jueves, 21 de junio de 2018

Vocabulario y expresiones

Sabido es que desde siempre el hombre ha tenido la costumbre de coleccionar las cosas más extrañas que imaginarse pueda. Así algunos han sido afines a la lepidoteca, o sea, reunir mariposas; a la numismática, la agrupación de monedas y billetes; o a la filolumenia, juntar tapas de cajas de cerillas. Raro, ¿verdad? Como también hay quienes han logrado colectáneas, algunas muy importantes y curiosas, de muñecas Barbie, de cuchillos, de violines, de relojes o de barajas. Este hábito de ir haciendo acopio de lo más distinto ha bajado mucho último últimamente, pero sin embargo hay unos “coleccionistas” que siempre hubo, que siguen existiendo y que no desaparecerán: me estoy refiriendo a aquellos que, dominados por la avaricia, se dedican a amontonar dineros sin tino. Durante muchos años he sido filatélico y puedo decir que tengo una colección de sellos de España, un tanto abandonada, eso sí, pero también un tanto importante. Lo que ahora, y desde hace ya bastantes años, me agrada compilar son palabras, y en mis pobres escritos, suelo utilizar algunos términos ciertamente desconocidos para la mayoría, con la única y sana intención de que poco a poco vayan llegando a mis amables lectores, los cuales, en su primer encuentro con ellos, quedan un poco extrañados, pero que meses más tarde, cuando se vuelven a encontrar con esas voces, las reconocen de inmediato. Por tanto, y como digo, quiero ser una gran amigo del vocabulario y de la manera de expresar el gran contenido de palabras que acoge, dado lo cual, voy en este escrito a exponer, como alguno de ustedes me ha dicho en más de una ocasión, algunas palabras “raras”, como por: ejemplo, barbián, orate, amover, jipiar o haiga, y sólo me referiré a esta para decir que ya se utilizaba muchísimo por estos lares en los años cincuenta del pasado siglo y con ella se hacía alusión a los coches grandes y lujosos. Y una curiosidad: las palabras más largas del idioma castellano son electroencefalografista, con 23 letras y esternocleidomastoideo, con 22. Empezaré haciendo referencia primero a palabras para decir que se les da una interpretación muy distinta aquí en nuestro país que en América del Sur. Por ejemplo chapear, lo que para nosotros quiere decir cubrir con chapa, en la República Dominicana es cortar el césped. Erizo que para nosotros es un pequeño mamífero con púas, para los mexicanos es estar pobre y sin dinero. Por último, un adjetivo que nosotros prácticamente no utilizamos nunca (invito al lector a que recuerde la última vez que la pronunció), y al que ellos dan un uso muy común. Me estoy refiriendo a lindo, Es sinónimo de bello o hermoso: que canción tan linda, o de bueno y exquisito: hacen una comida linda de verdad aquí. Me detendré ahora en el uso de algunas. ¿Se han fijado que tanto en América, como en nuestra queridísima Galicia, se usa el pretérito de los verbos en su modo indefinido, mientras que nosotros lo hacemos en el perfecto? -Cenaste? - dicen ellos, mientras que nosotros preguntamos:-Has cenado? Viene a ocurrir lo mismo con los adverbios acá y aquí, que ellos emplean aquél y nosotros este. Acontece igual, y es el último ejemplo que pongo, con otros adverbios como recién y ahora mismo. Ahora, y sin saber exactamente si son localismos o no, haré referencia a algunas comparaciones que se utilizan frecuentemente por estos pagos: Eso es más largo que una feria sin cuartos o un día sin pan; aquella otra de: Se mueve menos que la quijada de arriba, o la de: Tiene babas, con lo que se quiere manifestar que es de una gran perfección. Y por último haré referencia a algunas manifestaciones que considero completamente absurdas. Algunas se dan en el mundo del deporte, donde se dice, y tanto por el público como por los profesionales de los medios de comunicación: El partido acaba de empezar, cuando se debería decir que comenzó hace poco, ya que son antagónicos acabar y empezar. El balón está dividido, con lo que se quiere manifestar que la posesión del mismo no es de un solo equipo sino que se alterna para ambos. Y dejando el deporte, le dieron una bofetada en toda la cara. ¿Pero es eso posible? No. Una bofetada se puede dar en la mejilla, en la frente, en el mentón, en la nariz, pero en toda la cara es imposible por completo. A nadie le amarga un dulce. Tampoco es cierto, porque a muchas personas les rehelean o acibaran el chocolate, el flan o el merengue (por citar algunos dulces) y probarlos les disgusta y les molesta, que algunas cosas que son gustosas para unos son desagradables para otros. Sí, sé muy bien, y quiero que todo el mundo sepa, que a las palabras se las lleva el viento, y por ello el viento huele unas veces a mar, otras a ozono, a flores, a fuego, a sudor, a fruta, a pan, a gloria y a palabras. Y hasta aquí este pequeño entretenimiento que he querido hacer utilizando el vocabulario y algunas expresiones. Gozar con las palabras, ya sea leyéndolas , escribiéndolas o pronunciándolas. Ellas, como la pintura o la música, son algo verdaderamente delicioso, con lo que se disfruta enormemente. Lástima que no siempre queramos hacerlo. Ramón Serrano G. Junio 2018

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