viernes, 21 de julio de 2017

Amarrido o alacre

-Oye, Luca, nunca me has hablado de tu vida. Cuéntame algunas cosas de ella que sepa algo de ti. -Mi vida, Luis, antes de conocerte, tiene muy poco que contar. Te diré simplemente lo que me sucedió un poco tiempo antes de que eso ocurriera. Fue en el mismo pueblo donde luego nos encontramos. Iba yo callejeando, (he de decir que yo era un perro candajón),cuando me tropecé con una buena mujer que tendría más de setenta años, la cual, al verme un tanto desmejorado, se apiadó de mí, me atendió y me dio de comer. - Dada mi juventud de entonces, y mi futuro poco prometedor, me preocupé únicamente de tener el condumio asegurado, así que pasé unos días con ella. Se encariñó conmigo, y al poco, me ofreció su casa y su compaña. Me dijo que estaba muy cansada de estar sola y, además, necesitada de alguien con quien compartir sus emociones y sentires. También afirmó que no sabía en realidad si estar triste o alegre, si dejar las penas para los demás o asumirlas ella si es que con eso liberaba de alguna a quien pudiese padecerlas. Parecía, mejor dicho, creo firmemente que era, una buena mujer, que debía haber vivido bastante bien, pero que no estaba atravesando su mejor momento. -Sin embargo rehusé a tan amable y generosa oferta. No deseaba para mí una vida de landrero, ni mi carácter es acomodaticio, bien lo sabes. Yo soy más alacre que amarrido y estar guardando la monotonía hogareña, aunque sea cómodo y seguro, no va conmigo. Así pues, me quedé unos días en su compaña y cuando encontramos a un congénere mío, que fue pronto, lo acogió con el mismo afecto que lo había hecho conmigo e intimaron rápidamente. Entonces le manifesté mi sincero agradecimiento y me di el piro sin un destino fijo ni un porvenir seguro. Fue al poco de esto cuando tuve la suerte de encontrarte y hasta aquí. -Suerte de encontrarme, ¿por qué? -Pues por varios motivos que te diré, aunque sin darte coba. En primer lugar porque eres una buena persona. Tienes un gran corazón, conoces la vida, eres culto, y así podría seguir enumerando muchas más cualidades que te adornan. Pero lo más importante para mí es que te gusta la libertad. Y, sin embargo, y pese a ello, o quizás por ello, también te agradan el orden y la corrección, y el vivir sin ataduras pero respetando siempre el terreno y los derechos de los demás. En ese aspecto, y en algún otro, las personas así, y ya llevo visto a muchas a lo largo de mis años, son raras, y estoy utilizando este adjetivo en su acepción de infrecuente, poco común. Ambos sabemos que gente sincera, que vaya siempre con la verdad por delante, hay demasiada poca, que los más, según vengo observando, halagan, fingen, aparentan, pero luego van únicamente a lo suyo. -En eso de que hay muchas personas así te tengo que dar la razón, Luca, aunque demasiadas veces las apariencias engañan. Claro que también podríamos decir que sólo lo consiguen con quienes se dejan engañar. -Completamente de acuerdo, pero si me lo permites, Luis, quisiera seguir hablando de ti. De cómo eres, o de cómo yo te veo. Y de cómo, con tu manera de ser y de actuar, vienes a ser el portador de las de muchos hombres -y diría que por desgracia que no tantos-, que saben ver y obtener de la vida sus muchísimos pequeños pero grandes encantos. -Sé, porque paulatinamente me has ido relatando episodios de tu vida anterior, sé digo, que tú podías haber disfrutado de una vida regalada, porque posibilidades tenías para ello, y sin embargo, lo abandonaste todo y te dedicas a ser un hombre que anda errante y sin un domicilio fijo, con un marcado interés por conocer paisajes y personas, dialogar con ellas, incluso amigar, interesarte en aprender sus usos y costumbres, enseñarles algo de lo que sabes, que es mucho, y darles dentro de tus posibilidades. Dicho de otra forma, convives humanamente con tus semejantes y con ello disfrutas de un modo increíble. -Pero eso, Luca, lo hace mucha gente. Más de la que tú crees. -No, Luis, no. Yo aún no soy viejo, pero soy perro y me gusta observar cuanto ocurre en mi presencia y derredor, y por ello escucho, escudriño y atalayo a quienes puedo, que he aprendido bien que haciendo esas cosas sabes cómo son los seres con quienes tratas y relacionas. Por eso, te repito, que no eres único, claro está, pero sí una rara avis que puede que se halle ya, o casi casi, en peligro de extinción. -Y déjame que continúe enumerándote otras cualidades que también posees. Me he dado cuenta, además, que… Ramón Serrano G. Julio 2017

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