viernes, 23 de febrero de 2018

Subjetiva - objetiva .. (1)

Tratando de complementar uno de mis escritos anteriores en el que intentaba analizar los juicios emitidos por las personas, acudo hoy con este otro en el que procuro hablar de la esencia de las cosas y nuestra percepción de ellas. Así, me pregunto cómo puede haber tanto iluso que piense que ellas son simple y sencillamente del modo que las vemos, o en el que él las ve. Y como sé que hay alguien así, le animo a que deseche esa idea y observe que todo, absolutamente todo lo que existe en este mundo, no tiene un valor simplista sino que está formado, tanto intrínseca como aleatoriamente, por unas condiciones cuya apreciación es observada de una formar dispar por unos o por otros. Por tanto, vengo a hablar ahora de la subjetividad, o sea, aquello perteneciente o relativo al modo de pensar o de sentir del sujeto, y no sobre el objeto en sí mismo; su postura, sin tener en cuenta lo exterior; un modo y manera de razonar y concebir, propia del mismo, para referirme después, y también, a la objetividad, es decir, lo perteneciente o relativo al objeto en sí mismo con independencia de la manera en que es observado desde fuera, aunque esto lo dejaremos para después Y vengo a referirme a ambas reconociendo la importancia de aquella y esta, y sin querer tomar postura, ni decantarme por una u otra alternativa -¿quién soy yo para hacerlo- y además a pocos les importaría. Principalmente se puede decir que la subjetividad se basa en la experiencia que el individuo tiene de un hecho en cuestión, de acuerdo a su percepción particular y que está determinada por lo ya vivido. Vista desde un punto técnico diremos que utiliza constantemente un léxico eminentemente valorativo, un uso principal de modalidades oracionales, muchos recursos expresivos y también, y por supuesto, una gran utilización de los signos de puntuación, para terminar hablando de que se basa fundamentalmente en la experiencia del sujeto que emite el juicio, hasta tal punto, que un mismo suceso vivido por personas diferentes adquiere valores únicos en cada caso. De su esencia y existencia, y como una y primera clara muestra de lo que son, nos valdrían estas dos expresiones que vemos a diario en los medios sociales. Subjetiva: “La banda “Perenganito” ofrecerá una de sus magníficas y extraordinarias actuaciones el próximo día 9”, y objetiva: “La banda ‘Perenganito’ actuará en ‘Villaturria’ el próximo día 9”. O estas que son también muy utilizadas: el imparable equipo archiquero humilló a su oponente con un juego de gran nivel, por un lado, mientras que por el otro se diría: Archiqueria 5 – Coblata 0. También, y para una somera clarificación, diremos como ejemplo que el perfume, o sea, esa sustancia que utiliza X para oler bien, a Y le resulta cansina en extremo; que mientras a W le place quedarse en la cama, la tv o la lectura, Z prefiere madrugar y dar una larga caminata. Y así podríamos extendernos a la gravedad de las enfermedades, a la residencia en la ciudad o en el pueblo, a las excelencias de la carne o el pescado, etc., etc. Pero a todos y cada uno de los razonamientos acompañará, salvo a la del diccionario, el toque individual que por experiencia o referencias oídas o leídas, tiene y exterioriza el sujeto que las analiza. Algo parecido a aquello de hablar de la feria según le va en ella, independientemente de la calidad del evento o de la cosa. La subjetividad, que como dije se basa en la opinión que el individuo tiene de algo, está además fundamentada en sus propios intereses. Es decir, la crea la experiencia que exterioriza la particular percepción de lo vivido, o los resultados que espera alcanzar en un futuro más o menos próximo. Quiero además hacer hincapié diciendo que se observa que uno de los principales fundamentos de ella se encuentra en el lenguaje, que siendo la mayoría de las veces exclamativo, luego puede ser desiderativo, ponderativo dubitativo. De ese modo se acude a recursos como la redundancia: “lo vi con mis propios ojos”, o a hipérboles comparativas: “ve menos que un gato de yeso”, de las que en nuestras tierras las hay a cientos. Como también se utilizan palabras malsonantes, eufemismos, ironía, énfasis o sobriedad en el hablar. Hay rasgos en un mensaje que dan pie para identificarlo como subjetivo, como expresiones de afectividad u odio o vocablos afectivos: “este hermoso paisaje”, “aquél malhadado día”, o esos otros que son imperativos o consejeros: “no debe olvidarse, “conviene que”. Y apuntar, por último, la obviedad de que una de las actividades en las que la subjetividad se da mucho es en el periodismo, sin dar nombres, que serían de sobra y por todos conocidos, ni meterme para nada en las distintas y evidentes razones que les llevan a ello a los profesionales de la información. Por otra parte, y como al principio apunté, está la objetividad, a la que definiremos como… ,pero esto habrá que dejarlo para posterior ocasión ya que hoy no tenemos espacio para ello. Ramón Serrano G. Febrero 2018

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