viernes, 27 de enero de 2017

Paremias

-Entiéndelo, no puedo seguir aquí y creo que tampoco quiero hacerlo. Prefiero irme, marcharme lejos, tanto como pueda, de esta tierra en la que nací, y que, generosa como pocas aunque con mi actitud pudiera parecer que pienso todo lo contrario, me regaló graciosamente la mayoría de las cosas que he tenido en mi vida. Por ello le estoy inmensamente agradecido y sé que dificilmente podré olvidarla. Y no añado lo de nunca, porque no voy a caer en el error de muchos, que dicen: -Nunca olvidaré,… esto o lo otro, sin pensar que una amnesia, un alzheimer, o el tiempo, pueden asolar su intención memorística en cualquier instante. Y digo que la quiero, y que trataré de recordarla siempre, por muy lejos que me vaya o sea muy hermosa en la que me asiente. Pero he de dejarla en busca de otra nueva donde pasar, donde dejar transcurrir pausadamente los años que me queden, sean pocos o no tan pocos, pero que siempre me parecerán demasiados. -Hombre, Gerardo, sabemos, o creemos saber, que todo esto lo haces porque hace poco tiempo-¡aunque parezca que haya sido mucho el trascurrido!- tuviste una contrariedad importante, y está claro que esto marcó enormemente tu manera de vivir. Pero, gracias a que aún eres joven y a tu fortaleza espiritual, has sabido sobrellevarlo y sobreponerte al estado anímico en que quedaste, o eso es lo que nos parece a cuantos te tratamos. Y ahora, cuando parecía que todo había vuelto a la normalidad, nos vienes con lo de tu marcha, más o menos razonada y desde luego, para mí al menos, completamente injustificada. ¿Qué pasa, que quieres rehacer tu vida, empezar una nueva y deseas hacerlo lejos de tu tierra? -Es que, en este lugar y con mi estado de ánimo, no creo que tenga fuerza para mantener una forma de vivir que no esté anclada firmemente en la rutina y la monotonía, cosas estas que restriñen mi alma y mis sentidos, que los adormecen, que son como un opiáceo que me entontece y obnubila. Me incrusta de un modo terrible en el pasado no dejando que me proyecte hacia lo venidero. Ya sabes que aquí hay demasiados testimonios que me hacen recordar tiempos pasados o revivir escenas muy desagradables. -Pero eso que pretendes es un poco la táctica del avestruz, y los problemas hay que afrontarlos cara a cara, con respeto, pero sin miedo. -No, no consiste en eso mi postura. Allí donde vaya trataré de no olvidar nunca los muchos años buenos que tengo vividos aquí, ni las costumbres, ni los parajes, o las gentes. Hay recuerdos que no se me borrarán jamás y personas a las que recordaré toda mi vida. Pero pienso que al cambiar el escenario de mis actos, al no ver a los mismos agentes con los que he protagonizado mi existencia, no vendrán a mi memora ciertos hechos muy conocidos por todos y verdaderamente desagradables. Lo fueron al producirse y lo son en el recuerdo. -Perdona que insista, pero sabes que eres mi mejor amigo y para mí sería un golpe demasiado duro perderte. Por eso te recuerdo que, vayas donde vayas, ( no sé tan siquiera si tienes elegida ya tu nueva morada, y es posible que ni tú mismo lo sepas) te recuerdo, repito, que no hay lugar que sea un auténtico paraíso, tanto por sus muchos y buenas condiciones, como por la ausencia de problemas y dificultades para vivir. -Mira, Alfonso, hace bastante tiempo, leyendo a Blasco Ibáñez, este decía que hay dos fuerzas que nos ayudan en el desarrollo de nuestra existencia: el olvido y la esperanza. Del primero no puedo, y ni tan siquiera deseo, desprenderme y en la segunda quiero, o quisiera, refugiarme. -De verdad que me duele enormemente no tener más sapiencia para saber aconsejarte lo mejor posible y poder llevarte al convencimiento de que tu sitio está aquí, con los tuyos, con los de siempre, porque es sabido que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. -Pues si echamos mano del refranero, podría decirte que cada uno es de donde pace, y no de donde nace. Y en cuanto a consejos, permíteme que lo tome de Lope de Vega que dijo: “No hay, para olvidar amor, remedio como otro nuevo amor, o tierra en medio”. Aunque no sea exactamente el caso, la primera solución no la voy a adoptar en ningún caso, así que me acogeré a la segunda, que ojos que no ven, corazón que no siente, y dispensa que haya echado mano de otra paremia. -Estás perdonado, por supuesto, pero te diré que en eso no estoy de acuerdo, y menos en tu caso en particular. Sé con certeza que, aunque no convivas con nosotros, aunque no nos estés viendo, te tendremos siempre a nuestro lado, nos recordarás, porque parte de tu alma se queda aquí. -De eso puedes estar bien seguro. La vida, no hoy sino desde siempre, ha obligado a las personas a cambiar su residencia por mor de las más distintas circunstancias, y ellas han tenido los más diferentes comportamientos en relación con la tierra suya y de sus ancestros, o con aquella en la que van a fijar su residencia. Yo soy ahora, o lo voy a ser dentro de nada, una de esas personas, sabiendo que hacerlo significa, por una parte, soportar una melancolía más o menos llevadera. Supone mucho aquello de levantarse un día de una cama sabiendo que esa noche habrá que acostarse en otra durante mucho tiempo. Y por otra, y basándome en el motivo y las condiciones y circunstancias del cambio, voy a aceptarlo con la mayor esperanza. Que la tengo, ya que pienso poner en práctica aquel antiguo proverbio que dice: adonde fueres haz lo que vieres. Ramón Serrano G. Enero 2017