…Y morder el anzuelo (y II)
Ramón Serrano G
Al llegar el primer fin de semana las dos hermanas subieron a la alcoba de Elisa para poder hablar del tema sin que las molestasen sus padres. Tomó la palabra Gloria y dijo:
-Mira, si como parece, el muchacho no es que no te disguste, sino que además estarías muy dispuesta a casarte con él, lo que hay que hacer es irlo preparando para que acabe mordiendo el anzuelo. Tú sabes que muchas personas son buenas, pero un tanto engolletadas, y por eso si no obtienen fácilmente los resultados apetecidos, se encelan y dedican todo su empeño en no fracasar en algo que ellas esperaban conseguir con relativa sencillez. Esto suele ocurrir en muchas circunstancias de la vida, pero en el amor se da con absoluta seguridad. Y mucho más si la mujer le sabe dar achares al hombre. Achararlo una miajita. Sí, esos “tormentos” que dicen los calés. Sabrás que en Egipto hay un dicho que habla de que a veces se puede vivir con una mujer, pero nunca se puede vivir sin una mujer. Y a este le va a pasar eso. Vamos a hacer lo siguiente… Y le explicó el plan a seguir.
Las dos próximas veces que Elisa se cruzó con su vecino, este le reiteró sus “camelos”, a los que ella sólo le respondió con un escueto y correcto: -Buenos días. Pero al tercero, ya no se conformó con eso y le dijo seriamente: -Por favor Jorge, te agradecería que no me siguieses hablando de esas cosas porque he adquirido un compromiso que voy a respetar por encima de todo. Él se quedó con una cara de gran extrañeza y se fue al bar. Al llegar, y antes de pedir una copa, le dijo a los amigos:
-¿Alguno de vosotros sabéis si mi vecina Elisa se ha hecho novia?
-Claro, le contestaron. El mes pasado. Si lo sabe todo el mundo. De lo que no nos hemos podido enterar es con quien.
Como es fácil imaginar, ese conocimiento lo tenían porque Gloria se había encargado de que alguien soltase, distraídamente, frases sueltas por varios lugares del pueblo. También hizo que a su hermana le llegasen cartas, escritas como es natural por ella misma, y que el cartero entregaba en la casa familiar, sin recatarse en decir a quien pasase por la acera en ese momento:-Mucho le escriben a esta. Yo creo que tendremos boda pronto.
Por esos días llegó un joven a hacer la inspección rutinaria a la oficina de Correos, y le faltó tiempo para invitarlo a cenar a casa de sus padres. Luego, dos domingos seguidos, hizo que la hermana cogiese el tren y se fuese a pasar el día a la capital, habiendo hecho correr la voz que su destino era para conocer mejor a los futuros suegros. Y te diré, por último, que una noche, a la hora en que Jorge solía volver a cenar, se vistió con un traje de su padre, se caló un sombrero, y se puso a hablar con su hermana en la puerta, ella de espaldas y Elisa de frente, dejándose ver bien. Desde luego, no le faltaba imaginación a la hermana mayor en su papel de “celestina”.
Todos estos sucedidos corrieron por el lugar como reguero de pólvora, siendo el tema principal de muchas tertulias. En los pueblos, ya se sabe. Y como nunca falta alguien que quiera aprovecharse del fracaso ajeno para hurgar en la herida, un día, al llegar nuestro protagonista al bar, uno de la cuadrilla le espetó: -Parece ser que, pese a tu fama, no has podido con tu “vecinita”, que te ha dejado por otro. Quizás es que la chica de Tomás sea mucha mujer “pa” ti. Claro que porque con una no puedas, no pasa “ná”.
Aquello le sentó como un tiro. Y herido en su orgullo, porque las cosas difíciles se desean mucho más, y porque, en el fondo, la moza le gustaba, y no poco, les juró a los presentes:
-Por estas, que me caso con la Elisa, y si no, me voy del pueblo.
Y desde ese mismo instante comenzó a tirarle los tejos, con toda su experiencia y todas sus fuerzas. Morigeró sus costumbres, dejando de alternar con ciertos amigotes y recogiéndose a tempranas horas Se hacía el encontradizo con ella cuantas veces podía. Le hablaba con el mayor respeto y sus palabras estaban ahora llenas de buenas intenciones, en vez de deseos indecorosos. En esas se estuvo varios meses, y tanto se esforzó en conseguir su cariño, aunque ya lo tenía sin él saberlo, que llegó a poseer las cuatro eses, como se dice en el capítulo 34, del libro I de “El Quijote”: …no sólo las cuatro eses que dicen han de tener los buenos enamorados, sino un abecé entero…
-¿Y cuáles son esas cuatro eses, si las sabes?, preguntó Luca.
-Claro que las sé, respondió Luis. Barahona de Soto las explica en sus “Lágrimas de Angélica”, y son estas: Sabio en servir…;Solo en amar…;Solícito en buscar… y Secreto en sus favores….
Pero la muchacha, aconsejada siempre por la hermana, seguía contestando a las pretensiones del otro con unas negativas rotundas, aunque corteses y, digamos, dubitativas, lo cual hacía que el otro viese alguna posibilidad de triunfo para sus aspiraciones. Y así, un día y otro día, y un mes y otro mes pasó… él, pidiéndole continuamente que se casaran, y ella respondiendo que, ya era tarde, que otro se le había adelantado. Hasta que el mozo tiró por la calle de en medio. Así una noche, cuando supuso que la familia estaría empezando a cenar, se presentó en la casa de Elisa y les dijo:
-Buenas noches, señor Tomás y la compaña. Pido disculpas, porque sé que no está bien presentarse a estas horas, pero es que ya no puedo más. Mire usted, yo quiero a su hija con toda mi alma y estoy como loco por casarme con ella, y quería saber si a usted le parece bien.
-Hombre a mí parecerme, lo que es parecerme, no me parece mal, porque os conozco bien a ti y a tu familia, y sé que sois buenas gentes, de las de verdad. No me disgustarías como yerno, pero estarás conmigo en que quien tiene que decidir es la chica.
-Padre, intervino Elisa, prefiero darle la contestación a solas, así que, si a usted no le importa, nos salimos los dos al portal, y ahí hablamos.
Eso hicieron, y cuando estuvieron en la penumbra del zaguán, lo primero que hizo ella fue besarle, y luego le dijo:
-¡Tonto, más que tonto! ¿A quién voy a querer yo, si no es a ti?
Y luego llegó, lo que tenía que llegar. Eso de la felicidad, y lo de comer perdices, etc. etc.
Diciembre de 2011
Publicado en “El Periódico” de Tomelloso, el 2 de diciembre de 2011
miércoles, 30 de noviembre de 2011
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