sábado, 16 de diciembre de 2017

La capacidad

Sabiendo que muchas palabras tienen distintas acepciones, a veces, hay que tener mucho cuidado al utilizarlas, o mejor dicho, dejar muy claro a cuál de ellas nos queremos referir cuando las empleamos. Nuestro idioma acoge una gran cantidad de términos, cada uno de los cuales posee muchos o varios sinónimos, lo cual lo enriquece y mucho, pero ello conlleva la tremenda dificultad de saber elegir el más adecuado en el adecuado momento. Dicho esto, vayamos al vocablo sobre el que quiero escribir ahora y que no es otro que capacidad. Éste, según el D.R.A.E., significa en primer lugar cualidad de capaz, y éste, a su vez, posee varios significados entre los que se encuentran: que tiene ámbito o espacio suficiente para contener otra cosa; que es grande o espacioso; con talento o cualidades para algo; que puede realizar expresamente una determinada acción y otras varias que no voy a relacionar puesto que es a la última, a la que alguien puede llevar algo a cabo, a la que quiero referirme. A esta circunstancia quiero añadir otra que desde hace mucho tiempo se ha impuesto en el comportamiento, en la manera de proceder, de la sociedad actual. Hoy en día, al ser humano no le basta, no está conforme con realizar una determinada obra, sino que además, esta debe ser la de mayor tamaño, la que se ha ejecutado con la mayor rapidez, etc., etc. Hoy, que una producción consiga incluirse en el libro Guinness, suele ser lo que más importa tanto al autor como a la sociedad. Así pues, adelanto que vengo a proclamar las inmensas cualidades de una cosa en concreto y su aventajamiento con todas otras con las que podríamos compararla. Creo sinceramente que he cortado mucha besana en este trabajo, pero como igualmente pienso que contiene la mayor verdad que he dicho desde que llevo escribiendo estos mis pobres artículos, voy a atreverme con él, a sabiendas, repito, de ser conocedor de sus muchas y grandes dificultades, y haciendo constar que los logros y consecuciones a los que voy a referirme son siempre en el ámbito espiritual y nunca en el material. Para empezar diré, como ya lo he hecho en varias ocasiones, que el hombre es hedonista por naturaleza y esta actitud vital es plausible siempre y cuando tenga como fin que el conseguir sus deseos no conlleve perjuicio o deterioro para otras personas, sean estos del tipo que sean. Para mí el epicureísmo es bueno, muy bueno, en tanto en cuanto se aspire con él al bienestar de la mente que no tanto al del cuerpo. Voy así a dar una escogida relación de situaciones con las que, al ejercitarlas, se suele alcanzar la felicidad, eso sí, en un mayor o menor grado dependiendo de las características de cada persona, porque todas aquellas coyunturas cuentan entre sus propiedades la de proporcionar al ser humano una dicha inmensa y auténtica. Pienso que estaremos de acuerdo en que la lectura de un buen libro, la contemplación de un cuadro, la asistencia a un espectáculo teatral o musical, y podría enumerar otras varias, tienen la capacidad de hacernos dichosos en un gran modo. La consecución de una titulación o de un negocio con el que podamos ganarnos la vida honrada y noblemente conlleva la ventaja de concedernos una gran dicha tras la satisfacción de haber sabido cumplir con el deber propuesto, la comprobación de que se tiene validez para llegar a una meta que no todo el mundo consigue alcanzar. También tiene la eficacia necesaria para hacernos felices el llenarnos de las siguientes virtudes, y hacer constantemente profesión de fe de todas ellas: integridad, con lo que los demás confiarán en nosotros; honestidad, que se alcanza con el cumplimiento de las obligaciones, según dijera Cicerón; humildad, como la de Moisés, quien no dejó que el poder se le subiera a la cabeza; generosidad, ayudar a los demás, pues quien lo hace, según Tolstoi, se está ayudando a sí mismo; aprovechar el tiempo, llevar a cabo el carpe diem del que nos hablase Horacio. Y para finalizar, traeré a colación dos actitudes que son, a mi juicio, las más importantes y que nos otorgarán los mayores beneficios y satisfacciones. La primera es aprender, seguir aprendiendo sin dejarlo día tras día, pues, aunque mucho sepamos, es muchísimo más lo que desconocemos. Mahatma Gandhi afirmaba que hay que seguir aprendiendo como si fuéramos a vivir para siempre. La segunda es que debemos conseguir tener amigos, pero amigos de verdad no simples conocidos, y rodearnos de ellos y con ellos convivir a todas horas, y de ellos aprender y beneficiarnos de su generosa naturaleza. Aristóteles dijo de la amistad que es un alma que habita en dos cuerpos, un corazón que habita en dos almas. Y hasta aquí una relación de actitudes y comportamientos que son aptos para realizar la acción de otorgarnos la felicidad con total seguridad. Pero ninguno de ellos tiene ni el 50 % de la capacidad que sí posee lo que sigue para conceder, a quien es capaz de lograrlo, la mayor alacridad que imaginarse pueda. Porque sí que hay algo que le proporciona a un hombre la mayor ventura, una dicha indescriptible, una satisfacción totalmente insuperable que todo lo anterior, y ello es lograr que una determinada mujer lo mire de una determinada manera en un determinado momento. ¿Qué capacidad tendrán los ojos de algunas mujeres? Ramón Serrano G. Diciembre 2017

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