viernes, 1 de febrero de 2008

Aniversarios

Aniversarios
Ramón Serrano G.

Bueno, pues parece ser que se han puesto de moda los aniversarios. Pero no aquellos que podrían ser lógicos en cuanto a relevantes, como fuera el 1992, en el que se cumplían los quinientos años (cifra redonda) del descubrimiento de América, o como en el siglo XVIII en el que se conmemora el bimilenario, ¡nada menos que dos mil años! de la fundación de la ciudad de Toledo. Ahora se buscan los motivos y se hallan, claro que se hallan, aun cuando sean un tanto intrascendentes.
El año pasado se celebró el cuarto centenario de la publicación del Quijote y no es necesario recordarles qué atropello de celebraciones, de todo tipo y condición. Ciudades, universidades, ateneos, centros culturales, etc., todos quisieron dar testimonio de su adhesión a la obra cervantina, con profusión de conferencias, audiciones, panegíricos, seminarios y todo lo que ustedes vieron y escucharon a lo largo y ancho del 2005. Qué cantidad de ediciones de la famosa novela, preparadas y prologadas por magníficos críticos y estudiosos (algunas por quienes no lo son tanto), otras dibujadas por prestigiosos artistas, y todas publicadas en los más diversos formatos y tamaños. Pero ¡qué poco empeño para que se leyera el libro!.
Y ahora, en este 2006 por el que discurrimos, ya estamos empezando a festejar que el 27 de enero de 1756 nació en la ciudad de Salzburgo Wolfgang Amadeus Mozart, y por ello nos hallamos en el 250 aniversario de la venida al mundo del inigualable músico austriaco. Con este motivo, pueden comprobar cómo se están lanzado nuevas grabaciones de sus composiciones a diestro y siniestro, sacando publicaciones sobre su vida y obra, organizando conciertos y todo lo demás de lo que ustedes son testigos en directo o a través de los medios de comunicación. Y lo que nos quede hasta finalizar el año presente.
Pero podríamos preguntarnos: ¿y todo esto de la celebración de los aniversarios es bueno o es malo?, o también aquello otro de: ¿cuál es el auténtico fin por el que se realizan dichas conmemoraciones? Ante estas consultas vendrán muchos a decirnos que estos no son sino medios de extender la cultura. Que constituyen el caldo de cultivo y la manera de que las gentes no olviden a los genios. Que con ello se consigue que el gran público se interese por el arte y no por las menudencias.
Y hay que reconocer que esto es cierto, en parte o en todo, y que el llevarlo a cabo no deja de ser positivo, como es obvio. Pero a mí, me da que ese no es el principal fin que motiva la realización de lo dicho y que éste bien pudiera ser un afán mercantil, o sea el aprovechar las efemérides para conseguir un lucro mediante la venta masiva de productos que estén relacionados con el hecho celebrado, aunque éste venga cogido por los pelos o pegado con alfileres.
Porque no hemos de olvidar que el cuarto centenario del ingenioso hidalgo tal vez se haya conmemorado con un año de retraso, ya que según consta en la primera edición del texto, esta está fechada en Madrid y en los comienzos de 1605, pero demuestra Manuel Fernández Álvarez, catedrático y autor de una magnífica biografía sobre Cervantes, que la obra se dio a conocer en Valladolid en diciembre de 1604, y por ello debiera haber sido en 2004 cuando se hubiese montado toda la parafernalia que, al respecto, hemos contemplado.
Algo similar, es decir una excusa, viene a darse con el cumpleaños mozartiano. Debería dar igual que fuese el 250 que el 277, pero aquel es más bonito, más redondo, e incita con mayor fuerza a la compra de productos relacionados con el músico y su entorno. Porque es posible que sea esta la respuesta a la segunda pregunta que antes nos hacíamos y que todo este tropel de sucesos y de ofertas, esta batahola, esté propiciada con el único fin de renovar e incrementar las ventas de productos relacionados con el motivo del aniversario.
O sea que las dos contestaciones parecen acertadas. Tanto las de quienes, ante el abandono y el despego de muchos, tratan, con el más noble empeño, de propagar y popularizar lo más posible las distintas ramas del arte, sabedores de que desgraciadamente este está muy poco extendido, y cada vez menos, pese a los medios tan magníficos de que hoy se disponen para su difusión. Y así, de buena fe y con ese único fin, aprovechan cualquier motivo como puede ser el de un aniversario. Como también parece ser atinada la respuesta que dice haber quienes preternaturalizan dichos motivos con desenfrenadas ansias crematísticas.
Quizás esto último se produzca por causa de una mala orientación cultural profunda y, a mi modo de ver, desastrosa. Son las escuelas y los padres –binomio indisoluble- los que, desde pequeños, debían acostumbrar a los niños a leer buena literatura y a escuchar música más selecta que la que escuchan cuando empiezan a crecer. Sí, desde pequeños, desde los tres o cuatro años. No dejarles abandonados horas y horas ante el televisor, o con esos juegos electrónicos modernos, que tanto mal les hacen por muchas causas de todos conocidas. Se debería sembrar bien para recoger mejor.
Como todo, esto de la educación también es perfectible. Acostumbremos, entonces, a los muchachos a lo verdaderamente bueno y luego no habrá que aprovechar ocasiones para convencer a nadie para que se entregue a Cervantes, a Mozart o a cualquier otro autor de mérito. Ni los aprovechados tendrán que buscarse el pretexto de los aniversarios para llenar sus arcas.
Marzo de 2006
Publicado en “El Periódico” de Tomelloso el 10 de marzo de 2006

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