sábado, 26 de enero de 2008

Citas

Las citas
Ramón Serrano G.

Para Alejandro Cañas, un hombre de grandes inquietudes que ha sabido aprender mucho.

En este mundo hay cosas (actitudes, comportamientos, ideas, etc.) que uno no llega nunca a comprender y en demasiados casos ni a conocer. Hábleme usted a mí de la física cuántica, del taoísmo o de la epistemología, y le diré que sí, que buenas tardes y que el tiempo ha mejorado bastante.
Pero algo parecido me ocurría con las modas, hasta que un buen día hice lo que se debe hacer con todo: pararse uno a estudiarlo con detenimiento y se acaba comprendiendo. Y así, vi que aquello que simplemente se trataba del gusto general en un determinado, y casi siempre corto, espacio de tiempo, no era ni más ni menos que una mamandurria, que se sacan de la manga periódicamente unos cuantos avispados y con lo que le vuelan muy buenos cuartos a muchos pazguatos que quieren presumir de modernos. El sistema es siempre el mismo: Pirufrí, que es hoy el diseñador imperante, saca al mercado un zapato de color verde de piel de “parapá”, con un lazo aquí, una correita allá y un tacón así. Bueno, pues, al punto, ya están todas las revistas y tertulias televisivas al uso aireándolo y toda la jet-set calzada con zapatos verdes de parapá. Hasta que pasa como mucho un mes y Taiwan, que siempre está al loro, inunda el universo de zapatos verdes exactamente iguales, que no son de parapá sino de perepé (que viene a ser igual), y que son muchísimo más cómodos, duran el triple, valen unas diecisiete veces menos y pueden comprarse en cualquier mercadillo que se precie.
Y lo mismo ocurre con todo, con lo cual tenía que suceder igualmente con la forma de hablar en público o de escribir. Sabemos que la época actual está dominada con intensidad por la información, en detrimento de la densidad de la cultura. Antiguamente, quien quería saber de algo no tenía más remedio que estudiarlo y luego lo iba transmitiendo por vía oral a aquellos pocos que tenían la suerte o la paciencia de escucharle. Pero hete aquí que, metidos en la civilización de la prisa, empezaron a aparecer los diccionarios enciclopédicos en los que, a más de la definición, se dan noticias del tema o materia correspondiente, con lo que todo bicho vividor podíamos acceder con gran facilidad a darnos un escaso, pero aparente, baño de cultura.
Más tarde ocurrió algo mucho peor. Los americanos, ya dueños del mundo, inundaron a este, cada semana, con las célebres Selecciones del Reader’s Digest, que por si alguno de ustedes, amables lectores, son tan jóvenes que no llegaron a conocerlas, les diré que era una publicación semanal, cómoda, manejable y naturalmente bien presentada, en la que venían fácil y convenientemente condensados, digamos que semi-masticados y casi digeridos, los más diversos temas de todas las ramas del saber. Daba igual que fuese filosofía, historia o arte, etc., pero quiero recordar que en lo que más hincapié hacían era en los avances y popularización de los temas médicos, cosa esta que a mi corto entender debería estar prohibido, porque suelen dar como ciertos y ya realizados supuestos logros que sólo están en ciernes y con ello dan vanas y las más de las veces frustradas esperanzas a los afectados por el mal aludido. Pero ese es otro tema. Para que se den una idea, Selecciones era algo así como las publicaciones dominicales de los periódicos de hoy en día, pero a lo bestia. Y lo que era aún peor, es que según lo manifestado por la publicidad, la revista tenía un rigor científico que ni la Sorbona, cosa que a veces, casi siempre escasas, era cierta.
Pero volviendo a lo iniciado, se ha puesto de moda últimamente, y así se lo oía decir a un amigo hace unos días, que oradores y escritores, nombren en sus trabajos, más o menos como es natural, citas de personajes, también más o menos, importantes. Ante esta costumbre han salido inmediatamente críticos, a mi entender un tanto maniqueos, que no aprobaban este hábito porque, según ellos, el autor quería darse así un toque de cultura y sapiencia. Yo, personalmente, no creo que sea por eso, como tampoco lo estimaba de ese modo el amigo a que antes aludía, y que decía que citar a alguien era muy sencillo, ya que bastaba con meterse en internet y apretar una tecla. Pero es que antes de que apareciese, o mejor dicho se popularizase, la informática, había (y hay) publicaciones de citas, proverbios o dichos célebres para dar y tomar. Por autores, por temas, por épocas, como usted quisiera, con lo que no creo que nadie cite a nadie por motivos de postineo. De cualquier forma quiero indicarles un pequeño truco para descubrir a quién hace la cita de forma superficial o con auténtico saber. Los oradores o “escritores” de escasa valía solemos hacer citas, casi siempre con frases de personajes muy conocidos, mientras que quien tiene unos grandes méritos acostumbra a citar a personajes como Scheller o Chateaubriand, pongamos como ejemplo, y no habla de frases, sino de teorías y a veces de la forma de desarrollarlas. O sea, que unos saben, o sabemos, quien fue Cecilia Bölh de Faber y otros se han, o nos hemos, leído su obra.
Antes bien, yo soy amigo de las citas ya que veo en ellas tres razones, muy de peso, para utilizarlas, siempre, claro está y esto lo digo para aquellos que son una tanto criticones, que estén bien traídas, sean oportunas, ciertas, etc.. Una razón es que no se puede decir o definir algo mejor con menos palabras, y lo breve, ya se sabe. Otra es que el aforismo suele dar pie para seguir la idea tratada no en una, sino en varias acepciones o modos de enfocarla, con lo que te invita a estudiarla en mayor profundidad. Y por último que suelen ser hijas de padres merecidamente célebres, lo que les da rigor científico o cultural y en muchos caso animan al lector a conocer o re-conocer al autor del dicho.
Y para demostrar que lo expuesto es muy válido, quiero citar a Unamuno, quien dijo: No proclaméis la libertad de volar, sino dad alas; no la de pensar, sino dad pensamiento. La libertad que hay que dar al pueblo es la cultura.

Febrero 2004
Publicado en “El Periódico” de Tomelloso el 6 de frebrero de 2004

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