sábado, 26 de enero de 2008

Inmigrantes

Inmigrantes
Ramón Serrano G.

Se está produciendo en nuestros días una inmigración muy considerable de gente que nos llega a la Comunidad Europea desde Africa, Sudamérica o el este de Europa. Y muchos de nosotros no vemos (no ven, me permitiría decir) de buen grado este allegamiento de personas, sin pensar en que si tan alto número de seres han abandonado sus lugares de origen, viniendo a sitios completamente distintos a los suyos, tanto en cultura, como religión, alimentación, costumbres, idioma, etc., etc., etc., el motivo que les obliga a emigrar, en la inmensa mayoría de los casos, no es otro que el de encontrar trabajo y matar su hambre.
Pero esos, llamémosles descontentos, olvidan que esto no es nuevo y que el hombre, desde el comienzo de su existencia, fue siempre errante por uno u otro motivo. No nos vamos a ocupar de las veces que, sobre todo al principio de los tiempos, hubo importantes movimientos migratorios de pueblos enteros, que invadían zonas que les eran extrañas, en busca de mayores posesiones de tierras y riquezas. Quiero aludir únicamente a aquellos individuos que, residentes ya fijos en una determinada región o país, se vieron, y se ven, obligados a abandonarlo y marchar a otros lugares que ese momento tenían, o tienen, un más alto grado de prosperidad y desarrollo.
Y para hacer la citada alusión me voy a apoyar en dos pilares, para mí, fundamentales. El primero es que la historia nos habla de la existencia de dichos emigrantes. La antigua Bizancio, que luego fue Constantinopla y es hoy Estambul, mantuvo una mistificada población desde la Edad Media hasta el siglo XX. Recordemos por otra parte a muchos hispanos, pero sobre todo a aquellos extremeños, que en el siglo XVI, cansados de malvivir en sus pobres tierras de pastos y alcornoques, marchaban a las Indias en busca de un mejor pasar. O a los mejicanos que cruzaban ansiosamente la frontera de Estados Unidos. O a tantos europeos, los llamados indianos, que se fueron a la ventura a Argentina o a Cuba. Testimonio de ello nos da el cine en una preciosa película titulada “Si no amaneciera”. Machado alude al tema en su poesía “El viajero” y de él habla el nóbel Steinbeck en “Las uvas de la ira”. Y músicas hay que nos lo recuerdan y confirman, y refiriéndome estoy a la bellísima canción vasca “Maite” o a Juan, el protagonista de la zarzuela “Los gavilanes”. Europa central se llenó a mediados del pasado siglo de españoles (¿cuántos compatriotas marcharon a Alemania, Suiza o Francia?). Bruselas, por citar otro caso, tiene barrios enteros poblados por turcos y otros ciudadanos del Mediterráneo sur, y al levante español, sobre todo a Alicante, llegaron en gran número los conocidos como pieds-noir argelinos.
Por otra parte, si Fernando III afirmó que no tenía por qué ir a las Cruzadas ya que tenía al sarraceno en sus propias tierras, podremos hablar también aquí de una muy intensa inmigración nacional y aun local, ya que las comarcas y regiones en donde había trabajo y porvenir han sido las culpables del abandono de pueblos sitos en las menos favorecidas. Cataluña, por citar alguna, se ve “invadida” por los charnegos y en Madrid es raro encontrar una familia de cuatro generaciones genuinamente madrileña.
Y si nos referimos a Tomelloso, podemos observar cómo, en los años treinta, vienen a asentarse en él muchas gentes (entre ellas mis propios padres) provenientes de la misma provincia y otras aledañas, naturales, casi siempre, de pueblos pequeños y de escasa economía. Aquí formaron su hogar y aquí seguimos los hijos de muchos de ellos, agradecidos a la acogida y al trabajo que nos proporcionaron los autóctonos. Pero pasa el tiempo, la situación cambia y en los años sesenta nuestra ciudad pierde casi un treinta por ciento de su población, que se traslada mayoritariamente a Levante, y buena prueba de ello la pueden dar ciudades como Ibi o Alcira. Y en la actualidad, cuando aquí la agricultura se mantiene y la industria se crece a pasos agigantados, aún es posible que la economía local se esté superando o manteniendo, únicamente por el trabajo que muchos paisanos nuestros hacen desplazándose diariamente a la capital, de donde traen unas magníficas soldadas, pero a riesgo, eso sí, de jugarse la vida en la carretera, vivir toda la semana fuera de su casa y perder muchas horas de su sueño. No nos engañemos: la inmigración y la emigración han existido, existen y existirán siempre. Y pobre de quien tiene que abandonar sus ancestros y marchar a sitio extraño, en donde no tiene más remedio que hacer un enorme esfuerzo por integrarse y convivir con lo que no le es propio. Para que encima les arrumbemos sólo por ser foráneos, tratándoles como apestosos o proscritos.
Pero aún podemos destacar otro aspecto negativo hacia el inmigrante. Hay veces, muchas veces, demasiadas veces, que lo contemplamos desde un objetivo racista y lo que es peor aún es que ese racismo está enormemente determinado por el poder económico o la categoría profesional, social, cultural, deportiva, etc. del visitante. Y ocurre en todos sitios. Para los norteamericanos Mikel Jordan o Sidney Poitiers son considerados como unos tíos fenomenales, pero no como negros. Negros eran los recogedores de algodón de Alabama y son los habitantes de Harlem. Como aquí, que los gitanos son esos seres morenos, normalmente vagos y mal encarados, de los que uno no puede fiarse, pero Lola Flores, no. Esa, era (que lo era) una mujer llena de raza y temperamento y una artista como la copa de un pino. ¡Venga ya!. El africano es africano nos llegue en patera o en yate, sea subsahariano o kuwaití, y no debemos olvidar ( y este es el segundo pilar en que baso mi teoría) que esos advenedizos han resuelto numerosos problemas de mano de obra, realizando tareas que otros no estaban dispuesto a llevar a cabo, y si no, que se lo pregunten a los agricultores de El Ejido o de Huelva, o a los de nuestra zona, a los que les han sido y les siguen siendo de gran utilidad en las recogidas del melón, la uva, etc. Amén de que las mujeres están resultando ser unas magníficas empleadas del hogar y personas muy aptas para el acompañamiento de ancianos o tareas similares.
¿Qué los hay de malas intenciones o procederes?. Pues claro. Al haber muchos, y con el agravante de que la mayoría carece por completo de estudios y todos ellos de medios económicos, los tiene que haber dispuestos a cualquier tipo de ación. Pero nadie es mejor o peor por haber nacido en un lugar distinto al nuestro. Están aquí porque quieren vivir, y han de hacerlo, como he dicho antes, en condiciones bastante adversas. Por ello, mi pobre consejo es que no los prejuzguemos peyorativamente y que procuremos darles buen trato mientras no nos obliguen a lo contrario. Recordemos que yo, o quizás también usted, o alguno de nuestros más allegados vecinos, somos inmigrantes o hijos de ellos. Y a mí no se me ha olvidado, ni creo que se me olvide nunca, que a mis padres, cuando salieron de su pueblo en busca de trabajo y vinieron a este, aquí recibieron un trato y un acogimiento maravilloso.

Enero 2004
Publicado en “El Periódico” de Tomelloso el 23 de enero de 2004

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