domingo, 20 de marzo de 2016

...y la juventud (y II)

La juventud tiene implícitas unas características claramente definidas que le hacen obrar de un determinado modo. Veamos ahora, aunque sólo sea someramente, y lamentando omitir algunos, cuáles son y el porqué de estos condicionamientos. -Primeramente pudiera ser el inconformismo, que suele venir expresado en las ya celebérrimas canciones protesta, y no sólo en canciones, sino también en el cine, la literatura, etc., y que no es sino la manifestación al exterior de un estado de ánimo en desacuerdo con lo que de podrido, o si se prefiere de no bueno, pueda tener cualquier forma de la actual sociedad, constituyendo con ello, y yo diría únicamente, la expresión plástica de un desencanto, porque la mayoría de los jóvenes, quizás no están convencidos de lo que quieren, pero sí saben perfectamente lo que no quieren. -Tras aquél está la naturalidad, condición que se nos aparece con la simple prospección de los jóvenes, que se nos muestran siempre carentes de afecciones de todo tipo y pretendiendo ser vistos sin adornos ni afeites que puedan dar una idea distorsionada de ellos. -También la irresponsabilidad que es, a mi juicio, más aparente que real, y nos viene a menudo denunciada por personas que sin conocer bien a la juventud, creen que esta tan sólo se ocupa demasiado de cosas poco o nada importantes. Craso error el suyo, si no resulta que en vez de error sea mala fe, y bien se podría pensar que es a ellas a quienes no interesa que se ocupen de temas más transcendentes, temerosos de los resultados de que estas ocupaciones juveniles sean más interesantes y provechosas que las desarrolladas por ellas. Tienen además estas personas a las que aludo, una infinidad de criterios, casi todos con carácter peyorativo, basados en sacar y airear, después de rebuscados afanosamente, vicios y defectos en los jóvenes, tales como drogas, delincuencia, yippies (variante fanática de los hippies), etc, etc,. Pero ante esa ceguera y cerrazón me inhibo de hacer ningún comentario, dado lo absurdo de la postura. -Ante la escasez de tiempo disponible, quiero ahora hablar de la siempre deseada revolución juvenil, que por otra parte viene desarrollándose desde hace mucho tiempo y en todas partes. Todos hemos visto lógico ese inconformismo, expresado de mil formas y maneras en países subdesarrollados, a través de manifestaciones más o menos turbulentas contra el statu quo de la sociedad en la que se desenvolvían. Pero igualmente a todos nos ha confundido que una actitud similar se haya originado en lugares como Francia o Alemania, Norteamérica, o como Checoslovaquia o Polonia dentro de la antigua Europa del Este. El joven, que se ve poseedor de toda la fuerza y todo el tiempo del mundo, quiere más, aspira a más y sueña, lucha, otea, empuja, grita y …ama. Sí, ama, porque ha descubierto que el amor es el arma que le ayudará a vencer todos los obstáculos, que le hará lanzarse y vencer en las más difíciles contingencias, y el más dulce premio con que se verán galardonados sus actos. -Pero, sin embargo, la mayoría no suele ver los dos grandes enemigos a los que ha de derribar si quiere que su triunfo sea importante. El primero es sobrevalorar sus, de por sí, preciosas cualidades y no adquirir cuantos conocimientos sean necesarios, y aún más, para saber bien su trabajo y ejercerlo con la mayor aplicación y capacidad. Deben tener muy presente que su fuerza, vigor etc. son los elementos con los que han de construir un sólido cimiento y el paso previo al desarrollo total de la persona. Cabe recordar a Aristóteles, cuando decía: “Que los jóvenes adquieran determinadas costumbres no tiene poca importancia; tiene una importancia absoluta”. Con ese medro, llegarán con serenidad y consistencia a los años cimeros de su vida, una época en la que le sucederán los acaecimientos más importantes. -El segundo adversario a derrotar es el conformismo, la aceptación como suficiente de lo que se haya obtenido, pensando que con eso tendremos de sobra para dar un aceptable desarrollo a sus días. Beneplácito que puede producirse en lo económico, en lo laboral, en lo social, o en cualquier otra faceta, y que de momento puede dejar satisfecho a quien lo acepta, pero que será su constante pesadilla en el futuro. -Son dos sacrificios que parecen insalvables, o muy difíciles de superar, cuando se está ante ellos, pero no tanto si se afrontan con detenimiento y la estrategia y el empeño necesarios. Y la pena, la gran pena, es que muchos de los jóvenes no llegan a vencerlos, no ya porque carezcan de las cualidades necesarias, sino por desconocimiento absoluto de los perjuicios que nos pueden acarrear. No debe olvidarse que para lograr una madurez digna hay que pagar un alto precio. Alto al parecer, si no se piensa en el bienestar que les ha de proporcionar, pero altamente compensatorio en todos los sentidos. -Acabáis de oírme citar la palabra madurez que no es sino una edad a la que vosotros os faltan aún muchos años para llegar, siendo la de las personas que han alcanzado la plenitud vital sin haber llegado todavía a la vejez. Víctor Hugo, el gran poeta, dramaturgo y escritor francés del siglo XIX, dijo: “Los cuarenta son la edad madura de la juventud; los cincuenta la juventud de la edad madura”. -No olvidéis entonces, mis queridos amigas y amigos, estas sentidas opiniones que tengo, y os acabo de exponer humildemente sobre la esencia de vuestra actual edad. -Muchas gracias. - - - - - - - - - - - - En esas me desperté, acendré lo soñado, y fuíme al tajo. Ramón Serrano G. Marzo 2016

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