sombrero, hacer una ligera inclinación de cabeza, la venia, y mover la mano o agitar el pañuelo, como igualmente que habían, hay y habrán unas personas más saludadoras que otras.
Saludarse era lo correcto, lo apropiado, la señal de que había una oferta y una aceptación para un buen convivir en sociedad. Claro que era hábito más usual en los pueblos que en las ciudades, donde la masificación impedía el conocimiento cercano y más íntimo entre las personas, que sí existía en aquellos otros. Pero quiero recalcar que había un saludo que se hacía casi con obligación y que también casi ha finiquitado, y era el de dos personas cuando se encontraban en el campo. En la urbe se saludaba, o se saluda, al amigo o simplemente al conocido, y se tenía como grave incorrección el no hacerlo. Pero en el campo todos se cumplimentaban, conociéranse o no, pienso yo que por un ofrecimiento mutuo de ayuda en caso de necesidad, dada la escasez de posibilidades que hay en ese medio. Y el buenos días o el adiós campestre era algo así como: si puedo serle útil me tiene a su disposición en todo. Hoy también esto se halla en desuso y lo he observado porque, como me gusta caminar, y a veces lo hago por caminos rurales, cuando me cruzo con personas de mi edad, e incluso más jóvenes, les (y me) falta tiempo para alzarnos la mano, mover la cabeza o decirnos algo. Sin embargo, si con el que te encuentras ronda por los veinte, pasa junto a ti y ni te mira, aunque estéis a dos buenas leguas del pueblo.
¡Qué se le va a hacer! Sé que estoy, con este escrito, dando sensación de trasnochado y puede que lo sea, pero mi espíritu se forjó al viejo estilo y soy feliz con ello, como soy infeliz al ver que se está perdiendo el saludo, como se ha perdido el ceder la acera, o el asiento, a las señoras y a las personas de edad; ya no se oye el hablar de usted y sí tutear ineducadamente a quien no se conoce; -no me diga de usted que soy muy joven- te espetan los o las más correctas, como si el usted correspondiese exclusivamente a la edad y no a la categoría de la persona. Es como el no vestirse adecuadamente al momento y la ocasión, y aprovecho para emitir mi más severa reprobación a todos esos palurdos que se quitan la chaqueta en los banquetes nupciales, y a los burdos y cerriles que acuden a actos oficiales, de entrega de premios o similares, vestidos demasiado informalmente, queriendo dar con ello muestras de progresía, dándola en realidad de candorrez. Se puede luchar por mantener lo que a nuestro parecer es bueno y agradable, pero hay que comprender que no se puede conseguir que el río se vuelva. Y si las costumbres sociales se están deshumanizando y cazurreándose, y esto todos sabemos que es un axioma, no creo que podamos hacer más que mantenerlas entre nosotros, y en lo posible, mientras que tengamos ganas para ello. Y cuando nos falten las fuerzas al ver nuestra nula cosecha al respecto, congratulémonos de que en alguna época oímos decir a alguien una zalema como esa de: Buenos días tenga usted.
Julio 2004

Publicado en “ El Periódico” de Tomelloso el 9 de julio de 2004

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