sábado, 24 de marzo de 2018

Decir

Todos los verbos, prácticamente todos, tienen una gran cantidad de acepciones, por lo que se pueden, y se suelen, utilizar habitualmente en muchas de ellas. Pero de entre tantos como estimo que hay en nuestro idioma, vengo hoy a referirme a uno que, a mi humilde parecer, posiblemente sea de los que más cargado esté de acepciones, o lo que es lo mismo, de distintos significados según sea el contexto en el que aparece en un diálogo o es utilizado en un escrito. Me estoy refiriendo a decir, aunque también lo haré un poco, y sólo para establecer las diferencias entre ellos, al hablar. Uno y otro son completamente diferentes aun cuando no lo parezca. Hablar y decir son distintos e independientes, y aquél es actuar, mientras que este otro es hacer. Parecen expresiones sinónimas y el uso cotidiano las intercambia e iguala, pero no es así, ni mucho menos, y así, si alguien dice: -El ministro habló ayer en televisión, el interlocutor le preguntará de inmediato: -¿Y qué dijo?, y esta pregunta carecería de sentido si hablar y decir significaran lo mismo. Hablar es hacer uso de una facultad, mientras que decir es utilizar esa facultad en una acto de expresión concreto. Esto está en relación a la distinción aristotélica entre praxis y poiesis, y quiero finalizar este apartado manifestando que nadie puede hablar sin formular expresiones concretas, al igual que ningún ser humano puede decir nada concreto si no posee la facultad de hablar. Quede claro entonces que hablar y decir son aspectos diferentes del acto concreto de hablar. Dicho esto me voy a referir a decir, que es definido por el D.R.A.E como manifestar el pensamiento con palabras, amén de otros once significados a cuál de ellos más explícito y revelador. A más de ello vienen también gran cantidad de expresiones, casi cincuenta, y todas ellas muy conocidas y utilizadas por el gran público, en las que el verbo que nos ocupa es principal protagonista. Para demostrarlo citaré algunas: - Como aquel que dice, como si dijéramos. -Como quien no dice nada, indicando que no es baladí aquello de que se trata. -Decir entre sí, razonar consigo mismo. -Decir por decir, hablar sin fundamento. -El qué dirán, la opinión pública reflejada en murmuraciones que cohíben los actos. -Es decir, dar a entender que se va a explicar mejor o de distinta manera lo ya dicho. -Ni que decir tiene, dando a entender que algo es evidente o sabido por todos. -No me digas, para denotar sorpresa o contrariedad. -Quién lo diría, indicando incredulidad, o –Que se dice pronto, para ponderar la magnitud o naturaleza de algo que sorprende por su carácter inusitado. Como se ve, el verbo al que estamos haciendo referencia aparece en todas las expresiones, pero en ninguna de ellas está desarrollando su función habitual de transmitir con palabras ideas a un tercero, sino que está ejerciendo funciones preconcebidas con frases forjadas de antemano. Por otra parte, el decir ha sido, es y será, de una importancia tal, que los más grandes hombres han emitido juicios sobre él. Así, “Sea como fuere lo que piensas, siempre es mejor decirlo con buenas palabras” afirmaba Shakespeare; manifestaba Séneca. “Lo que has de decir, antes de decírselo a otro, dítelo a ti mismo”. “Lo bien dicho se dice presto”, opinaba Baltasar Gracián. Un anónimo manifiesta que “Es mil veces más fácil no decir lo que pensamos en un momento de ira, que pedir disculpas luego”. Y por último quiero citar al ínclito Francisco de Quevedo, el cual, en una epístola satírica y censoria contra las costumbres de los castellanos, se expresaba de este modo: -“¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?”. Dichas estas frases pertenecientes a grandes personajes, quiero apuntar también algunos proverbios o paremias, sentencias de la sabiduría popular tomadas de la experiencia de las gentes a través de los siglos. “Se debe aclarar la mente, antes de decir algo”.- “Aprender a bien callar, para saber bien hablar”.- “Cada quien diga algo sobre aquello que sabe y de lo demás que calle”.- “De la abundancia del corazón habla la boca”.- “El decir es plata, pero el silencio es oro”. Magníficas cualquiera de ellas. Ocurre también, y de rotunda manera, que lo dicho con las mismas palabras, exactamente las mismas, pero afectadas por el tono, el modo, o la intensidad de la expresión, tiene un significado completamente distinto. Un ejemplo. Un marido acude a una carnicería a comprar un encargo que le ha hecho su mujer. Al llegar a su casa, le da el paquete a la esposa y le dice: -Aquí tienes tu encargo, que por cierto es muy caro. La mujer lo abre y le contesta: -Ya te han vuelto a engañar. Te dije solomillo de cerdo ibérico y esto es cerdo blanco. ¡Qué tonto eres! Otro matrimonio, en el día que se cumple su segundo aniversario de boda, él le regala un colgante con una piedra preciosa impresionante y le dice a su esposa: -Toma este regalo y voy a pedirte un favor: que esta noche, antes de acostarnos lo luzcas y tan sólo lleves puesto eso. Quiero saber quién es más linda, la joya o tú. A lo que la esposa, entre pícara sonrisa le dice en un susurro: ¡Qué tonto eres! Como se ve son las mismas palabras, las mismas: ¡Qué tonto eres!, pero lo expresado y la significación son muy diferentes. Pero en fin, habiendo dicho todo esto, como lo que estoy haciendo es hablar por hablar, lo mejor es que no diga nada más. Ramón Serrano G Marzo de 2018